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Las bellotas asesinas

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Évano, 26 de Agosto de 2013. Respuestas: 8 | Visitas: 1842

  1. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    En el fondo de un angosto valle, rodeada de altísimos picos, había una aldea de una treintena de casas donde vivían poco más de cien habitantes. A lo largo de los siglos habíase mantenido, más o menos, con la misma población. Las laderas ascendían o descendían vertiginosamente, y eran igual de acantiladas miraras desde arriba o miraras desde abajo, que todo hay que explicarlo. Aún así las encinas ocupaban prácticamente la totalidad de la vegetación de unas empinadísimas laderas que tenían como fondo de pozo a la mencionada aldea, dejando el sol restante para unas cuantas zarzas y piornos, y para algún que otro animalillo que más bien parecía alpinista que rumiante o depredador.

    Las encinas ofrecían abundantes y curiosas bellotas, y muy peligrosas por sus pinchos, que eran como agujas gordas de coser; esos pinchos que coronan el típico caparazón en forma de boina, así como el rabillo de la terminación del fruto. Al llegar el mes de agosto y septiembre caían a diario a miles, como balas mortíferas sobre la pequeña aldea, por lo cual sus moradores corrían un gravísimo peligro. Muchos murieron a lo largo del tiempo, a causa de tal fenómeno; muchísimos más quedaron tullidos, con ojos saltados, piernas y brazos agujereados o estómagos y pechos hechos verdaderos coladores humanos; por no hablar de las cabezas, a las que había que añadir los golpetazos a sus ya delicados cerebros, muy torpes por la claustrofobia que conlleva el vivir con tanta gente en un lugar tan recogido, amén de que el mezclar los genes entre familia sabemos que atonta a las generaciones a lo largo de las épocas.

    No solo las lluvias de dichas maléficas bellotas eran un problema; también, al quedar muchas de ellas entre los adoquines de calles y callejas, incrustadas en ellas con el rabillo de la cola o de la boina en punta, daban un trabajo de un par de narices para extraerlas, ya que si uno no iba con cuidado, acababa destrozándose los pies. Las labores del campo, o sacar a pacer vacas u ovejas, o ir a por leña o, simplemente, a recolectar y laborar los prados colindantes al río, en estos meses, era jugarse la vida.

    Las soluciones planteadas a tan enorme contratiempo fueron numerosas, pero ninguna generación logró dar con una que fuera satisfactoria, cómoda y definitiva. Los más mayores recordaban las tomadas tiempos atrás; los jóvenes inventaban las suyas, y las mujeres, como casi siempre, les buscaban los fallos a todas ellas, por lo que las discusiones, a lo largo de la estación del calor, eran airosas y violentas.

    Antiguamente salían a la calle con madreñas y con un gran sombrero de hierro, de donde colgaban cadenas que arrastraban los suelos. No fue mala idea, evitaba los daños de las bellotas, pero era tal el peso soportado por los cuellos, y tan poca la visibilidad, que el que no había quedado bizco andaba más jorobado que un pingüino en el desierto. Hubieron de desechar, muy a su pesar, tal vestimenta.

    Más tarde techaron la aldea por completo, con cáñamos, mantas y diferentes telas gruesas. Al principio la alegría reinaba; las bellotas las retenía el enorme tejado y los suelos estaban libres de ellas. A las tres semanas ya estaban histéricos, al observar la curvatura del techado a causa del peso acumulado de las bellotas. Pero era peor estar día y noche a oscuras, paseando con cirios y velas por las empedradas callejas, calles y callejuelas. Los rostros blanquearon, dando un aspecto de lúgubre fantasma a todos. Acabaron asustándose unos de otros, desconfiando, haciendo guardia en los umbrales de sus casas y robando velas y cirios a la iglesia. Al final, después de derrumbar el ya casi caído tejado, hubieron de recoger de golpe los millones de bellotas. Unos dicen que colgaron por los pies y lo apalearon, al ideólogo techador; otros que siguió con su vida como si tal cosa; y otros que le hicieron un monumento a la estupidez, llamado Valle del Belloto Caído, donde descansa, se supone que para siempre. Esta última es la más aceptada.

