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Los caballeros de la mesa vasectómica

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por abcd, 13 de Noviembre de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 337

  1. abcd

    abcd Poeta adicto al portal

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    Uno sufre de paranoia y atrapa su destino en cada esquina. No sabe o no entiende bien porque huye de todo compromiso más o menos serio, es una especie de esquimal inventándose escenarios para fingir soledad. A veces lo sigue la luna y se asusta tanto que sumerge su nariz en un astro también blanco pero un poco más caro. Le conozco hace poco pero lo puedo empezar a victimizar en su fornida lucha por encontrar el espejo que le de solamente su reflejo y no el de los demás.

    Dos es anacrónico, su futuro es el pasado, y el presente es una exageración de suplicios, mentiras y accidentes gramaticales en la conciencia. Sube y baja escaleras que no existen, se sienta en nubes a esperar que llorar no sea tan malo para los de abajo. Descansa poco y vive poco, su metabolismo le permite aceptar el alcohol como suceso cotidiano y de infinita fe. Su odio a la especie naciente se entiende por su falta de acierto en lo que para muchos resulta tan simple, él sabe que de cruzar el espacio y sentir que su sombra da luz, todos, absolutamente todos los universos empezarán a soñar. Tiene miedo, pero le asusta justificar su cruel verdad.

    Tres anda en bicicleta, y es una bicicleta que anda con él. Se mantiene estable a nivel social, por ello su niñez se ve autocomplaciente en escalas venosas, en escalas de hoy no vamos a jugar pero si a reír. Su desinterés va ligado a la confianza nula que tiene de sus actos. Eso tampoco lo sabe él. Un día su cerebro se abrirá y formará un parque de diversiones para turistas introspectivos, otro día su ejercicio matinal de correr lo llevará a la dimensión desconocida, esa que está en todas las personas y que acuna al corazón dos centímetros antes de entrar en la razón. Sabe, aunque lo disimula que cualquier ser que nazca en menos de diez años, tardará cinco o seis en alcanzarlo.

    Cuatro usa la misma ropa que yo, y es gordo y es neurasténico como yo. Se sabe de memoria principios tan básicos que los finales se le caen de las manos. Escribe y es tragicómico hasta para engullir un helado, su afición es no socializar, aunque comparte sus escenarios vacíos a menudo con gente igual de dispar que él. Yo, o cuatro, solemos tener la esperanza de algún día ponernos el uniforme de humano y empezar a transgredir en el inconsciente ajeno sin la tosca necesidad de ofuscarlo. Cuatro es un algoritmo mal configurado, un soldado herido que mata todo lo que toca.

    Los cuatro ríen en penumbra. La mesa del bar es un vórtice cerrado, se habla más de lo que se piensa, se siente menos de lo que se expresa. La pared y los deseos son puntos cardinales, nadie quiere asumir el rol de desprotegido. Mientras uno es una pala, dos cava una partida de ajedrez, tres ensucia las cartas y cuatro se dispone a hervir las sienes con algo de nostalgia. Cada cual, en su mayor o menor medida es una aberración al sentido humanitario de perpetuar la especie, ninguno recibió llamada alguna, ninguno a nadie llamo. Se está bien en la soledad acompañada, se esta bien donde las palabras solo hacen cosquillas al ficticio argumento que los cuatro tenemos por realidad. Cerati suena, todos cantan Av. Alcorta cicatriz, hoy volví cansado de hablar de mí...
     
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