Los arrebatos del tiempo

¿No te arrebata el tiempo el murmullo de los besos? Es inconcebible volver a olvidarte cuando jamás dejé de amarte. Esa cálida sensación de tu aliento sumergido en mis pensamientos, la luz de las velas que emergen de mi pecho y encienden tu libido y encallan los deseos en nuestros sexos.

¿Lloras mi recuerdo al comienzo del olvido? Sabe más el girasol de amores y olvidos que el propio lirio que plantaste en mi alma, que se nutre sin malicia de tus acordes de mujer complaciente. Cada minuto inverosímil y fatigado se revuelve con los antojos del llanto aprisionado en las sienes del te amo.

Eres el resplandor del recuerdo que llevo en los labios, el té que sorbo lentamente mientras hojeo el periódico con noticias funestas. Calla el silbido del tiempo al aprisionar tus manos imaginarias que rozan mi rostro impávido y desganado. Quiero centrar la mirada en el horizonte para recordar tu silueta desnuda al vagar por mis caricias, a medio día, a media tarde, a media noche.

¿No te arrebata el tiempo las ganas de amarnos una vez más? Caigo en desvelos inconclusos, tempestades soñolientas, caminatas sin rumbo, gemidos insonoros, ardores célibes, masturbaciones etéreas, sin pasiones rebuscadas, sin muerte, en olvido lacerante, en una unidimensional melancolía.

¿No te arrebata el tiempo la sensación de pertenencia? Eres mía, soy tuyo, inconcluso amor desperdigado en tiempos amorfos, en cintas oblicuas, en silencios complacientes. Tiemblan las manos al contacto, con tus labios equidistantes, con tus senos de hemisferios opuestos, con tus cabellos de tiempos eternos, con tu vientre de clemencias añejas, con tus ojos de recuerdos oblicuos y transversales.

El tiempo arrebata… ¡Mentira! En mí no arrebata lo que dejaste intacto: la desesperación por amarte cada nanosegundo más.