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Las zanjas de Luis

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Évano, 28 de Junio de 2014. Respuestas: 12 | Visitas: 1271

  1. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Vicente paseaba por el monte como cualquier mañana. De pronto se paró y respiró hondo el aire fresco del rocío y miró rápido para abajo. No se había dado cuenta que la cabeza de Luis estaba junto a sus rodillas.

    Luis era un ser raro, nunca pisaba con los pies la superficie de la tierra. Por alguna extraña razón debía caminar por una zanja que le llegara hasta el ombligo. Si este sobresalía o rasaba el suelo moriría. Eso corría por su mente original, por lo que la aldea y alrededores estaban minadas de larguísimas zanjas que iban i venían de las cimas colindantes, de las aldeas cercanas, de la puerta del bar y de las diferentes tiendas. Jamás nadie le vio fuera de sus trincheras.

    —¡Joder, qué susto me has dado, Luis! —exclamó Vicente medio riendo— ¿Qué haces?, ya tienes una que te lleva por estos lares, ¿Para qué quieres otra?

    —Esta la estoy cavando para llegar a la vera del río. Quiero mirarlo de más cerca, quiero tocar el agua —contestó un Luis de cara sucia y sudorosa.

    —Pues tú sabrás, pero piensa que hay mucho gracioso suelto y como te la conecte con el río se te inundarán todas y a la porra el trabajo de tantísimos años —Dijo Vicente, serio, ya que Luis no era de muchas bromas.

    —Pues que yo no me entere... porque en ese caso... —Y le enseñó el pico y la pala.

    Se despidieron, no sin antes haber quedado en las puertas de la tasca de Evaristo, al anochecer, para tomar unos chatos de vino y unas tapas, como cada día de la semana, del mes y del año. Le encantaba aquella escena diaria donde todos los hombres de la aldea bebían en las puertas para acompañar a Luis, que tomaba las suyas metido en esa zanja. Algunas veces, cuando el frío arreciaba, se metían todos en ella y Evaristo salía y entraba de su bar para servirlos a todos, a la decena que habitaban aquellos parajes. También alguna vez había pasado un viajero desconocido que, absorto, tapándose la boca para no reír, había entrado por el mero hecho de la curiosidad.

    Con el tiempo y tanto extranjero voceando tal locura por los contornos, la tasca-bar se convirtió en un restaurante de pueblo donde multitud de curiosos acudían; algo que hizo rentable una capilla con tan pocos feligreses, sobre todo en verano. Pero todavía no había arribado el estío, por lo que las tertulias del anochecer las frecuentaban los de siempre.

    Estaban ese noche sentados en el borde de la trinchera de Luis con unos vinos tintos del Bierzo y unos chorizos picantes con pan. Hablaban del mundial de fútbol, muy aireados y enfadados unos por la eliminación de los suyos; otros afirmaban que lucharon todo lo que pudieron. De pronto oyeron y vieron cómo las aguas avanzaban por las zanjas del pobre Luis. Todos se levantaron para que pies y piernas no se les mojaran. Luis, cuando acabó de beber y comer lo suyo, con el agua hasta el ombligo, se fue sin despedirse de nadie, chapoteando y andando con dificultad hasta su casa, donde entraba por la cuadra a una vivienda bajo tierra, encajada entre dos montículos y un techo de rocas con robles en el tejado.

    Después de una semana en la que no vieron a Luis, los vecinos le llevaron agua y alimentos. Cerraron la comunicación del río con los caminos con tierra, pero era imposible achicar tanta agua de tantos kilómetros y kilómetros de trincheras.

    En ese tiempo ya arribaban los primeros veraneantes. Eran abuelos con los nietos que al final de junio terminaban las clases. Cuatro familias con sus ocho nietos, niños y niñas de entre siete y doce años, ya rompían lo vida cotidiana de esos montes de una pre cordillera cantábrica muy poco habitada.

    A falta de otras distracciones, la imaginación infantil aprovechó los ahora canales de agua de Luis para navegar con pequeñas balsas de palos atados y unos remos improvisados. Por los prados del valle se divisaban en la cercanía y lejanía pequeños remadores subidos a sus balsas en pantalones cortos y camisetas deportivas con nombres de colegios y equipos como el Fútbol Club Barcelona o el Real Madrid. Los griteríos por las carreras entre ellos y chapoteos llenaban los espacios que dejaban libres álamos, alisos, paleros, cerezos, manzanos y hierbas de los campos.

