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Libertad

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por blue spring, 5 de Junio de 2010. Respuestas: 2 | Visitas: 542

  1. blue spring

    blue spring Poeta recién llegado

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    Libertad
    Lo vio ingresar a la oficina desaliñado y con la postura que denotaba el cansancio que lo identificaba desde hacía un mes. Todos los lunes ofrecía el mismo espectáculo y ella preveía que pronto comenzarían sus comentarios sobre los partidos de football del fin de semana mientas que bebía dos o tres cafés cortos a los que le sucederían las quejas sobre la madre de sus hijos, de quien se estaba divorciando, y que simulaba reservarlas a un interlocutor en especial, pero que en realidad las compartía con toda la oficina, debido al elevado tono de su voz.

    Sus pensamientos sobre política, el color de la ropa interior de sus ocasionales acompañantes y sus contratiempos domésticos eran de dominio público. Los compañeros de oficina se habían convertido en una suerte de familia sustituta sin opción a elección, que compartían la visión de sus camisas ajadas y el vaho de su mal aliento. En psicoanalistas apócrifos, en abuelos y padres postizos, en agentes inmobiliarios, en consejeros financieros y legales quiméricos en su fin del mundo.

    Su desacomodo emocional era evidente al igual que su soledad y sentimientos de pérdida, pero él no cedía. En su discurso, él vivía y viviría en la gloria lejos de esa bruja porque había recuperado su ansiada libertad. Además había inaugurado un irreversible problema económico, pensó. Como cualquier otro modesto integrante de la clase media, destinaría una parte de su sueldo a solventar la alimentación de sus hijos, pero los gastos se multiplicarían a medida que los chicos avanzaran en el colegio y al crecer aumentarían sus inquietudes y obligaciones sociales. Indefectiblemente llegaría el momento en el que el dinero no alcanzaría para satisfacer su nueva libertad sin retacearle a su ex mujer el dinero necesario. A partir de este momento cada hito en la vida de sus hijos acarrearía una amarga discusión por el dinero. Los cumpleaños, las comuniones o los viajes de fin de curso serían las ocasiones en que los reproches, viejos y nuevos, justificados o no, trastocarían la alegría de cada fecha en amargura. La falta de plata, le harían olvidar la felicidad que había sentido al conocer a su mujer o con el nacimiento de sus hijos.
    Se sentiría acorralado y perseguido por los compromisos que había contraído y que pretendería desconocer.

    Ese lunes compartió con su familia adoptiva su último logro en administración doméstica. El domingo se había levantado muy tarde y cansado por la trasnochada del día anterior, a la tardecita había hecho unos fideos que había comido directamente de la cacerola parado en la cocina, para no ensuciar muchos platos y de ese modo lavar menos cosas. ¡Un plato! Estaba exultante con su hallazgo y lo relataba lleno de fingida alegría. Sin comprender que había comenzado a abandonar las prácticas de su condición humana al comer desde un tacho.

    Ella lo imaginó en calzoncillos, transpirado y con el pelo revuelto después de haberse levantado de la cama con cuarenta grados de calor. Bebiendo de la botella de plástico de una gaseosa de un litro y medio frente a la puerta imprudentemente abierta de la heladera, mientras el agua de los fideos se rebasaba peligrosamente sobre la hornalla.

    Conocía la sensación de cenar en el silencio. Un solo vaso y un solo plato sobre la mesa y las sillas vacías. La vivienda deshabitada y los ruidos de la avenida en la lejanía. Al contemplarlo, veía en él, los crecientes vestigios de su abandono personal. Al menos dormía y comía, pensó y eludía los signos inequívocos de la depresión.

    Finalmente lo vio sentarse en su escritorio. La espalda encorvada, la cabeza baja, los brazos cruzados apoyados sobre el mueble, imbuido en sus pensamientos. Tenía el pelo crecido, se le arremolinaba en la nuca sobre el cuello de la camisa del que sobresalía la corbata azul. Casi quince minutos más tarde no había cambiado de posición. Su actitud la asustó, pensó que se parecía mucho a la del estado catatónico.

    Habían transcurrido dos años desde su propia separación. Recordó su actitud inaccesible y agresiva. Su ruptura matrimonial había aniquilado sus sueños y proyectos y la había convertido en un ser sospechoso a los ojos de los demás. Volvió a sentir en el pecho el desasosiego de sentirse desorientada, dando vueltas por su departamento, al levantarse los fines de semana, cuando sus hijos estaban con el padre. Desconcertada frente a la almohada vacía y los juguetes silenciosos. Repentinamente, en el monitor de la computadora en la que se encontraba trabajando vio la imagen de su anocheceres de domingo. Sentada en el borde del sillón con los dientes apretados y el cuerpo tenso, los codos apoyados en las rodillas y la cabeza sostenida entre las manos esperaba hipnotizada frente al televisor, con fulgurantes comerciales de familias modelo que le parecían ininteligibles, la llegada de sus hijos.
    Volvió a apretar los dientes e intentó seguir trabajando.
    La opresión en el pecho le recordó los ojos inmensos de sus hijos al preguntar: ¿Porqué papá no cena con nosotros?
    Y se preguntó ¿Qué es la libertad?
     
    #1
    Última modificación: 16 de Diciembre de 2015
  2. cipres1957

    cipres1957 Poeta veterano en el portal

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    Buena pregunta. Quizás no haya una respuesta única o precisa; quizás la libertad como tal no exista y lo que de alguna manera vivamos sean solamente rebeldías de solterías recuperadas, en este caso, de igual manera siempre somos "esclavos" de algo. Muy buena prosa, una realidad que también me he planteado alguna vez; ahora hago lo que quiero (por supuesto, un simple autoengaño...je)

    Saludos vecina y buen domingo.
     
    #2
  3. blue spring

    blue spring Poeta recién llegado

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    Muchas gracias VECINO. Buena semana. Susana
     
    #3

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