La sombra de la encina

​

A Piluca Cuesta​

¿Por qué razón, noble encina
que en la tierra te levantas
con fuertes y firmes brazos,
con gruesas y recias ramas,

que otorgas a las alondras
el descanso de sus alas
cuando al calor de tu cuerpo
se recrean agotadas,

si traicionero y esquivo
me tendió el amor su trampa,
clavándome en noche oscura,
sin piedad y por la espalda,

hondo y afilado acero,
profunda y terrible estaca,
a par que, con indecente
y a más alevosa saña,

me hiriendo el pecho desnudo
merced a su ignota lanza
que hasta las rocas destruye
y todo amparo traspasa,

en cambio bella me obsequias
la sombra que es tu morada,
la paz por quien en el mundo
luce infinita tu fama,

la inmensa dicha nacida
de tu simiente lozana
y la fresca suavidad
con que te orna la hamadriada?

Siento, con las verdes yerbas
como deleitosa cama,
con tu tronco liso y recto
como ligera almohada,

germinar en lo prohibido
y más secreto del alma
luz que tiene de inefable
cuanto de nítida y clara,

que contra las aflicciones
rocío tierno derrama
y que contra las angustias
vital elixir escancia.

Bendígate el alto cielo,
pues que mis presentes llagas
con la pasión de una madre
las suturas y las sanas,

pues que mi dolor intenso
besándolo lo abonanzas
y mis ruidosos temores
de una caricia los callas.

Que tu colosal corona
en olores tachonada,
por ser de los anchos campos
divinidad solitaria,

la privilegien los tiempos
con la púrpura y la grama,
con pétalos inmortales
la siempre hermosa Diana.

Presta oído a quien así,
agradecido, te canta
con éxtasis dibujado
en la extática mirada,

mientras por el firmamento
que inundan de oro las ascuas
va haciéndose la figura,
a tu imagen soberana,

de árbol esbelto y solemne
que, instilando en vez de savia
líquido y gentil maná,
restituyó a otra humana

la agudeza en las pupilas,
en el corazón la llama,
la sonrisa en sendos labios
y en el verso la esperanza.​

 

Bello romance amigo, un placer saludarte y desearte un feliz año, también a tu familia; salud

 

Sabroso romance, Littera. Una lección de rima.

No pude dejar de evocar una obra famosa en mis tierras, "La balada del álamo carolina", de Haroldo Conti, donde también se agradece la amistad filial de un árbol solitario y generoso...

 

Bello, realmente bello, este romance que canta las delicias y virtudes de un árbol ya muy escaso, pues se reduce a pequeñas manchas boscosas, por tierras de España.
Un fuerte abrazo, estimado compañero poeta