1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Los cuatro primeros capitulos de la 10 historia de Periódimen.

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por sergio Bermúdez, 16 de Febrero de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 789

  1. sergio Bermúdez

    sergio Bermúdez Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    26 de Diciembre de 2008
    Mensajes:
    3.101
    Me gusta recibidos:
    911
    PERIÓDIMEN Y EL LADRON DEL FUEGO. 10 HISTORIA.




    CAPITULO 1: LOS MUNDOS ENJAULADOS.



    En las puertas del horror, dónde las palabras eran las supuestas cicatrices de una hornada de destrucciones, se verían entre cada convulso momento, una respuesta que cubriría el lado oscuro, el puente que llegaba al rincón perdido, allí donde se devolvía sangre encharcada entre los ciclos de una evaporación que se sumergía en torbellinos de adrenalina.

    Cada lugar parecía un rascacielos, el cielo era deformado por las imágenes que allí se ocultaban, eran como si las composiciones de cada verdad, fueran estructuradas en unas reglas que se describían por el pasadizo hacia una verdadera sinfonía de luz y fuego.

    Se reverdecían las frases de una enciclopedia que era momificada con el paso de los años, era como si sus paginas se clasificaran por turnos, eran como si cada paso que se diera fuera una firme línea disparada hacia el milagro, el sentimiento de ocultar cada mensaje que iba de boca en boca. En las destrucciones del odio, allí donde se volverían las voces un signo, donde las respiraciones se contenían, y se volvían difusas, allí donde se convertía en el poder del único ser . Ese ser se conocía por el destino, por el origen susceptible de un monje cuyas habilidades se hundían en los paraísos habitados por almas de fuego.

    Entre cada signo, esas almas eran espíritus consternados, que querían resolver sus problemas, allí en las noches sagradas. Los habitantes de un barrio de vagabundos, tenían muchos delirios, ya que esas almas de fuego, ocasionaban unos virus mortales, que al individuo afectado, le hacía en su cuerpo una especie de tumor, que se iba abultando hasta ocasionarle la muerte, y además las propias calaveras de los vagabundos se desintegraban y en su lugar dejaban una llama carbonizada, que haría desparecer a la materia física del individuo, para reducirla solo a cenizas carbonizadas, lo que haría que entre todas las cosas paranormales que iban sucediendo, se llegara a hacer de todo aquel fenómeno, unos mundos enjaulados, que estaban protegidos por un fuego espiritual hermético.




    CAPITULO 2: LOS CABALLEROS ANTI LUNA.




    Las sorpresas se sucedían entre los ámbitos de la oscuridad, así se llegaban a los estilos nocturnos, para cometer los crímenes de un enfurecido sol sin alma, así era como se desintegraban los puentes hacia una selva electromagnética, que ocasionaba las ideologías de un puñado de arquitectos que se reunían entre las balanzas de un secuestrado túnel, que se sumergía en el compás del tiempo, era así como de las llamadas se volvían las raíces de un tremendo ecosistema de ardor entre los paisajes de las tempestades, para hallar que de los ritmos se harían los ardores, que se declaraban entre las brasas de unas estrellas estrelladas en los rincones de la selva electromagnética, que servía de resurrección a la retorcidas respuestas de una claridad dimensional, que se enjaulaba entre los cielos caídos, que se llenaba de brasas internas, que sucumbían en el firmamento terrenal, para hallar de ahí a los colores de la muerte, que sangraban traicionando su final, era como el ver a los laboratorios rompiéndose entre los impulsivos momentos que arrasaban cada rincón, sonando terremotos, para destruir las alarmas, esas que sonaban como campanas climáticas, haciendo hablar a los truenos, que eran rasgados al arrojarlos al imperio de los monumentos, que se acostaban entre los atardeceres, y así era como Periódimen salio y luchó contra los Yauritanios, que eran animales sin naturalidad, era como el ver a los sueños cristalizados, y vagando por el dimensional escalofrío, así hasta llamar a las noches, y hacerlas arder hasta combatir los siglos, que se encharcaban entre los sitios, en el que aparecían los caballeros anti luna, esos que mataban en contra de la luna, esos que que se acostaban entre victimas, y las asesinaban y partían sus luces hasta meterlas en el corazón de las victimas, pues más allá de eso a los caballeros anti luna la sangre se les reventó por dentro y le salieron hojas desde las venas y de las hojas les salieron ramas con pinchos de más sangre hasta hacer que de cada luminosidad salieran alas y así hasta comerse a los sueños y hacerles las pesadillas más macabras que se recuerda.



