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Los 5 Revolver: Capitulo 1

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por reypoeta, 3 de Marzo de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 711

  1. reypoeta

    reypoeta Poeta recién llegado

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    3 de Marzo de 2011
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    ¿Buenas amigos como están? No se si esto vaya aqui pero les presento el primer capitulo de mi historia llamada:

    LOS 5 REVOLVER:


    CAPITULO 1
    El Hombre misterioso










    -¿Se le ofrece algo amigo? –preguntó el cantinero. -¿Whisky, Ron o Tequila?
    Y es que un hombre extraño acababa de entrar a una cantina de un pequeño pueblo en Nuevo México. Su rostro sombrío provocaba temor entre los pueblerinos quienes estaban acostumbrados a la tranquilidad. Este hombre extraño tenía puesto un chaleco negro con una gran gabardina del mismo color. Un sombrero oscuro con un listón color marrón se situaba en su cabeza, cuyos cabellos largos y canosos se mesaban sobre sus hombros.
    - ¿Me ofreces de tomar pero ni un pedazo de pan? –replicó el hombre.
    -Esto es una cantina no una panadería, -respondió el Cantinero. –Aquí se viene a beber cosas fuertes.
    El hombre miró al cantinero fijamente, como si no entendiera lo que este le acababa de decir. Pero tenía razón, aquel lugar sucio era una cantina y no un lugar para comer galletas con leche.
    -¿Como esperas que beba algo tan fuerte si no he comido aun?
    -No lo se, -respondió el Cantinero temeroso. –Nadie antes jamás había venido a pedir pan a este lugar. Usted es el primero.
    -Je, ¿el primero no es así? –dijo el Hombre sonriendo. –Me gusta ser el primero en todo. Aunque no lo pueda ser siempre, es agradable serlo de vez en cuando. Toma, manda a una muchacha a que compre pan y sírveme whisky.
    El Hombre dejo caer una moneda de oro sobre la barra. Eso era suficiente para una rebanada de pan y un buen trago de whisky de buena calidad. El Cantinero rápidamente mando a su hija a comprar pan mientras este servía la bebida. Todo esto aliviano la tensión que se sentía en la Cantina. Había muchos vaqueros, algunos bebiendo, otros jugando póker y otros mas observando con atención al misterioso hombre.
    -Sírveme otro, Cantinero, y deja la botella –ordenó el Hombre dejando caer dos monedas mas.
    -¿Y que a pasado con mi pan, porque tarda tanto?
    -No lo se señor -respondió el Cantinero. –Ya debería de estar mi hija aquí. Iré a ver que es lo que sucede.
    El cantinero bigotón salió rápidamente en busca de su hija, muy preocupado pues no sabia que podía hacer el Hombre misterioso si no recibía su pedazo de pan.
    Entonces de la nada se escucharon gritos de mujer fuera de la cantina. Todos los que estaban en la Cantina salieron rápidamente excepto el hombre. De nuevo se escucharon los gritos, seguidos por el estruendoso ruido de disparos de bala.
    -No dejan tomar en paz –se dijo a si mismo el hombre misterioso, quien se levanto y se encamino hacia la salida.
    Afuera había un gran círculo de mujeres, hombres y niños quienes miraban fijamente a unos vaqueros situados en medio. Ahí estaba un vaquero joven, alto, fuerte y un poco sucio. Este traía puesto un chaleco color rojo con un sombrero negro. El Vaquero reía mientras sostenía a la hija del Cantinero entre sus brazos apuntándole con un revolver a la cabeza. No era el único, había diez vaqueros más que pertenecían a su banda. Unos montaban a caballo mientras observaban, otros solo reían y mostraban sus dientes amarillentos. Todos tenían marcados en su ropaje una especie de insignia en forma de rata.
