Las mentiras de un rey, padre de un mendigo.

Comenzamos en un rió, que limpia todo mal de esta tierra, sobretodo las mentiras, falsedades de mismo dueño del lugar.
Este es el rey que quiere matar a su hijo mendigo de su propia sangre, manda a todos sus guardias, en busca de la muerte de aquel hombre que en sus brazos lleva a su propio hijo.
Al huir solo le queda nadar por un rió violento, lleno de rocas y ramas cortadas de un árbol muy familiar para ser extraño, los cuerpos quiere salir a flote pero sus almas les llena las bocas de peces.

Nado con toda su fuerza de un solo brazo, en uno lleva a su hijo y en el otro sus dos vidas, izquierdo o derecho quien sabe, pero nado,
Al salir del rió, al darse cuenta que dejo muy atrás a los guardias, al dar el primer paso su confianza de desvaneció, al mirar al frente de su propia silueta lo esperaba una calle obscura y casi me atrevo a escribir sin fin.
Solo le quedo correr sin parar, sin mirar atrás, huir.
Sin darse cuenta no le quedo más que enfrentarse contra una pared.
Tenía dos decisiones: una decisión era escalar esa enorme muralla de piedra, la otra era enfrentarse a los guardias perseguidores hambrientos y con sed de carne.
No le quedo más que escalar la muralla con mucha rapidez con su único brazo libre por que en el otro llevaba a su hijo. No recuerdo si era el brazo izquierdo o el derecho, pero escalo.
Al estar arriba, en lo mas alto del lugar, al darse cuenta que estaba rodeado, solo tenia una salida quedarse arriba y mirar como todo terminaba o esconderse en un establo.
No dudo ni un segundo, se escondió, hasta un disfraz fabrico en menos de ese segundo que le quedaba para esconderse, los guardias ni golpearon la puerta y entraron.
Su pánico, su miedo, lo ayudo a crear, crear un ser que el jamás fue, la necesidad lo cambio, engaño a los guardias y descanso en paz, por que ya no tenia un porque luchar


La última imagen fue del rey celebrando con sus guardias la muerte del vagabundo su hijo.
Sin darse cuenta, el cielo se puso negro, era un canasto con un bebe dentro, lo venían a dejar unos 100 cuervos que quizás eran los que comieron la carne de su padre.
El canasto lo recibió una mujer y lo guardo en su vientre.

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