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La sombra de la maldad

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por José Luis Bernardelli, 1 de Noviembre de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 329

  1. José Luis Bernardelli

    José Luis Bernardelli Poeta recién llegado

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    14 de Octubre de 2016
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    Hombre
    Felis tiene conductas que lo convierten en lo que el publico llamaría “un reverendo hijo de puta”. Se levanta a la madrugada cuando todos duermen, y empieza a gritar a viva voz. Presta atención a cada mínima acción de los cohabitantes de la casa o el barrio, y luego actúa de tal manera de romperles mucho los huevos, eficaz, despiadado y silencioso como un asesino a sueldo.

    Yo no sé qué lo impulsa a actuar así, a veces lo veo observándome en silencio desde un rincón, y creo presentir en sus ojos la maldad. La maldad, así sin adorno, en su estado puro; el deseo, la imperiosa necesidad de joder a alguien.

    Antes de entrar en contacto con Felis, nunca acepté la existencia de una esencia a la que se pudiera denominar “maldad” pero luego de verlo romper los remiendos de las cortinas recién cosidas, o romper las sillas mientras yo dormía, o cagarse en mi almohada mientras yo trabajaba; no me ha quedado más opción que considerar seriamente dicho estado, el de la maldad.

    Una mañana me desperté temprano, me levanté algo confundido, me sentía mal. Me levanté con esfuerzo y alcancé a dar un par de pasos antes de vomitar y colapsar en el suelo. Un olor inmundo saturaba todo el ambiente, “fue él” pensé. En efecto, el muy maldito había abierto la llave del gas del horno y me había dejado durmiendo en el sillón para que sufriera una muerte silenciosa. Por suerte Sabrina que se había levantado a tomar agua logró auxiliarme. Fue la primera vez que supe que éramos enemigos, en toda la plenitud de la palabra, desde ese día estuve pendiente de su próximo ataque.

    Estuve observando detenidamente a Felis estos días, siempre sospeché de su maldad, pero ahora estoy completamente seguro, puedo verlo en el fondo de sus ojos, una sombra que se extiende e intenta escapar, librarse de sus restricciones. Durante los días que le siguieron al intento de asesinato ha estado más silencioso que nunca, como si tratara de no llamar la atención. Los dos lo sabemos bien. Silenciosos nos observamos y esperamos.

    Estuve esperando durante días su siguiente movimiento. Hoy, lo vi hacerlo, finalmente. Estaba tirado en el sillón tratando de dormir una siesta. Él y Sabrina estaban en la cocina, charlaban y se reían, ella tomaba café, él preparaba comida. Entonces lo vi que de manera disimulada y cuando ella no miraba, vertió un liquido sospechoso en la olla, “veneno” pensé. El muy desgraciado quería eliminarme a como diera lugar, recurriría a cualquier método, haría lo que fuera y no descansaría hasta verme muerto. Esa noche me fui y no volví a casa por un par de días, me sentía tan inseguro estando allí.

    Felis es maldad, y me observa. Todo el tiempo estoy pendiente de él. Sé que me observa en silencio y espera el momento justo para atacar. No he dormido en días, no he comido en días, no puedo ni sonreír siquiera, tener a ese demonio en mi casa me hace pensar en lo peor continuamente, no sé cuánto más pueda soportar. Le comenté mis inquietudes a mi amigo Guana, y me dijo que es todo mi imaginación, pero yo sé que no. Sé que es él, la maldad del mundo.

    Hoy el vaso se rebalsó. Durante días estuve con los pelos de punta, esperando su ataque, ya no podía soportarlo más. Y se presentó la oportunidad de acabar con todo de una vez por todas. Lo vi en el balcón, subido a una escalera, haciendo vaya a saber uno qué. Sabrina sostenía la escalera desde abajo, a la vez que le daba direcciones con gestos. Yo los observaba en silencio, con toda la intensidad de mi ser volcada en el instante. Fue un breve momento, ella dejó de sostener la escalera y entró a la casa a buscar algo, una herramienta seguramente. Entonces, sentí que el tiempo se detenía, “es ahora o nunca” pensé, “él es un ser siniestro que ha intentado eliminarme más de una vez” pensé, “es su culpa” pensé. Me levanté silenciosamente y corrí con todo mi ser arrojándome contra la escalera.