    Luis decidió vestir el traje de pescador de truchas y continuar con su vida. Andaba entre las aguas torpemente al principio, pero a los tres días se acostumbró. Había un niño que desde siempre le intrigó. Era el mayor de todos, de catorce años y el único que no era nieto, si no sobrino nieto de un viejo amigo suyo ya fallecido. Venía con su tía abuela al acabar el colegio en Valladolid desde que nació. Las veces que había hablado con él, que no fueron muchas, siempre salieron de su boca las mismas palabras: Mi tío abuelo me decía que cuando fuera al circo y viera a los trapecistas jamás llevara una lagartija dentro de una caña. Luis le preguntaba por qué; pero Víctor, que así se llamaba el alto y delgado niño de pelo rubio largo y cara pecosa, se iba sin añadir nada más.

    Luis se había estrujado el cerebro durante todos esos años intentando descifrar la respuesta, hasta tal punto que mientras cavaba sus larguísimos senderos vitales meditaba constantemente sobre esa cuestión.

    Los canales artificiales pronto se hicieron famosos por las aldeas cercanas y recibían cada vez a más niños que venían con balsas que ellos mismos construían. Los chavales dictaban sus propias normas y no dejaban, por ejemplo, que ninguno viniera con barquitas de plástico de playa ni ninguna que no estuviera fabricada por ellos. Se reían cuando alguna pequeña bajada aceleraba los trocos atados con cuerdas y los hacían tambalear y forzar equilibrios que muchas veces acababan por tirarlos de espaldas o de frente a las aguas frías de las acequias fortuitas. Otras veces era peor por la dura caída en los prados o cantos rodados de los bordes de los canales.

    Los mayores, unos por hacer compañía a niños y a Luis, otros porque allí se pescaban mejor las truchas y peces del río desviado, o porque simplemente era mucho más divertido, también empezaron a transitar las profundas y anchas caceras cavadas por Luis.

    En poco tiempo, las zanjas acuáticas estaban pobladas de gentes venidas cada vez de más lejos. Familias enteras veraneantes acudían a la aldea a pasar el día recorriendo los cauces que transcurrían por el valle, laderas, veredas del río y calles de la misma aldea. Y no se les permitía salir de ellas, ya que un edicto de la Junta Vecinal obligaba a todos durante el estío, hasta el uno de septiembre, a no salir de las zanjas de Luis.

    De esta manera, Evaristo servía bebidas y comidas a los turistas puestos en fila dentro de los estrechos cauces; así como la pequeña y única tienda.

    La junta Vecinal, así mismo, colocó un tablón de anuncios en la puerta de la iglesia. En él, con letras grandes, se ofrecía un premio de mil euros para el que descubriera por qué no se debe entrar al circo con una lagartija metida en una caña cuando actúan los trapecistas. El que algo supiera de ello debía decirlo los domingos al mediodía, después del fin de la misa del señor cura, un oficio que se realizaba también dentro de los canales de aguas, con el mismísimo cura metido en ellas y vestido de litúrgica eclesiástica, a la antigua usanza y en latín.

    Era Víctor quien diría, el último domingo de agosto, el que había acertado.

    Este curioso premio, al igual que las profundas acequias, se infló de fama rápidamente. Las páginas de Facebook de y otras muchas de Internet, se hicieron eco de tan curioso premio y aldea, incrementando la valía de él, ya no por días, si no por minutos. Miles de extravagantes millonarios y no tan millonarios, aportaban dinero para el que descubriera ese por qué tan extraño. A las dos semanas, casi al final de julio, el premio era de más de diez millones de euros.

    Miles y miles de personas llegadas de todos los puntos del mundo se apelotonaban a las entradas de las zanjas de Luis. Era casi imposible andar por ellas sin meter mano, queriendo o sin querer, a todo el que estuviera cerca de uno.