    -¡Suelta a mi hija maldito! –gritó el Cantinero quien era sostenido por uno de los vaqueros de la pandilla-. Si le haces algo pagaras.
    Jaja, -río el vaquero que sostenía a la muchacha-. ¿Que me vas a hacer tu a mi? Eres un simple Cantinero que no sabe sostener un arma, solo sirves para servir bebidas a los verdaderos hombres.
    De pronto un hombre de entre la multitud saco un arma y la apunto al vaquero que sostenía la muchacha. Rápidamente uno de los sucios vaqueros de la banda disparo su arma hacia el hombre que apuntaba, quien cayó al piso. Se escucharon muchos gritos y todos los pueblerinos corrieron a refugiarse a sus casas. Solo quedó la banda de los matones, el líder, que sostenía a la muchacha, el Cantinero y el Hombre misterioso quien seguía mirando fijamente el espectáculo desde muy cerca.
    Jajá, todos son unos cobardes, -dijo el Líder-. Nadie en este miserable pueblo tiene las agallas de enfrentarnos a la ‘Banda de las Ratas”. Y esta belleza es nuestra nueva adquisición, nos la llevaremos como un trofeo de este aburrido pueblo.
    -¡Te he dicho que la sueltes miserable! –gritó el Cantinero desesperado-. Llévame a mí pero déjala ir a ella. Te lo suplico.
    -¡No supliques como un perro! -Grito el líder-. Solo los perros suplican. Enfréntame en un duelo a muerte, de esa manera probaras que no eres un cobarde como toda esta gente.
    El líder miro fijamente al Cantinero mientras sostenía a la muchacha quien se movía de un lado a otro tratando de soltarse. El padre de la chica solo temblaba, su rostro empalidecía cada vez más. Sabía que si no enfrentaba al Líder de la banda se llevarían a su hija. Aunque si lo hacia, era muy probable que muriera y se llevaran a la chica de todas maneras.
    -Je, -rio el líder. –Solo hay dos salida a todo esto Cantinero, tienes que escoger una o la otra. Si te acobardas nos llevamos a tu hija, si decides enfrentarme, es probable que mueras, pero no como un cobarde. Quizás como un tonto, ¡No es así muchachos!
    Todos los integrantes de la banda comenzaron a gritar a lo que su jefe les había dicho. Era verdad lo que decía, quizá no moriría como un cobarde, pero si seria tonto enfrentar al matón.
    El Cantinero solo miraba al desolado y desierto suelo lleno de arena. Solo podía hacer una cosa y era precisamente lo que quería el matón.
    -Es...Esta bien, -dijo el Cantinero tartamudeando. –Acepto el duelo.
    Jajá, -volvió a reír el líder. –Parece ser que añadiré otra victima más a mis vitrinas. Samuel, préstale tu pistola al Cantinero.
    Uno de los integrantes de la banda saco una pistola de si cinturón y se lo entrego al hombre.
    -No intentes hacer nada estúpido, -dijo Samuel-. Si lo haces tu hija morirá y todos en el pueblo pagaran.
    El Cantinero tomo el arma con las manos temblorosas. Solo había usado un arma para cazar una vez con su hija. No para matar a nadie.
    -Muy bien amigo, -dijo el Líder de las Ratas mientras lanzaba a la muchacha al suelo-. Samuel contará hasta diez. Los dos nos daremos la vuelta y al escuchar el numero diez… Ya sabes lo que pasa. Yo te disparo y te mato, jeje.
    El Cantinero seguía temblando, no sabia que hacer. No dejaba de mirar a su hija la cual estaba ahí en el suelo llorando.
    -Comenzare a contar jefe.
    -Diez….
    -Nueve.
    Parecía que el conteo iba en cámara lenta. Todos esperaban lo que pasaría. La gente se asomaba por las ventanas queriendo hacer algo, pero sabían que si interferían pasaría lo que al hombre que hizo precisamente así y murió.
    -Cinco, -prosiguió Samuel.
