Lolita

22/01/2009
Era sábado, mi trabajo consistía en ser abarrotera, no me podía quejar, no me pagaban mucho pero el trabajo era muy poco, me pagaban lo justo. Algunas veces el tener que lidiar con ciertas personas me era muy fatigante, aquellas que intentaban aminorar mi valor por ser una simple abarrotera, otros que con copas excesivas se atrevían a faltarme el respeto, otras que simplemente con su aspecto me hacían temblar de miedo, y algunas que irradiaban alegría y amabilidad entre otras cualidades.
En fin, fue un sábado 10 de enero, mi cabeza estaba por estallar, aunque eso ya no es extraño, a menudo mi cerebro toma la actitud amenazante de querer romper el cascaron que lo cubre. Pero quería distraerme un poco, esta vez el dolor no era tan fuerte como para impedirme salir de la cama, asi que , fui a trabajar.
El día había amanecido tan hermoso, casi casi podría decir que ese sol tan brillante era el presagio de lo que ocurriría. Al llegar a la tienda todo era normal, tan monótono pero no aburrido, la gente comenzó a llegar y yo trataba de sonreír y mostrarme amable, comencé a hacer mis deberes como si fuera mi primer día de trabajo, con el mismo empeño y como si tratara de demostrarle a alguien lo productiva y eficaz que podría ser acomodando mercancía. Todo estaba muy bien.

Alrededor a las 10 de la mañana, o algunos minutos más, entro a la tiendo una señora cuya hija en algún tiempo hacerla hablar se había convertido en un reto para mi. Ella nunca hablaba, jamás pronunciaba una palabra, solo sonreía, a todo quien le hablara, o preguntara algo, como respuesta obtenía una sonrisa de ella. Lolita, así se llamaba tenía 13 años, lo sé porque compartía el salón de clases de mi hermano de la misma edad al cursar la primaria.
Lolita era todo un misterio, cuando sonreía siempre acompañaba la sonrisa de una mirada profunda, penetrante, algunas veces las palabras no hacía falta en ella, en ocasiones podría jurar que de sus ojos obtenía todas las respuestas, otras veces parecía que se estaba burlando de mi, su mirada cambiaba al compás del canje de mis preguntas, y bueno, lo admito, en ocasiones cuando no tenía que preguntarle, terminaba formulándole la pregunta mas tonta que una futura docente podría hacerle a una niña de 13 años. Lolita tenía una discapacidad, y no era precisamente la de no poder hablar, porque si hablaba, hablaba sólo con su madre, con su hermano y su familia, sin embargo no sé que era lo que a Lolita la hacia no hablar con nadie más.
Cuando Lolita llegaba a la tienda le sacaba plática,es irónico, parecía que con Lolita podía tener una conversación, así como su mirada, “PROFUNDA”, al paso del tiempo, Lolita ya no era mi reto, al contrario, deseaba que mi oídos nunca oyeran la voz de Lolita, hacerla hablar ya no era mi objetivo.

Lolita dejo de ir a la tienda, la verdad y sinceramente con el paso del tiempo me olvidé de ella, tanto que ni siquiera me di cuenta que hacia casi un año que no la miraba, ni siquiera podía creer que tenía sin ver a Lolita un año. Hasta que su madre me lo hizo ver.

Ese día que llego la mamá de Lolia a la tienda, muy torpemente le pregunte por ella, y digo torpemente porque así me sentí, tan torpe.

Verán, cuando le ise esa pregunta a su madre, ella me miró a los ojos y me dijo

- ¿Qué no sabes lo que le pasó?

En ese momento supe lo torpe que fue mi pregunta, y en realidad no quería saber la respuesta, pensé que Llita se había enfermado y esperaba que su madre me digiera algo así como: “ mi hija está enferma de gravedad” ¡hay que ilusa soy!(eso no es novedad).

La madre de lolita me dijo, “mi hija murió en abril del año pasado”

No podía creerlo, lolita murió, y yo un año después me enteraba de su muerte. Me sentí fatal, me sentí realmente estúpida, me sentí lo peor, ni siquiera me había dado cuenta cuanto tiempo llevaba sin ver a lolita. Lolita va a cumplir casi un año de haber muerto y yo me acabo de enterar ¡PERO EN QUE MUNDO VIVO DIOS SANTO!! Me sentí tan mal, no pude aguantar y me eché a llorar frente a su madre pidiéndole una disculpa por lo torpe de mi pregunta.

Mientras la señora me consolaba, ella sonreía…waooo, eso me hizo dejar de llorar como a los 5 minutos.

Pero hubo algo, la madre de lolita se miraba tan radiante contándome como fue su muerte, como la leucemia la consumió y ellos sin saber que existía. La mirada de su madre era tan llena de vida, tan llena de luz. Fue entonces cuando comprendí lo inmensa que es la gracia de Dios, si, hasta hoy me ha quedado más claro el verdadero significado, en la mirada de la señora se encontraba una paz inmensa, en sus boca una radiante sonrisa, en sus labios derramantes palabras que mitigaron mis lágrimas, en rostro el candor de una madre amorosa y tranquila, y la miré a los ojos, y sonreí junto con ella, porque me contagió la paz, la tranquilidad, la ganas de seguir, de levantarme, de luchar, de buscar, de querer, de enamorarme de cada día, de enamorarme de cada instante, de enamorarme de cada cosa, de seguir confiando, de seguir siendo como soy, de rescatar mi alegría, de luchar por mi vida, de no dejarme vencer y acabar por situaciones, por enfermedades.

así que, Lolita ¿Cómo estas lolita? (seguro estás sonriendo pequeña Lolita)

 

Me ha encantado tu relato amiga estimada,
entre la sorpresa y la ternura. Un beso, gracias
por traer tus letras para que disfrutemos de ellas.
Creo que leerÉ mÁs cosas tuyas.

 

Un bello relato muy conmovedor. Me ha gustado leerte. Te felicito. Un saludo.

Lou

 

Hermoso relato, muy emotivo, gracias por compartirlo

Saludos y afectos