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La última noche del otoño

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por JLA, 4 de Febrero de 2013. Respuestas: 1 | Visitas: 568

  1. JLA

    JLA Poeta asiduo al portal

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    No falto un pestañeo desde los frágiles ojos de Marina para que el arrebol se columpiara en la misteriosa atmósfera del crepúsculo, dando a conocer la caída de lo que seria la ultima hoja del otoño. Que irónico viaje al medio de la muerte y la vida, un día que parece volver mientras se hace de noche, y una noche que trae de vigilia el roce indecible de la hoja que se acuesta para nacer dormida en el asfalto.
    ¡Que alivio!, ya no tendría que mortificar sus pies en esas áridas hojas, le parecía abrumador tener que salir a alguna parte y encontrarse con el crujido de semejante cadáver durante el camino.
    La rotura que había quedado regada por esas calles vacías parecía esperar impaciente el agua incontrolable del invierno, Y ella también lo estaba por la primera gota de agua que se lanzara, tal vez desde los ojos de un ángel entristecido por no haber nacido hijo, ángel que pensaba ella, le miraba desde el cielo, obsesionado por estar sumergido en su vientre agostado.
    Si había algo que Marina odiaba era el silencio, la soledad, todo lo que estuviera quieto y se viera ajeno a un movimiento propio que significara la vida… Y el invierno era ruidoso como una jauría, escandaloso, con vendavales que gritan exasperados, lloran y aúllan. Con los techos que parecen hablar lo que callaron tres estaciones, y con árboles que mueven sus manos hasta morirse de tanta vida. Ella no era la clase de mujer que pertenece a una clase, parecía vivir en una constante fantasía que divagaba entre sus recuerdos de la infancia y los próximos, es decir, los que no tuvo. Sus pupilas se escapaban titilantes, esperando impacientes un destello que las llevara al brillo de su juventud perdida, Su marido hacia lo posible por detener cualquier acto de rebeldía, el la conocía bien, mejor que nadie, y sabia de lo que era capas, y de lo que no era capas de hacer. Mas una mujer de cuarenta años en cautiverio, y sin hijos, no es un bien para un hombre autoritario. El ya no la acariciaba, no acostaba su aliento en su nuca, no golpeaba sus cabellos con sus dedos humedecidos, no apretaba su cintura con sus uñas, y eso la hacia sentir muerta y seca, como la ultima hoja que se veía caer lentamente entre la aureola de la tarde infinita, y su mirada que atentamente se disparaba desde la ventana de su cuarto.
    A veces pensaba que la razón de toda su amargura era la impotencia para concebir una vida, un ser vivo que no puede otorgar el nacimiento, no merecía vivir, ¿que era un fruto sin semilla?, ¿que era un árbol sin raíz?, se sentía como la concha de un caracol abandonada, que solo vertía un eco profundo e inextinguible.
    Esa noche se acostó en su cama, con las sabanas punzantes de lo heladas que las sentía, con su marido a un lado, pero distante o desaparecido, y clavo su mirada al techo, esperando impaciente la primera gota del invierno.
    Luego de unos minutos, entre la ruptura de la oscuridad comenzó a escabullirse la sutil melodía de un piano, la música empezó a navegar por el ambiente, entró como una brisa por el pasillo, luego se metió por debajo de la puerta como una sombra, y se volvió escurridiza hasta besarle el oído como una voz conocida, era tan placentera como la vida, era como la hoja del otoño que va cayendo desde el árbol desnudo, pero que nunca llega a tocar el piso, si no que cae infinitamente sin saber jamás si esta muerta, o si esta en sueño. En ese momento apareció un hombre, y se comenzaron a besar apasionadamente, pero aquel no era su esposo, al momento de abrir los ojos no vio a nadie, solo la silueta de un sujeto que parecía mirarla desde la ventana, no se lograba distinguir si era humano o solo un reflejo de alguna sombra arrinconada, cuando lo siente que salta arriba de su cama, se despertó de lo que había sido un sueño confuso. La angustia no le permitió dormir, bajo por una copa de vino, no logro consolar el sueño, y amaneció con su soledad clavada en la ventana, que esperaba impaciente ver caer una gota de lluvia que la libere de este silencio.
     
    #1
  2. Darkness.cl

    Darkness.cl Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Muy conmovedor...pleno de sensibilidad, me ha gustado mucho leerte...Felicidades en tu día...
    Te abrazo con todo mi cariño...
     
    #2

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