    El Cantinero no dejaba de derramar lágrimas mientras sostenía el arma. Presentía que quizá seria la última vez que sentiría miedo por algo, la última vez que vería a su hija. Lo que más le dolía era que esos matones se llevarían a su hija cuando lo mataran, lo demás ya no le importaba.
    -Tres.
    -Dos
    -Es hora de morir, -pensó el cantinero. –Adiós vida. Adiós hija.
    -Uno.
    -¡Espera! -Gritaron.
    Era el hombre misterioso de cabellos canosos y el sombrero oscuro. Este estaba parado a unos diez pasos del matón mirándolo fijamente.
    -¡Que! -grito el líder-. ¿Que crees que haces viejo estúpido, por que nos interrumpes?
    - No creo que debas hacer esto -dijo el hombre misterioso. Es un pobre cantinero que se gana la vida honestamente.
    -¿Que no debo hacer esto? –respondió el líder con una sonrisa sarcástica-. ¿Escucharon muchachos? Este anciano me quiere detener.
    El líder de la banda de las ratas saco su revolver y lo sostuvo en su mano. El cantinero seguía temblando y tenía su mirada fija en el hombre misterioso. Mientras tanto la hija de este se soltó de uno de los vaqueros y salió corriendo con su padre. El hombre que sostenía al cantinero apunto el revolver hacia la muchacha pero el líder lo detuvo.
    -Yo matare al cantinero -dijo el líder-. Deja que disfrute un último momento con su hija. Primero me encargo de este viejo idiota que me interrumpió.
    -¿Ahora si, quieres morir verdad anciano? –pregunto el líder.
    -Nadie tiene porque morir hoy -respondió el hombre.
    -Je –rió el líder.- Alguien tiene que morir hoy. Tu solo te metiste en este lío anciano, y ahora tendrás que pagar.
    -Te lo digo sabandija. Nadie tiene por que morir hoy. Pero si insistes no me quedara mas remedio que darte una lección.
    -¿Una lección? ¡Soy el líder de la banda de las Ratas! ¡Soy Franco el hombre mas temido en el condado de Ratón Nuevo México! Y tú me dices ¿Qué me vas a dar una lección? ¿Un anciano como tu me va a dar una lección?
    El hombre misterioso miraba fijamente a Franco. Algo de lo que había dicho había llamado su atención. Entonces se subió un poco el sombrero con su dedo y hablo:
    -¿Franco eh? –Preguntó-. E escuchado de ti. Eres muy famoso en Nuevo México.
    -Je, parece que si me conoces. Sabrás que jamás e dejado que nadie me insulte y permanezca con vida. Y hoy no será la excepción. Reconozco que tienes agallas viejo. Dime tu nombre, quiero saberlo antes de matarte.
    -Mi nombre no tiene importancia. Yo no soy famoso por ningún lado, solo soy un forastero que recorre caminos vacíos y polvosos.
    -¡Dime tu nombre anciano! –Gritó Franco-. Dime tu nombre ahora mismo o te mato en este instante.
    -Sabes Franco –dijo el hombre-. En mis recorridos por todo el sur e escuchado muchas historias, mitos o leyendas. En un viaje escuche una historia:
    “Haya en Albuquerque, un anciano me contó que unos bandidos llegaron una noche cuando estos disfrutaban de un carnaval. El anciano dijo que el líder de esta banda “Ratón” demandaba que le dieran todo el dinero que tenían. Cuando los residentes de Albuquerque se negaron la banda ratón mato a diez personas, entre ellas el nieto de cinco años de este anciano”. Ahora solo me pregunto, ¿que te hizo el pobre niño para que sufriera ese destino?
    Franco se quedo parado un momento pensativo. Parecía que quizá estaba arrepentido, ¿lo estaría? Entonces, el bandido miro a uno de sus cómplices y sonrío:
    -Tenia que probar mi nuevo revolver, y divertir a mis amigos un poco jeje.
