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LEOPOLDO ALAS - España

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por durgell, 28 de Septiembre de 2005. Respuestas: 0 | Visitas: 2137

  1. durgell

    durgell Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    23 de Septiembre de 2005
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    Leopoldo Alas Arnedo (La Rioja) en 1962 y lleva más de veinte años dedicado en cuerpo y alma a la literatura. Se dio a conocer con una antología de poesía joven de la mano de Vicente Molina Foix en 1981.

    Polifacético en toda la extensión de la palabra, ha cultivado prácticamente todos los géneros literarios. Ha publicado dos libros de relatos, Africa entera tocando el tam tam (1981) y Descuentos (1986); tres de poesía: Los Palcos (1988), La condición y el tiempo (1992) y La posesión del miedo (1996); dos novelas: Bochorno (1991) y El extraño caso de Gaspar Ganijosa (2001); y cuatro ensayos: La orgía de los cultos (1998), De la acera de enfrente (1994), Hablar desde el trapecio (1995) y Los amores periféricos (1997). También ha escrito y estrenado dos obras de teatro, Última toma (1985) y La pasión de madame Artú (1992), y es autor de dos libretos de ópera, Sin demonio no hay fortuna (1987) y Estamos en el aire (1991). Su último libro de ensayos es Ojo de loca no se equivoca (2002), su último libro de poemas: El triunfo del vacío (2004).

    Entre 1987 y 1992 dirigió la revista de poesía Signos y actualmente dirige la colección de libros Ocnos-Alas (editorial Dilema). Desde 1986 publica con asiduidad sus artículos en diferentes revistas y periódicos. Es colaborador habitual del diario EL Mundo y presenta el programa radiofónico Entiendas o no entiendas.


    _____


    Regalo de cumpleaños

    Te pido, Ochún, que hagas un pequeño milagro.
    La Habana está detrás de la cortina
    (idéntica, de flores, a la colcha)
    que cubre el ventanal
    en este hotel absurdo de extranjeros.
    Metrópoli de un sueño,
    la miro desde el piso dieciocho,
    los edificios altos de un señorío ajado
    y enjambre de buscones
    apostados en todas las esquinas.
    —Ustedes ya no vienen como antes,
    se les ve tristes —me decía uno.
    —A ustedes también —le he contestado—,
    ahora todos lo estamos.
    La tristeza del fin,
    la estela del amor que se ha perdido.
    Los dólares han sido la carcoma
    que devoró la víscera venérea,
    el envoltorio que ahogó sus latidos.
    Y yo pido a la Caridad del Cobre
    que ese incendio solar, del Malecón al cielo,
    devuelva la pasión y el amor a la isla
    en su ocaso de plata,
    porque me siento igual desamparado
    en la fragilidad de un tiempo que se agota.
    Y al frente, en la avenida, Coppelia entre las copas
    de los árboles parece una nave
    que olvidó el firmamento
    mientras la noche llega, tan mal iluminada,
    cuando el deseo estalla con su rostro
    obsceno de ansiedad y de comercio.
    Te pido, Ochún, que por mi cumpleaños
    coloques otra vez cada cosa en su sitio
    y que vuelva a brotar el amor por mis ojos
    como estas lágrimas brotan ahora,
    que apenas los empañan,
    pero abundante, sentido, sincero.
    Porque no quiere ser extranjero
    que paga con divisas los cuerpos del placer
    a las puertas del Yara, vacíos y perfectos.


    _____


    Adiós Gastón

    Mañana darán toda clase de explicaciones.
    Se llenarán de viudas los suplementos.
    Vanidosos exegetas dirán del fuero interno de su vida
    y elogiarán con citas al gran poeta que murió
    olvidado.

    No fue a velarle al tanatorio de la autopista.
    Y en esta oscura noche, de regreso,
    pensando que faltaste, por derrame,
    al último homenaje que te hicieron,
    comprendo que tu ausencia fue el poema.
    Qué ironía final, Gastón Baquero,
    que enviaste en los días que acababas
    a un cubano de Cuba que es santero,
    a un cubano de aquí que ha sido un espejismo
    y a un tercero, poeta, que me encuentro, me saluda,
    me mira
    y brota como en tromba la tristeza.
    Tampoco fui a llorarte al crematorio
    ni sé si incineraron tu sombrero.

    ¿Qué anotación al margen con tu caligrafía
    de trazos ilegibles, y en qué montón de libros,
    anunciaba tu muerte o tu epitafio?
    Era verano, la calle vacía.
    Andabas muy despacio y en aquel restaurante
    te sentabas al fondo mirando hacia la entrada.
    “Es lo primero que aprende un buen gángster.
    Así nunca te matan por la espalda.”
    La muerte innominada se bautiza
    con tu nombre, Gastón, en La Almudena.
    Y tú que nos decías que el exilio no existe
    porque la cuna del hombre es la tierra.
    No importa dónde estés, te encuentras en tu casa.
    Exilio sería que vinieran habitantes
    de otros astros y nos llevaran lejos.
    Pero en la tierra no. Estemos donde estemos,
    siempre tendremos,
    a la misma distancia las estrellas.
    En la tierra, decías, tú que eres
    cenizas en el aire.
    Gastón el exiliado
    Abandona la isla de la vida
    y los libros. Llevaba por maleta
    su espíritu, pequeño paraíso.
    Nadie puso laureles en su frente.
    Y en esta noche lenta, de triste velatorio
    yo en mi ausencia le velo desde casa
    y pido tamarindos consagrados.
     
    #1

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