    CAPITULO 3: APARECE LA PRINCESA SUMATRALIANA.



    Entre cada signo de ardor y en las luchas, se volvían a ver los poderosos poderes que se hacían y así era como el lugar de los temblores se caracterizaba por el paisaje, que se convertía en un trueno, pues las ramas se harían cenizas, y así estallaban los gritos, era como ver cada batalla estallar en las proximidades, así hasta estancar cada laberinto, pues más allá de cada signo se volvería a respirar cada tormenta entre las tenebrosas realidades. Los ocultamientos se volverían crímenes, y nada podía evitar cada lanza, cada estruendo de energía, era así como se volvía el ardor al trueno, pues pasarían las realidades como dos metas que extinguían cada resurrección criminal, así hasta estallar la bomba, la crueldad que arrebataba cada escalofriante mirada, pues más allá de eso, se sumergirían las rabietas al delito, pero Periódimen se caracterizaba por la fuerza que le hacía poderoso, y en el habitaba la raza que le caracterizaba como el hombre periódico. Las imágenes eran extensas, las aventuras eran como el verse entre cada espejo y ver más allá de una mirada, que contemplaba la partida del sol hacía el cementerio atmosférico, en el que había pájaros llamados Fermantes, unos pájaros que recortaban sus plumas y las hacían caminar por los aires, era así como la rabia se hacía terror, y como cada horizonte ardía bajo el sol de piedra, y se caracterizaba todo por cada silbido, al cual le salían púas, encendiendo los caminos y ardiendo las esferas de los aires. Cada tormenta se caracterizaba por el aire gélido, por el norte de un sinfín de luz en tinieblas, como cuando se pasaba los minutos y se extinguían las palabras que no sabían caminar por las bocas de la sociedad, pues en los Ángeles se llenaban las brisas de almas sin besos, era todo como si cada vez que llovía aire congelado, no hubiera más que respirar al cielo húmedo, y ver que cada signo describía las resurrecciones, esas que callaban para poder soportar a las embestidas de la naturaleza, pues todo estaba protegido, pero a la vez habían muchas batallas, esas que precisamente no eran santas, sino todo lo contrario, era así como se sentía todo un mundo oscuro, en el que se llenaban las vidas de un frío incalculado y a la misma vez destrozado, era todo el puente del horror, así hasta no ver más allá de la nada, pues todo estaba desertizado y abrasado, y no se podían ver nada más allá de las rabias que poseían a cada verdad, era como verse en una niebla, que ocultaban los momentos que se volvían unas gotas ajetreadas, y así invadían a los desarrollos y tempestades, que hacían de su calor una burbuja evaporada y caería por las luces de una luminosidad agudizada, que llevaría al sueño a la luz oscura habitada por el poder de los eclipses que solían enfocar a cada estrella bajo el espejo de un palacio, y ese palacio era el de la princesa Sumatraliana. La princesa Sumatraliana estaba sentada bajo su brillante luz, era como si todo estuviera apalabrado, y así se haría el llamamiento para llegar a la tierra, en la cual se encenderían más estrellas adornadas por la más clara información periodística, esa que salía de Periódimen, para llegar al mejor acuerdo y luchar contra los caballeros anti luna, el ejercito anti sumatraliano.



    CAPITULO 4: LA LUNA TOMA FORMA DE CALAVERA.



