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Las malditas magdalenas

Tema en 'Prosa: Cómicos' comenzado por Évano, 1 de Mayo de 2013. Respuestas: 4 | Visitas: 1444

  1. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    No soy de caprichos, prácticamente no poseo ninguno, quizás el tabaco picado (cualquiera) y una taza de café con leche soluble, Nestcafé siempre, al caer la tarde, y no me pregunten por qué, porque no lo sé. No soy de multinacionales alimenticias ni de ninguna otra, más bien las odio.

    Pero lo que soy es obsesivo y cuando algo no actúa como yo quiero, o he pensado, le cojo manía, un odio que puede llegar a límites insospechados. He aquí el curioso caso de la taza y las magdalenas:

    Hacía una semana que me habían regalado una preciosa taza de porcelana roja con el nombre de la marca antes mencionada, como regalo por haber comprado un bote grande del café soluble susodicho.

    La coloqué encima de mi mesita de noche mucho tiempo, junto a una vela blanca encerrada en una cripta de cristal con falsos y diminutos diamantes decorativos. Antes de dormirme la besaba y al levantarme me la llevaba a la cocina, pero no me decidía a estrenarla.

    Una tarde, un primero de mayo, como era el día del trabajador y yo no tenía nada que festejar, decidí tomar mi apreciado café con leche del atardecer en mi nueva y estupenda taza y, por si fuera poco, lo acompañaría con unas magdalenas magníficas que mi madre me había regalado.

    Preparé la mesa del comedor con el mantel de la navidad y sobre él un candelabro con siete cirios rosas. Apagué el televisor y corrí las cortinas; no quería que nada interrumpiese ni molestase tan fantástico momento.

    Me remangué la camisa sentado ante la taza humeante y el plato que contenía las cuatro magdalenas. Titubeaban las luces por el nerviosismo de un pulmón acelerado por la emoción. Una madalena en mi mano derecha descendía poco a poco hacia la taza. La introduje casi hasta el fondo y la dejé allí reposar un buen rato. Con cuidado la fui alzando, para que no se partiera y poder metérmela en la boca de un golpe. La dejé gotear para no manchar el bonito mantel y la tragué entera. Estaba riquísima, pero al ir a por la segunda madalena y ver lo que había quedado de café con leche en mi taza me horroricé, levantándome de golpe y tirando una silla que quedó aguantada por un sofá impasible a lo ocurrido. La maldita magdalena se había tragado casi todo mi querido Nestcafé. Imposible introducir otra dichosa magdalena.

    Salí corriendo al jardín y grité como un loco, de tal manera que los vecinos salieron a las ventanas y los balcones para ver quién emitía esos horrendos alaridos.

    Yo seguí bramando a cielos e infiernos sin darme cuenta que ululaba la sirena y las luces de una patrulla de policía.

    Tampoco me di cuenta que dos cabezas y dos gorras sobresalían de las verjas del jardín, más una pistola y alguna mano que otra. Al gritarme uno de ellos qué ocurría y qué pasaba advertí sus presencias. Expliqué lo sucedido y me mostraron una cara de asombro, burla e, incluso, incredulidad. ¡Claro, ellos no podían entenderme!

    Tuve que jurarles que no formaría un nuevo escándalo por tamaña tontería. Si ocurría otra vez vendrían a por mí y me encerraría un par de días, o me llevarían al manicomio. Añadieron algo así como "so subnormal". No hará falta que explique lo que me dolieron aquellas palabras, y más decir y oír en voz alta que aquello era una tontería.

    Hube de meterme en casa y aguantarme con las sonrisas de los rostros de los vecinos, aunque alguno parecía preocupado y me pareció oír un "este tío es peligroso, mujer, ya verás como acaba liando una gorda".

    Las malditas magdalenas sobrantes continuaban sobre la mesa, tiritando entre luces y sombras por la inestable luminosidad de las velas.

    Me acerqué despacio, con una sonrisa maléfica y apretando los dientes y los puños. Las arrojé al suelo y salté y brinqué sobre ellas, hasta que quedaron hechas ínfimas migajas asquerosas.

    Con la escoba y el recogedor y riendo en alto, pero con cuidado de no llamar más la atención de los vecinos, por si un caso, las trasladé al jardín trasero, al lado de un hormiguero bonito que allí hay, depositándolas para alimento de mis amigas las hormigas con los susurros de no os merecéis ser alimento de primera asquerosas de mierda jajajajajajajaja...

    Al día siguiente, al visitar a mi madre como de costumbre, me preguntó que tal estaban sus magdalenas, siendo la respuesta evidente: en el hormiguero madre, en el puto hormiguero jajajajajaja...

    —Hijo mío, tienes que encontrar mujer de una vez, porque si no...

    Luego creí oírla que decía algo así como: "Aunque no sé si sería peor, estás como una puta cabra...
     
    #1
    Última modificación: 2 de Mayo de 2013
  2. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    ¡Sabes que es lo que más me duele? Que no compartieras las magdalenas, jajajaja

    Sr Evano si que dejas correr la imaginación, de hecho la dibujas muy bien que imaginé cada pasito de la prosa.

    Te dejo un montón de abrazoss camuflajeados y blindados no sea que los hagas pedacitos, jajaja
     
    #2
  3. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    No tuve que imaginar mucho, señora Ethel, pues me ocurre siempre lo mismo con las magdalenas: se parten, después de haber absorbido todo el café con leche y manchar el mantel. Lo de salir gritando al jardín ya es exageración, y lo de la policía también, pero no lo de las hormigas jajajajjajajajjaja

    Recojo esos abrazos y mando más.
     
    #3
  4. Yaneth

    Yaneth Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Jajajajjajajaj, cuanta genialidad hay en tu pluma mi querido Évano. Lo disfrute. Un placer leerte. Besos con cariño.
     
    #4
  5. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Jajajajaja... Querida Yaneth, fue a buscar al baúl de mis escritos jajaja... Gracias amiga por leer esta locura de las que salen cuando uno tiene ganas de escribir y no sabe de qué. Un fuerte abrazo, o más.
     
    #5

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