La Soga

En una nebulosa noche aciaga de invierno,en un cuarto de paredes enmohecidas y con un candil cuya luz moribunda proyecta las sombras espectrales de los varios objetos obsoletos que allí tienen su santo reposo,preparas una tensa soga para ahorcarte cuando el tétrico reloj de caoba señale con sus agujas impacientes las doce de la medianoche. Pero,mientras tanto,construyes un castillo de naipes sabiendo que cuando arrecie la inclemente tormenta de furioso viento los cristales de las podridas ventanas estallarán y harán bailar al son del moribundo violín ennegrecido de la muerte las varias cartas de tu desconsolado destino que apunta a un trágico desenlace.¡Oh!, hombre enclenque y de corazón harapiento, es necesario que antes de tal dramático fin des un beso de Judas a la escultura de la Virgen Inmaculada que guardas celoso en el aparador donde cuchichean las voces familiares de tu severa conciencia...harta de ti por no haber servido a la causa errante de la purificación religiosa de tus pecados más graves:los cuales serpentean en tu ajado cerebro defenestrado por la lobotomía que una mano negra realizó antes de la llegada temible del Juicio Final. Cuando Cristo se presente en tu cuartucho en toda su nimbeada gloria te pudrirás ante su poder y sólo quedará de ti un charco sanguinolento bajo la soga blasfema donde yace hierático la sombra fantasmal de tu espíritu cuyo suspiro sobrenatural hará temblar la esencia más clareada del desengañado Dios de las Alturas que te tenía por un varonil caballero de virtudes imponentes y duras como el zafio diamante. Sólo te queda la desesperada consolación horrible de ir parar de bruces al infierno hitita donde tu,ya hecho substancia suprasensible, arderás en llamas.