Los buques

Los buques permanecieron amarrados en el vestíbulo del puerto, repletos de hombres ilusionados por la misión a realizar, hasta que terminaran de firmarse los contratos con las reclutadas olas que, pagadas con oro, aceptaron dejarse atravesar hasta llegar al abandonado reino de las sorpresas.

No todas fueron fieles al pacto. Algunas, Incluso propusieron rebeliones al atravesar los desconocidos territorios de la lentitud. Esa lentitud cercana a la eternidad que, supuestamente, deberían estar de su parte pero que, tiempo a había desertado.

La prisa y la inmediatez, una vez más, habían ganado posiciones. Los navíos avistaron a lo lejos el ansiado reino. Las naves se acercaron todo lo posible a la costa y tras equipar varias chalupas, los hombres remaron ansiosos para tocar tierra cuanto antes y ser los primeros en colonizar el afamado territorio de las sorpresas.

Tras pasar varios días inspeccionando el terreno, no tardaron en llegar a una conclusión. A la única conclusión. Allí, sólo había una sorpresa. Y es que allí, no había sorpresa alguna. El reino de las sorpresas resultó ser un espejismo más entre muchos otros.