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Lola

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ATDRIEL, 11 de Octubre de 2021. Respuestas: 2 | Visitas: 352

  1. ATDRIEL

    ATDRIEL Poeta asiduo al portal

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    Recuerdo aquel día, cuando era gris el cielo: nublado. Pudo haber sido en otoño o invierno, no recuerdo bien. Sólo sentía un frio que calaba hasta los huesos. Pero mi mente en absoluto no estaba nada nublado. El baile de ideas y pensamientos eran tan diáfanos como una mañana de verano. En mi cabeza podía caber una gran banda de rock, tan potente a la hora de estar ensimismado. No sé si pocos y muchos llevan por dentro su propio ritmo melódico. El mío era claramente rockero. No era un músico, más bien melómano. Aunque no estaba lejos de ser un artista. Y creo, sin equivocarme, que de ello, ella se había enamorado de mí. Había estado mucho tiempo solo, sin pareja oficialmente declarado y comprometido. Pero eso no mellaba de que fuera sexualmente activo. Tenía encuentros furtivos con algunas mujeres. Estaba como pez en el agua saciando mi agitado deseo libidinoso. Lo tomaba como un mero deporte físico que reafirmaba mi vital juventud. Y confieso de que no me iba nada mal. Tenía, también, un ejercicio más añejo que aquél, que era la de devorar libro tras libro. Como un león hambriento que fuera dejado en libertad y se adentrara en la jungla para saciar una necesidad postergada. Así era yo, un león en la cama y un león en el escritorio. Me conoció así la que fuera una compañera de viaje, asiduamente cómplice de mis exageradas aventuras: Lola.
    Lola, la loca estudiante de secundaria que por casualidades del destino, volvía hacia mí. Para aquel entonces, yo pasaba de ser un estudiante taciturno y tímido. A veces se me daba por tartamudear, cuando con cierto miedo adolescente, enfrentaba el trato con mis compañeras. Sentía como me congelaba y sudaba frio cuando ellas me decían: “¿Te pasa algo?”, decir algo era poco, creo que me pasaba todo. Se burlaban de mí. Qué poco hombre eres para nosotras, creí que eso pensaban de mí. Pero secretamente en mi interior me gustaba que fueran así conmigo. Era un masoquismo hedonista porque de alguna manera yo las atraía. No era el más guapo de la clase pero al menos sabía que por alguna razón ellas se fijaban en mí. Y dentro de esa burla, destacaba ampliamente Lola. Era muy extrovertida y divertida. Eso me seducía. Recuerdo muy bien cuando nos topamos en el gimnasio de la escuela. Había terminado la clase de gimnasia y mis compañeros se fueron al vestuario, pero yo no fui. Me quede merodeando el vestuario de las mujeres. Veía como una por una mis compañeras salían ya cambiadas con su uniforme de escuela. Sabía ya de antes que la última en salir era Lola. Cuando no había ya moros en la costa, me escabullí por la puerta del vestuario sigilosamente como si fuera una gato. Entré y lo vi parada, al parecer no se sorprendió con mi presencia. Fue como si me estuviera esperando. Su primera reacción fue sonreírme maliciosamente: “Acércate minino (minino era mi apodo para ellas), no me tengas miedo que no muerdo.” Esa imagen de ella, ya con la falda escolar puesta, y con el sujetador a la vista sujetando sus voluminosos senos, se quedó grabada en mi mente para siempre. Me acerque tímidamente hacia Lola. Ella me sonreía pícaramente cuando llegue a estar cara a cara. No dije ninguna palabra. Cuando de repente, bajo su sujetador dejándome sin aliento al ver sus pechos con los pezones muy rosados. Me cogió de la cabeza y me los restregó por la cara. Mi timidez se esfumó y le dije: “¿Puedo?”, “Hazlo pero rápido”, me dijo. Y así fue que siendo un adolescente de dieciséis años, empecé a saborear la exquisitez de la carne. Entonces cogí con mis dos manos sus senos, los amasaba y me los chupaba como si fuera un bebé recién nacido, con ansiedad. Lola disfrutaba el momento y decía: “ Ya ves minino que bien te gusta hacerlo, acaba ya que me estoy excitando y no quiero pasar al segundo nivel (tener sexo)”. Y por desgracia no hubo segundo nivel, quedó como una promesa incumplida, que recordaría por siempre. Llegó diciembre y se acababa la escuela para nosotros. Después de ese memorable episodio con Lola, antes que se acabaran las clases en la escuela, la miraba con disimulada lascivia, cada vez que yo la veía entrar al salón y ella me daba una sonrisa cómplice. Así estuvimos el medio año que faltaba para acabar la secundaria. Yo pensando en el segundo nivel y, ella tal vez, dudando de que entendiera de que se trataba ello. Todavía era un mocoso algo ingenuo. Cada noche al irme a la cama, soñaba con que ella me diera el segundo nivel (imaginaba lo que fuera). Tenía sueños húmedos que no podía reprimir. Se acercaba diciembre y no tenía aún el valor suficiente para pedirle el segundo nivel. Sabía que detrás de esa sonrisa cómplice había un mensaje oculto: “Ven pídemelo”. Y cada vez que lo pensaba hacer me entraba un miedo irrefrenable que me hacia temblar las piernas. Me ponía nervioso y me paralizaba. Así fue mi reacción durante los últimos meses del año. La frustración me agobiaba porque el año se acababa ya, y ese encuentro con ella, se me iba de las manos por cobardía. Recuerdo muy bien sus últimas palabras antes de despedirnos de la escuela: “Algún día sabrás lo que es el segundo nivel. Ya del primer nivel te graduaste. Adiós minino que te vaya bien y que tengas mejor suerte”.