    Los camiones de reparto de alimentos, bebidas, recuerdos de turistas, vestidos, calzados y todo lo necesario para tantísima gente, aparcaban a kilómetros de la aldea y transportaban la mercancía en pequeñas balsitas de troncos construidos por ellos, según marcaba la ley de los niños.

    Se quiso abrir nuevos zanjas como las de Luis, pero ni la Junta Vecinal ni la mayoría aceptó. Se daba por hecho que la gracia era transitar las de Luis.

    Helicópteros de un sin fin de países sobrevolaban día y noche los montes, dando imagen en directo, y las veinticuatro horas, de lo que ocurría en ellas. Millones de telespectadores seguían los acontecimientos entusiasmados. Las casa de apuestas se forraban con que sí alguien adivinaría o no por qué no se debe llevar una lagartija dentro de una caña al circo cuando actúan los trapecistas. Si habrían muchos muertos, cuántas picaduras de mosquitos, cuántos apaleados a remos por los nervios, cuántos hijos se engendrarían al amparo de las ahora amarronadas aguas, cuántos helicópteros se estrellarían...

    El último domingo de agosto, día en el que se fallaba el premio, que ahora ascendía a más de cien mil millones de euros, desde la cumbre de la montaña más alta, se divisaban las zanjas acuáticas atestadas de gente que oía por altavoces la misa. Como una telaraña gigante e inmensa donde no cabía ni una mosca más, donde brazos de mujeres, niños, hombres y ancianos saludaban al aire de los vehículos voladores: globos, alas delta, helicópteros, aviones, cometas y pequeños aparatos teledirigidos; como una inmensa telaraña que recorría valles, laderas, prados y río se veía esta tierra tan desconocida y apartada.

    Todas las televisiones del mundo retransmitían el acto. Miles de millones de telespectadores esperaban saber quién era el afortunado que se haría de golpe el más rico de la Tierra.

    Terminó la misa y salió el cura de las aguas y sacó a Víctor. Le puso el micrófono cerca de la boca y le preguntó quién acertó por qué no se debe entrar con una lagartija dentro de una caña en un circo cuando actúan los trapecistas.

    Las respuestas presentadas habían sido millones y millones y millones.

    Víctor dijo: Sólo la sabe el señor Luis, el mismo que construyó estas zanjas, ahora recorridas por las aguas del río.

    Luis gritó: Yo no lo sé. He esperado toda la vida este momento porque creí que tú lo sabías, Víctor.
    Y el cura, entonces, dijo que el premio quedaba desierto.

    Vicente salió de la zanja y dijo: Porque cuando vibra la lagartija dentro de la caña vibran las cuerdas que sujetan al trapecista y los nervios de éstos, haciéndolos caer a la dura Tierra. Son dos mundos paralelos que no se deben conectar, como las zanjas de Luis con las aguas que yo conecté. Esto hizo perder la realidad a todos nosotros. El hombre es de la Tierra y las aguas de Dios, el alma de Dios, y ésta no debe ultrajarse nunca. No se deben desviar los ríos y jugar con ellos. No se debe jugar con los animales y encerrarlos. Y entonces Luis surgió de sus zanjas y caminó sobre la Tierra Firme.
     
    #1
    Última modificación: 11 de Diciembre de 2014
  2. Rosario Martín

    Rosario Martín .

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    Un par de cañitas y sus pinchitos correspondientes,
    la comida un poco después y el segundo café
    mientras lo comento.Es decir, señor Évano,
    que he leído haciendo pausas, pero a conciencia,disfrutando.
    Si José Luis Cuerda lee su relato igual se plantea
    una nueva entrega de "Amanece que no es poco"
    ¡ Qué bárbaro ! a imaginación le sienta genial el monte,
    por aquí se asaría.Un placer la visita.

    Un beso de tarde mojada :)
    demasiada agua en su relato
     
    #2
  3. Ligia Calderón Romero

    Ligia Calderón Romero Moderadora foro: Una imagen, un poema Miembro del Equipo Moderadores

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    Aplausos mi estimado Vicente!
    así que [FONT=&quot]¿ya eres millonario? eh!
    curioso, de niña pensaba que
    debía haber una zanja para caminar yo
    así no sería más alta que todos mis compañeros
    de escuela jejeje
    Excelente!
    mantuviste mi atención y me trasladaste a mi infancia que ya estaba resuelta jeje, y luego ese final, en fin disfrutpe en grande la lectura,
    abrazo en la distancia y gracias, siempre me transporto con tus temas,

    ligiA
     
    #3
  4. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias Rosario y Ligia por pasar por estas letras. Un fuerte abrazo.
     