    Otra idea fue la de talar las dichosas encinas, dándose cuenta tarde que ahora el problema era mucho mayor, ya que rodaban troncos enormes ladera abajo, destrozando casas como si de arena fueran; y eso que a penas lograron talar ni una pequeñísima parte de las empinadísimas y altísimas laderas. Hay que decir, que al inventor de tal idea, uno de oficio zapatero, le castigaron, por burro. Lo ataron a un palo en la plaza del centro de la aldea e hicieron con él tiro de bellota. El hombre se cabreó, pero nadie le dio importancia.

    El intento más viejo de acabar con encinas y bellotas, según contaban los ancianos, fue cuando quemaron laderas y encinas, todo de golpe. Al principio fue maravilloso, en un santiamén acabaron con el problema y saltaron de alegría. Lo malo llegó con las primeras lluvias del otoño. Ya no habían árboles que contuvieran piedras, rocas y tierra, por lo cual la aldea fue sepultada, devastada, muriendo la mayoría de sus habitantes y, encima, con el tiempo, volvieron a crecer las malditas encinas, dando ahora, si cabe, unas bellotas más gordas y más punzantes. Unos dicen que al que pensó tal majadería lo echaron de aquellas tierras a bastonazos, uno que tenía por oficio rajador (esos que rajan la leña después de trocearla, que para todo hay oficios); otros que lo ahogaron en el río, que lo descuartizaron; pero la más aceptada es que lo obligaron a comer bellotas hasta reventar.

    Muchas fueron las ideas llevadas a cabo para terminar de una vez con tal problema, pero ninguna efectiva. Habían transcurrido milenios y continuaban allí las cabronas de las encinas con sus bellotas del diablo. Hasta que arribó a la aldea, no se sabe de dónde (quizá de la porra), un joven que decía ser sacerdote, y muy devoto (de voto de Dios, no de votar). Convenció a los aldeanos que era designio y deseo del Altísimo que las encinas y las bellotas estuviesen allí, que por algo las puso; que debían alimentarse de dicho fruto, ellos y los animales; y solo, únicamente, de ese fruto, que Dios así lo quería. Y estuvieron alimentándose durante un porrón de años de bellotas.

    La leyenda cuenta que las bellotas los "animalaron", y que se hartaron de tal manera de comer bellotas durante toda su vida que acabaron por emigrar, conquistando salvajemente los poblaciones aledañas y extendiéndose cada vez más, hasta refundar un reino llamado, otra vez, España.
     
    #1
    Última modificación: 30 de Octubre de 2015
  2. MARIAM

    MARIAM Invitado

    ¡Vaya peligro el de las bellotas!; ya me dirá dónde está ese pueblo, para no veranear allí en agosto, claro está, Jeje. Un escrito muy ocurrente. Te felicito. Un abrazo.
     
    #2
  3. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Está en Huesca, señora Mariam jajaja... Es broma, me encanta Huesca (aunque solo la he visto en fotos) A ver si me invita alguien y de paso voy a la aldea de las bellotas asesinas jajaja.... Muchas gracias por pasear por mis locuras, Mariam. Un fuerte abrazo, amiga.
     
    #3
  4. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    Sr Evano yo tengo una idea pero... Creo que seria peligroso decirla puedo termiar en la hoguera jaja. Te rodean las bellotas y te cuentan esas historias? O ...bueno unabrazo lleno de ideas pero ya sabesnopuedo decirlas!!!
    Me encanta tu imaginacion
     
    #4
  5. danie

    danie solo un pensamiento...

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    [FONT=&quot]
    [FONT=&quot]Malditas bellotas… jajaja el apocalipsis de las bellotas, disculpa la risa amigo es que me encanta la imaginación y creatividad que tienes. Interesante escrito, la verdad tienes pasta de escritor.
    [FONT=&quot]Abrazos grandes amigo
     
    #5
  6. Ligia Calderón Romero

    Ligia Calderón Romero Moderadora foro: Una imagen, un poema Miembro del Equipo Moderadores

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    #6
  7. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Y usted me encanta a mí, señora Ethel, por eso quizás sea usted una encantadora y al fin y al cabo acabe en la hoguera jajaja... Un montón de abrazos bellotos (con respetito siempre).
     
    #7
  8. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias, señor Danie, por su amable comentario, y no hay nada que disculpar, nada más agradable en esta vida que causar risa. Se le saluda, amigo.
     
    #8
  9. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias, Mi Ojo Mágico, por tan gráfico y agradable comentario. Un fuerte abrazo, señora Ligia.
     
    #9

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