    Fue en una reunión de la promoción de secundaria que volví a ver a Lola. Diez años después de haber acabado la escuela. Se había convertido en una mujer despampanante. Era el centro de atracción de mis demás compañeros y la envidia del resto de mis compañeras. Para aquel entonces, ya había dejado la timidez en el pasado. Era un poco pícaro y divertido. La reunión estaba en su apogeo: había música, licores y piqueos. Cuando en una de esas, nuestras miradas se encontraron. Ella tomó la palabra: “¡Hola minino, que cambiado estás!” esbozando una sonrisa de asombro. “Pues así es, como ves a hora soy todo un hombre”, respondí casi de inmediato. “Y ya no soy un minino” sentencie. “¿Recuerdas aquella vez lo que paso en el gimnasio de la escuela? le dije. “Hum… creo que no” reaccionó. Creo que se hacía la tonta. Así eran esas tipos de mujeres que pretenden jugar con uno. “Ven vamos a bailar, quiero demostrarte que deje de ser un minino, y que soy todo una fiera.” La rete. Se escuchaba una salsa, justo la música para demostrarle que bailarín puede uno ser. Por aquel entonces, corría el rumor de que como uno baila, demostraba que tan amante podía ser. Esto lo tenía muy claro Lola, la reina de los chismes. Y se lo demostré bailando una salsa con unos quiebres y movimientos improvisados, por momentos, y otras, juntando nuestros cuerpos, rozándonos al ritmo de la música. Confieso que por ratos me excitaba tener entre mis manos su monumental cuerpo. Yo sentía cierta coquetería de parte de ella, cada vez que bailábamos. Se dejaba llevar por el alcohol y la música. Bailamos sin parar casi toda la noche. Creo que ya la tenía rendida a mis pies. En cada baile le susurraba al oído: “Quiero que seas mi amante, no sabes lo que soy capaz de hacer si me aceptas”, se lo decía con una sonrisa cómplice, mientras ella bailaba locamente. Llegado el amanecer la fiesta se había acabado. Pero para nosotros empezaba una historia. “¿En verdad quieres estar conmigo?”. “Sí” le respondí con firmeza. En verdad no sabía si estuviera sola o con pareja, pero se comportaba como si no lo tuviera. Sólo deseaba tener su cuerpo a mi lado, ser dueño de ella y de nadie más. “Bueno solo prométeme una sola cosa, que miestras esté a tu lado, no mirarás a otra mujer que no fuera yo, lo entiendes, sólo te quiero para mí”, me lo dijo casi seriamente. Yo acepte esa condición que no era ajena para mí. Solía ser fiel con la mujer que estuviera a mi lado. Y así empezó nuestra historia de “amor”. Desde el primer día teníamos sexo a diario. Era insaciable. A veces era tan absorbente, que no me daba tiempo para siquiera escribir, que era algo que ella desconocía, hasta que lo hice saber que vivía de la escritura. Bueno “vivir” es un decir, por no decir que la mayor parte de mi tiempo lo dividía en leer y escribir. Y el dinero no faltaba, sabía donde encontrarlo. Pero ahora con Lola a mi lado, hice un espacio a mi tiempo para que cupiese el sexo en mi vida. Era arrebatador mi vida con ella, el elixir de vitalidad que jamás había sentido. Viajábamos mucho y a donde íbamos el sexo no dejaba de faltar. Era nuestro mejor hobby a parte de viajar. Vivíamos la vida locamente y con intensidad desmedida. Recuerdo muy bien cuando lo hicimos en la playa, una playa desierta que ningún mortal conociera. Estábamos en la arena y nos desnudamos. Corrimos hacia el mar y nos bañábamos sin pudor. El agua era algo tibia tirando para frio. Ella salió del mar y se echo en la arena húmeda, como cansada de tanto nadar. Yo fui a su encuentro, las gotas del mar corrían todavía por mi cuerpo. Ella me recibió con una sonrisa cómplice como adivinando lo que venía. Me recosté junto a ella, puse mi mano sobre su pecho y empecé a amasarlo y chupar su pezón erecto. Sentía que empezaba a excitarse. Seguía. Le besaba su cuello, su quijada hasta llegar a su boca. Luego, bajaba de nuevo a sus pechos, pasaba por su vientre y más abajo, trabajé con su clítoris. Ella gemía cada vez más y su cuerpo se retorcía de placer. Y el agua del mar que venía y se iba rítmicamente, mojándonos nuestros cuerpos. No hice más que embestirla al ritmo de las aguas, hasta oírla gritar de pasión. Así éramos los dos, a veces impredecibles e impetuosos. Exprimiendo nuestras vidas hasta más no poder. Vivíamos como si la vida se acabara al día siguiente. Por eso cada día lo vivíamos intensamente, como si las horas no perdonaran, como si el futuro no existiera más que como una mera ilusión, donde el amor, tal vez, descansara esperando a que llegáramos a él.
     
    #1
    A Mayca le gusta esto.
  2. Mayca

    Mayca ES EL MOMENTO DE DESPERTAR A LA ESPIRITUALIDAD

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    Me gustó, me tuvo interesada hasta el final de la prosa, gracias Atdriel por mostrar tus escritos, interesante historia, feliz día poeta, un saludo
     
    #2
  3. ATDRIEL

    ATDRIEL Poeta asiduo al portal

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    Gracias Mayca por tus palabras... me alegra que te haya gustado mi relato. Saludos.
     
    #3

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