    El hombre misterioso se quedo inmóvil, pensativo. Entonces se quito el sombrero y descubrió su rostro. Sus ojos eran color negro y brillaban a la luz del radiante sol de mediodía. Su cabello canoso cayó sobre su rígido y moreno rostro. Una cicatriz en su mejilla izquierda se vislumbraba. El hombre quitó sus cabellos de sus ojos y miró fijamente a Franco. Entonces dijo:
    -Quitar una vida no es causa de diversión. E visto muchas familias destruirse a causa de personas crueles como tú que se divierten al ver el sufrimiento de otros. Pero ya no sucederá más en tu caso. Ahora pagaras por lo que has hecho.
    -Estoy cansado y harto de escucharte viejo inútil, -dijo franco frunciendo el seño-. García -apuntó a uno de sus secuaces-, mata a este inútil. Mándalo a la tierra de donde vino.
    -Con mucho gusto jefe, -dijo García sacando su pistola-. Es hora de morir viejo, no debiste meterte con la banda Ratón.
    García apunto el arma al hombre y añadió:
    -¿Unas ultimas palabras?
    El hombre misterioso sonrió por un momento.
    -Si, tengo una ultima palabra. Adiós.
    Rápidamente el hombre metió su mano derecha en su gabardina y desembolso un revolver, que brillaba con la luz del sol, y en milésimas de segundos disparo a García quien cayó al suelo. Los otros secuaces intentaron sacar sus armas pero era demasiado tarde. El hombre iba disparando a cada uno de ellos sin detenerse. Seis habían caído, y quedaban seis más pero el arma quedo sin balas. Entonces el hombre giro su cuerpo y saco otro revolver, uno color metal y siguió disparando a los restantes de la banda ratón hasta que todos cayeron. Franco sacó velozmente su pistola pero el hombre le hirió en una pierna y este cayó. Todos los secuaces de Franco yacían en el suelo. El hombre se acerco al herido Franco quien arrastrándose en el piso intentaba alcanzar su arma que se había soltado de la mano. Con una patada alejo la pistola del alcance de Franco.
    -¿Me vas a matar cobarde? -gritó Franco en desesperación-. Tus armas ya no tienen balas, las gastaste todas perro.
    -No Franco, esta arma que vez aquí no es un revolver cualquiera. Este puede llevar hasta siete en una ronda. Fue hecha específicamente para mí.
    -¿Siete? -pregunto Franco tratando de ponerse de pie, pero el hombre puso su pierna sobre el pecho de Franco y lo sostuvo ahí.
    -¿Quien eres? Preguntó Franco retorciéndose.
    El hombre le mostro al Franco el otro revolver, el que había sacado primero, que sostenía con la otra mano. Este estaba bañado en su totalidad por oro puro. Además tenía una insignia muy pequeña en forma de revolver con un número al lado. Uno. Entonces este le mostro el otro revolver (con el que le apuntaba). Este era en su totalidad de color plata muy brillante, además tenia la misma insignia pequeña y el numero “Dos” al lado.
    -No puede ser, dijo Franco con voz temblorosa-. Eso e…eso no puede ser….Todos deberían estar muertos.
    -Todos viven en estas armas -dijo el hombre-. Su espíritu esta en ellas.
    -¡Son falsas!-gritó Franco-. Esas armas son falsas. ¡Deberían de ser cinco, tu solo tienes dos!
    El hombre sonrió y al mismo tiempo abrió un poco su gabardina para que Franco pudiera ver dentro.
    Franco se estremeció y dijo:
    -¿Como puede ser? Creí que era un mito, mi padre me contaba historias pero eso ya fue mucho tiempo. Los “Cinco” deberían estar muertos. El tiempo seria suficiente para que eso hubiera sucedido… ¿Como es posible?
    -Los más viejos mueren -dijo el Hombre-, los más jóvenes envejecemos y pronto moriremos. Pero aun no.
    Franco se quedo perplejo, entonces dijo:
    -No puede ser, tú eres……… ¿Marco?
    -Si, ese soy yo.
    En seguida Marco apunto el revolver plateado a Franco, y disparó.




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