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Letanías de la tierra muerta

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por Belu, 28 de Noviembre de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 1488

  1. Belu

    Belu Padme

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    Mujer
    LETANÍAS DE LA TIERRA MUERTA

    A Gabriela Mistral



    Llegará un día en que la raza humana
    Se habrá secado como planta vana,

    Y el viejo sol en el espacio sea
    Carbón inútil de apagada tea.

    Llegará un día en que el enfriado mundo
    Será un silencio lúgubre y profundo:

    Una gran sombra rodeará la esfera
    Donde no volverá la primavera;

    La tierra muerta, como un ojo ciego,
    Seguirá andando siempre sin sosiego,

    Pero en la sombra, a tientas, solitaria,
    Sin un canto, ni un ¡ay!, ni una plegaria.

    Sola, con sus criaturas preferidas
    En el seno cansadas y dormidas.

    (Madre que marcha aún con el veneno
    de los hijos ya muertos en el seno.)

    Ni una ciudad de pie... Ruinas y escombros
    Soportará sobre los muertos hombros.

    Desde allí arriba, negra la montaña
    La mirará con expresión huraña.

    Acaso el mar no será más que un duro
    Bloque de hielo, como todo oscuro.

    Y así, angustiado en su dureza, a solas
    Soñará con sus buques y sus olas,

    Y pasará los años en acecho
    De un solo barco que le surque el pecho.

    Y allá, donde la tierra se le aduna,
    Ensoñará la playa con la luna,

    Y ya nada tendrá más que el deseo,
    Pues la luna será otro mausoleo.

    En vano querrá el bloque mover bocas
    Para tragar los hombres, y las rocas

    Oír sobre ellas el horrendo grito
    Del náufrago clamando al infinito:

    Ya nada quedará; de polo a polo
    Lo habrá barrido todo un viento solo:

    Voluptuosas moradas de latinos
    Y míseros refugios de beduinos;

    Oscuras cuevas de los esquimales
    Y finas y lujosas catedrales;

    Y negros, y amarillos y cobrizos,
    Y blancos y malayos y mestizos

    Se mirarán entonces bajo tierra
    Pidiéndose perdón por tanta guerra.

    De las manos tomados, la redonda
    Tierra, circundarán en una ronda.

    Y gemirán en coro de lamentos:
    ¡Oh cuántos vanos, torpes sufrimientos!

    —La tierra era un jardín lleno de rosas
    Y lleno de ciudades primorosas;

    —Se recostaban sobre ríos unas,
    Otras sobre los bosques y lagunas.

    —Entre ellas se tendían finos rieles,
    Que eran a modo de esperanzas fieles,

    —Y florecía el campo, y todo era
    Risueño y fresco como una pradera;

    —Y en vez de comprender, puñal en mano
    Estábamos, hermano contra hermano;

    —Calumniábanse entre ellas las mujeres
    Y poblaban el mundo mercaderes;

    —Íbamos todos contra el que era bueno
    A cargarlo de lodo y de veneno...

    —Y ahora, blancos huesos, la redonda
    Tierra rodeamos en hermana ronda.

    —Y de la humana, nuestra llamarada,
    ¡Sobre la tierra en pie no queda nada!

    * * *

    Pero quién sabe si una estatua muda
    De pie no quede aún sola y desnuda.

    Y así, surcando por las sombras, sea
    El último refugio de la idea.

    El último refugio de la forma
    Que quiso definir de Dios la norma

    Y que, aplastada por su sutileza,
    Sin entenderla, dio con la belleza.

    Y alguna dulce, cariñosa estrella,
    Preguntará tal vez: ¿Quién es aquélla?

    ¿Quién es esa mujer que así se atreve,
    Sola, en el mundo muerto que se mueve?

    Y la amará por celestial instinto
    Hasta que caiga al fin desde su plinto.

    Y acaso un día, por piedad sin nombre
    Hacia esta pobre tierra y hacia el hombre,

    La luz de un sol que viaje pasajero
    Vuelva a incendiarla en su fulgor primero,

    Y le insinúe: Oh fatigada esfera:
    ¡Sueña un momento con la primavera!

    —Absórbeme un instante: soy el alma
    Universal que muda y no se calma...

    ¡Cómo se moverán bajo la tierra
    Aquellos muertos que su seno encierra!

    ¡Cómo pujando hacia la luz divina
    Querrán volar al que los ilumina!

    Mas será en vano que los muertos ojos
    Pretendan alcanzar los rayos rojos.

    ¡En vano! ¡En vano!... ¡Demasiado espesas
    Serán las capas, ay, sobre sus huesas!...

    Amontonados todos y vencidos,
    Ya no podrán dejar los viejos nidos,

    Y al llamado del astro pasajero,
    Ningún hombre podrá gritar:
    ¡Yo quiero!...

    ALFONSINA STORNI
     
    #1
    Última modificación: 30 de Noviembre de 2009

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