    #4
  5. Lirae

    Lirae Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Es increible y maravillosa la capacidad que tienes para imaginar, narrar y hacer entender.
    Comencé a leer con agrado, seguí con una sonrisa, pero cuando entendí el mensaje, más bien me entristeció...
    En fin, no entiendo demasiado de los problemas que trae desviar aguas de un lado a otro, en mi tierra no existen los rios...pero ya nos están abriendo zanjas en nuestras aguas, para buscar el preciado oro negro, y fastidiar las islas y enriquecerse los de siempre...
    Un abrazo...
    Mis respetos siempre para tus escritos, que marcan la diferencia.
     
    #5
  6. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Señora Lirae, en la 2 de televisión hay un documental que se puede ver por Internet (aunque hay muchos más) que explica la importancia del agua. Muchos científicos y sabios (los mejores de este planeta) aseguran que será la principal causa de guerras futuras y muertes (ya lo es hoy en muchos países). Es lo más sagrado que tenemos y la tratamos como mierda. Un abrazo, amiga.

    Tengo familia en Fuerteventura, por lo que sé lo que está ocurriendo con las prospecciones marítimas petrolíferas de allí.
     
    #6
  7. Lirae

    Lirae Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Señor Evano, entiendo lo de la importancia del agua, hasta ahí llego...más bien me refería a que no estoy muy al tanto de los problemas que ocasionan las desviaciones de los rios en los pueblos...por la sencilla razón, de que no tenemos rios, y si agua en abundancia, al menos en mi isla...
    Estoy con usted, en que el agua es el oro por el que se derramará sangre...
    Gracias...
    Un abrazo.
     
    #7
  8. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Es muy largo de explicar (por ello le digo lo del documental). Entre otras cosas porque aquí todavía se riega por acequias, por zanjas de inundación, como se hacía hace mil o quinientos años. Luego están las cloacas que se vierten directamente a los ríos, sin tratar (aquí poco y en mi pueblo hay uno que puedes beber directamente del río, el otro no, aunque está muy limpio ya que estamos casi en el nacimiento, en los Montes de León. Pero conforme se va bajando hacia la ribera, en cada pueblo, es peor).Ya le digo, es un tema vital (quizás aquí y ahora no, pero en otros lugares ya lo es). Gracias a usted y un fuerte abrazo.
     
    #8
    Última modificación: 30 de Junio de 2014
  9. dulcinista

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    Una obra genial queido amigo, sin duda
    tu imaginación es portentosa. Pero esta sin el talento
    para desarrollarla en mundos maravillosos no sirve de nada.
    Y a ti ese talento te sobra. Un abrazo.
     
    #9
  10. La Corporación

    La Corporación Poeta veterano

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    Un relato para exprimirlo y, con el jugo, hacer un buen mojito en esta mañana de calor.
    En el hombre, imagen especular de ese mundo que describes, pasa un poco igual debemos diferenciar los torrentes superficiales que nos recorren la piel, necesarios y placenteros, de los subterráneos que habitan el alma, los únicos inagotables.
    Buen relato.
    elPrior
     
    #10
  11. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias señor Eladio por tan amable comentario. Se le saluda, compañero.
     
    #11
  12. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias Prior por ese comentario que denota una mente clara. Se le saluda, compañero.
     
    #12
  13. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Dios para mí significa Todopoderoso (y creo que para muchos, sino todos). Y todapoderosa es el agua, y el hombre y la mujer somos 70 % de agua, y todo lo vivo es agua, a ello me refiero, no a un señor; pero claro, se sabe ahora que lo he explicado. Muchas gracias Tigana por tu amable visita y un abrazo, compañera.

    Creo que la lucidez se debe a que el agua de aquí baja directamente de un hontanar, no hay ni contadores, por lo que no pagamos agua, de momento.
     
    #13

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