Las palabras del silencio

Si nos entregamos a los ideales de un incrédulo, nos estamos condenando a alimentar sus ojos ciegos, a callar nuestra voz de esperanza y a morir despacio…
Quiero salir de esta oscuridad que atormenta a los ángeles y enfurece a mi alma.
Me siento cansada, sedienta, en este desierto, donde las grietas del suelo se llevan mis anhelos. Y juro que lo que ví no fue un espejismo, sino una profesía perfecta, visiones desamparadas de los débiles, quiénes curiosamente, fueron la causa de mi depresión.
Qué más puedo hacer, además de observar la vida escondida en mi coraza, abrazándome al viento cuando nadie me ve, hablando con las estrellas, amando tu frío corazón.
El mundo arde en dolor, y yo me siento como un cristal roto por las repercusiones de esto. Soy el alimento para toda la población, la saciedad y el hambre.
Mi piel renuncia a la vejez, porque mis sentidos son eternamente jóvenes. ¿Quién puede destruirme ahora?, la tormenta pasó, y me derribó de todos lados, pero ahora soy fuerte.
Jamás entendí a las personas, apenas hallaba energía en las dulces palabras de Dios.
Mis pecados se absorbieron en el abismo, mi memoria vaga sola y decidida.
Un largo viaje de transición me espera, mi cuerpo está mutando para las nuevas épocas.
En mi corazón no cabe más ni un solo cuchillo, estoy repleta de insectos que intentan comerme viva. Pero dejo que beban mi sangre, se vuelve letal en estos tiempos…