    Felis intentó matarme hoy. Estaba con Sabrina en el balcón poniendo las luces de navidad. Él dormía por ahí adentro, como de costumbre, silencioso y malvado. Todo sucedió en un instante, Sabrina entró a casa y yo me quedé solo en el balcón, entonces me di cuenta de mi vulnerabilidad. Parado allí, al borde del abismo, estaba completamente expuesto al peligro, intenté bajar de inmediato, y entonces lo vi. Felis. Venía corriendo como una bestia enceguecida por la ira, la maldad a flor de piel. Siempre supe que vendría por mi.

    La escalera perdió su eje y cayó contra la baranda del balcón, él intentó saltar pero no logró hacerlo a tiempo y cayó junto la escalera. Creí haberlo logrado, creí que todo terminaría allí de una vez por todas. Pero no. El maldito hombre se negaba a darme la más mínima satisfacción. Se mantuvo agarrado a duras penas a la baranda, hasta que Sabrina llegó corriendo y lo auxilió. Pobre Sabrina, no sabe con que tipo de hombre se casó, un asesino, un desquiciado, aún hoy cree que todo lo sucedido ha sido casualidad. Hace años que vivo con ellos, y desde el momento en que llegué nunca he sido de su agrado, siempre lo vi como un dictador, observando cada uno de mis movimientos para censurarme, impidiéndome tener la más mínima libertad. En algún momento su desagrado se transformó en odio, y finalmente llegó a ser lo que es hoy. En sus ojos puedo ver la maldad, cada vez que levanto la mirada lo puedo ver, silencioso, expectante.

    Hoy he decidido ponerle fin a esto, voy a matar a Felis, esta vez no fallaré, no hay vuelta atrás, no hay más camino que la confrontación. No hay en este mundo una bestia más despreciable que ese animal, hoy es el día en que he de ganar mi libertad, mi tranquilidad.

    Sabía que pasaría tarde o temprano. Lo escuché abrir la puerta de la cocina con cuidado de no hacerse oír. Nunca he visto una luna de madrugada tan hermosa como la de hoy, luna llena, grande y plena; me invita a cantar, me invita a volar sobre los techos en busca de aventuras. Pero ya no. Ya no habrá un mañana, porque he caído en manos de este despreciable ser. Sus manos le tiemblan, pero su mirada es tan cruel, tan despiadada. Quisiera resistirme, pero él es tan fuerte. No hay nada peor que un cruel monstruo con poder y sin piedad; con la certeza de que hace lo correcto, dejando caer el hacha. Acepto lo que viene, al fin tranquilidad.

    Me desperté descansado y pleno, feliz del descanso que durante tanto tiempo me había esquivado. Me lavé la cara y sonreí frente al espejo, “los días de calma han vuelto al fin”, “he triunfado sobre el mal” pensé. Entré a la cocina y me encontré con Sabrina que con los ojos llenos de lágrimas y el pecho oscilante me dice que un vecino ha encontrado muerto a felis, lo encontró en el patio de su casa, colgado de un rama, sin un rastro de vida en él. “Fue el collar” me dice. El collar, que era muy rígido y ajustado. Al parecer quedó enganchado en la rama mientras trepaba el árbol, y terminó asfixiándose por su propio peso al quedar colgado. “Sabía que teníamos que comprarle un collar de esos flexibles, el veterinario nos avisó también”, llora Sabrina.

    Pobre Sabrina, no sabe que no hay collar en el mundo que hubiera podido salvar a esa bestia maligna. La abrazo, la miro a los ojos y le digo que todo va a estar bien.

    Fue sólo un instante, un breve instante. Pero pude ver en sus ojos, la sombra de la maldad.
     
    #1

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