    En el ejército Sumatraliano estan alerta de ver que pasará en las orillas de las tempestades, esas que arrasaban con el ardor de lo siniestro, así hasta ver que más allá de todo el fuego, algo se incrustaba entre las ramas de la oscuridad. Allí donde los ojos no podían observar, todo se perfilaba para una embestida violenta. Los caballeros anti luna eran muy agresivos y se disecaban con solo una palabra, que fue entre las toneladas de un horror que siniestraba la verdadera fauna que se descosía entre los vendavales de los ambientes, para más tarde reconocer a los tiempos que llegarían las almas de la tempestad, rayos que consumían la velocidad de un simple mortal, allí donde la princesa Sumatraliana intentaba llegar a los altares de la realidad, donde no se veían el campo magnético que ocasionaba la dureza letal, los puentes donde no se podía abrir nada de lo que antes se veía real. Periódimen iba lanzando petardos que regeneraban sus artes, como descoser al aire y hacerlo de papel pintado, estrellando su lanzadera desde su músculo hacia la tempestad. Había los lugares en el silencio de los que se querían hacer los sordos, era más allá de los primeros que haría rasgar todo lo que antes era maniatado y colocado en la brújula sin orientación. Todo forma la rapidez de un viento que estrella la flor de un engaño, allí donde se espera la continuidad de un engaño, de una brisa que culmina en la sangre devorada de las personas implicadas en la acción de una fuerza que calentó al mismísimo quebradero de una buja dislocándose su propios nervios, para que cayera en la trampa de un amor sin suerte. Periódimen tenía que salvar a la princesa Sumatraliana, y allí encontrar el camino de la voz, era como todo se erguía en el cable de la verdad, que allanaba los paisajes, para convertirlos en un mundo en trueno, que más allá de todos los halagos, se recorrían de una mirada sin sombra, donde los visionados se adentrarían en las calaveras, esas que tomaban formas fúnebres, después se acometían los crímenes. Cuando los tiempos ya eran vientos, que arrasaban por cada palpito de penurias, que llegaban a sus altos vuelos, esos que llegaban hasta despertar al mismísimo miedo, que quedaba estancado, para relucir de un poder del fuego que seducían a sus primitivas miradas, que llegaban hasta el acueducto de un mundo que se describía como una enfermedad espacial, la de ver a la luna como una calavera, a la vez que el sol le tiraba una bola de insectos químicos que la hacían diabólica, fue entonces cuando apareció Periódimen y se metió volando con el traje de la información, y la rescató a esta bella princesa que cayo rendida en sus brazos, a la vez que los cielos eran curvados y las galaxías se achicaban para destrozarse a la vez que explotaban y salían humos de sangre vaporizada, que encendían todos los tiempos como en una bandera que no se sumergía, que era dislocada, tartamudeaba el aire, caían meteoritos con jeringuillas que destronaron a los cuerpos y los mataron hasta incendiar los rostros, de una manera que quedaron sin sombra, solo con puntos muertos, que hallaban la luz sin espejo, que por donde no había mares espaciales exteriores, y entonces quedaban las rayas en un alambre, el cual quedaría hundido y salía un agujero negro, que se comportaba entre la musculatura de un arsenal de poderes, y allí ya no había miradas que las que seguían y seguían, con las embestidas, pero para eso Periódimen se fundió en un beso con la princesa Sumatraliana y esta abrió los ojos llenos de lágrimas, y ahí venían las primeras palabras de amor, era como bailar entre el caos y brillar como una estrella que movía su música hasta ver el lado de la verdad, así como el mundo que encontraba su plenitud basado en más de un millón de sinfonías que calentaban los altares, y eran venidos por cada rincón de la verdad, que llegaban hasta sonreír en los labios del hombre periódico, que llegaba a la princesa Sumatraliana hasta la calidad de verse entre una llamarada de demonios que los perseguía, pero Periódimen se pulso su botón y apareció la aviosperioker, una avioneta intergaláctica que volaba a una velocidad de doscientos mil k/s , y los diablos seguían lanzando Adusar, una especie de efecto que contagiaba la atmósfera y la hacía caer en la mirada de una profunda herida en miniatura, pero no sabían Periódimen ni la princesa Sumatraliana que había algo que estaban apunto de ver, y era que a través de ese tejido celeste, llegarían a un mundo de paz, pero que cambiaba de paz a amor, y si entonces llegaban a cada lugar de una forma a otra, era el ver que el peligro se estaba convirtiendo en algo que podía darse cada cinco minutos de paz o de violencia.
     
    #1
    Última modificación: 16 de Febrero de 2011

Comparte esta página