La venganza de los artistas

Acudiendo al mundanal efímero, quisiera decir que siempre vuelvo desde la pasión del fuego y regreso hacia la nada de los objetos. Y la coerción que llevo desde el abismo interno letal de las mentes que arden aquí dentro de mí, deberán quedarse hasta ceder de paces y de males ordinarios.

Soportando secretos hostiles sin sentido, heredando zagas de inhibitorios costados abstrusos, citando frases celebres cuan corrosivas, que degeneraran el impacto real de los interpelados, cuando vayan cayendo de a uno al pozo mágico dolor del alma.

Allí acunarán insinuaciones vehementes de soles nocturnos y sucios espejos.

Odiando escuetos sin sabores de la fría demencia, que los estará esperando en la próxima esquina.

Nadie salvará a los señores de las casas exageradamente grandes y oscuras, que ostentan su materialidad, ese veneno malvado que corroe los sentidos y que transito en las noches repartiendo mentiras de unos artes esporádicos que no serán verdaderos, solo si el que los recibe es un artista.

Tengo la certeza de que un artista se encuentra en la puerta menos esperada; a la espera de que llegue algún indicio de este bien del alma.

En la puerta mas cruel, en la casa mas tétrica, en el frente mas candido, en la vos de las mañanas, en la cara del dolor, en la muerte de los pájaros, en las sonrisas de los condenados, en las estepas del cordón umbilical, allí en el lugar mas inhóspito, los duendes plantaran su semilla y danzaran por las noches el conjuro del dolor, transformándolo en arte.

Donde halla dolor, muerte, desazón, empatía secular, existirá un maldito indicio, un ápice de placer e impulsividad que complejizará, cada nutriente, cada gota de sangre y sufrimiento y lo convertirá en ese rencor absoluto que llamaremos arte. El arte será entonces, la venganza de los ángeles del sufrimiento.