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Lindo día

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Starsev Ionich, 9 de Abril de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 341

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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    26 de Marzo de 2011
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    Lindo día


    El cielo era imponente y de un blanco percudido que amenazaba con la lluvia; aunque más que amenaza el cielo dictaba una advertencia, pues una leve llovizna mojaba su cabello suave y hacía resbalosas sus manos sujetas al columpio, las cuales con fuerza entre un ataque de risa lograban sostener aquel cuerpo esbelto...

    Los nubarrones que, tras una serie de elucubraciones confirmarían la alegría del rostro de la pequeña, dejaban escapar pequeños retazos azules que recordaban la infinidad del mar, la alegría de los niños jugando. Probablemente, el sol con fuerza evaporaba la blancura del cielo para aquel momento kodak. Sin embargo, el flash de un joven con perspectiva no esperó la vanidad del cielo para posar un poco más azul, más puro, más como la niña que protagonizaba la foto.

    Buen momento para un clic por revelar, no había que dudarlo. El lago, de fondo, amplio y tranquilo, recordaba al de un viejo condado en Tennessee, del cual, en cualquier momento saldría un cocodrilo gigante devorando ese pedacito de juventud. Los arboles, perfectamente reflejados en el agua acompañaban ese tramo de película con una nostalgia unánime, con una reminiscencia prehistórica.

    Se columpiaba de forma picara, mientras yo enfocaba el lente. Su cuerpo en movimiento, infantilmente pendular, era separado del agua por una cerca que evitaba que los niños se ahogaran o consumieran el liquido empozado, que probablemente, asesinaría a cualquiera de una enfermedad latente, activada por la infección

    El pariente del rodadero, esa estructura que fue culpable de nuestro primer vértigo, se fijaba a la fina arena bañada por un sol de oro, con fuertes placas de concreto. Ana se columpiaba rauda, alegre, casi volando por el aire, y por poco, desenterrando las vigas de la antigua atracción mecánica; ese artilugio de parque infantil nunca había recibido una princesita en su silla, y tampoco se entero cuando pudo haberlo hecho..., de lo contrario la hubiera sujetado con toda sus fuerzas impidiendo que se bajara. Yo, además, le hubiera contado al corroído columpio, con lujo de detalles, lo especial que era Ana, sobre su frescura, de su tierna forma de mover los labios a hablar, del sonido entre altivo y consentido de su voz...

    En las postrimerías de su pequeña vida -tan solo tenía 8 años-, quiso respirar un poco entre la selva de concreto. Llegamos al parque público que se levantaba colosal entre la humareda de los carros, entre la mitad de la ciudad. Fue una linda tarde para jugar a columpiarse.

    Ese día no estábamos solos. Además de mi, a ella la acompañaba una sombra que se reveló misteriosamente en nuestras vidas, muchos días después de haber tenido las fotos impresas en nuestras manos. Una sombra que esperaba, tal vez, visos de su inocencia..., o un destino del que no quería ser parte. También, pobre sombra...

    Luego de la foto, Ana se bajó de la estructura de metal que, increíblemente paró en seco, como detenida por una mano lúgubre. Superando los límites de la cerca -que separaba el parque del lago-, bebió del agua empozada, como envuelta por un ataque de sed, como si no hubiera sido amamantada de cría, ella, que fue en su periodo prenatal tan glotona.

    Murió a los pocos días a causa de una salmonelosis y de un débil pasado inmunológico. Lupus. No sé, si ahora mi conducta está controlada por el remoto sentimiento de su ecoico nombre, por mi soledad enferma barnizada de su recuerdo, o por mi especial forma de percibir el arte en esta vieja fotografía: ella volando por los vientos con su risita nerviosa. Lo único que sé, es que mi carácter huraño y moralista en otra oportunidad se habría roto, y juntos, mi hermana y yo, habríamos bebido el agua del lago a cantaros sin importar las consecuencias.
     
    #1
    Última modificación: 9 de Abril de 2016
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