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Los Desplazados Y Sus Miserias

Tema en 'La Torre de Babel' comenzado por JAIMILLIN, 22 de Febrero de 2008. Respuestas: 0 | Visitas: 3839

  1. JAIMILLIN

    JAIMILLIN Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    2 de Mayo de 2007
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    [I]LOS DESPLAZADOS Y SUS MISERIAS
    Abran paso por favor, este paciente agoniza, creo que murió............
    los gritos que se escuchaban en la sala de emergencias
    del primer hospital que se encontró.
    Si, allí estaba yo, viajando por el túnel de los muertos, el túnel del temor;
    acercándome hacia una luz Divina donde se encontraría el JUEZ CREADOR.
    Si allí estaba yo, recordando en un instante los pasos por mi vida,
    con su miseria y su dolor...

    Joven escuálido, hijo de familia campesina con pensamientos de progreso
    pude recibir, como herencia:
    la primaria en una escuela, el bachillerato en un colegio,
    una casucha vieja con mil y un recuerdo;
    una pequeña parcela con sus vacas sus gatos y sus perros;
    un sembradío de matas de café, caña y varios huertos;
    todo esto fue la herencia de mis viejos.......

    Y no podía faltar el matrimonio con la Juana
    y cuatro hijos para completar el Sol de mis anhelos;
    los dos más pequeños de 5 y 6 años
    jugaban en el campo, en el río, en los montes
    cual mariposas en concierto;
    y los dos más grandecitos
    la Diana de 14 y el Pedrito de 15
    con sus labores de estudio y sembradío,
    hacían de esta, mi vida, un paraíso de ensueños.

    Pero cuan lejos de saber que este paraíso se convertiría en un infierno.
    Yo nunca escuche de GUERRILLAS, PARAS o MILITARES
    en nuestro pueblo;
    todo lo que escuchaba era en las selvas o a kilómetros muy lejos;
    que tan equivocado estaba, todo esto ya era un eco.
    “Que se llevarían nuestros hijos a la fuerza, que no volveríamos a verlos”
    “Que nos quitarían parte de nuestras cosechas, como pago por el no secuestro”;
    “Que tendríamos que alimentar con nuestro ganado, gallinas o cerdos
    al que llegara primero, y hasta el mismo ejercito”.

    Todo esto sé venia en lastre y no podía hacer nada para detenerlo..........
    Que para el guerrillero si estoy al lado del monte soy un PARA;
    que si estamos al lado del río los Paras dicen que somos guerrillos;
    dependiendo del lado en que nos encuentre él ejercito
    somos de los unos o de los otros,
    “Esto es una maldita pesadilla” no lo entiendo.
    El camino que va del pueblo hasta mi finca cruza el río de orilla a orilla;
    y el camino que cruza el monte por la finca me lleva a la vereda vecina.
    “Esto es una maldita pesadilla.” no lo entiendo.
    Una horrenda encrucijada en que el pobre campesino esta muriendo.

    Una mañana soleada, pero con nubes obscuras
    como presagio de un horrible sufrimiento;
    se escucho una gran explosión
    que estremeció las entrañas de la tierra hasta el mismo pueblo;
    solo mire a la Juana y en sus ojos de espanto vi rodar dos lagrimas
    que me abrazaron el alma en llanto.

    Corrimos como alma que lleva el diablo,
    no importaron las caídas raspones y heridas;
    corríamos camino abajo
    tratando de deshacer esta angustia asesina;
    a lo lejos corrían hacia nosotros la Diana y el Pedrito
    con un dolor de angustia en sus ojos y un horrendo suspiro;
    al otro lado del río yacían los cuerpos destrozados de mis dos hijitos;
    en un juego inocente un conejo habían perseguido
    y en su carrera loca solo una mina quiebra patas habían conseguido;
    allí estabamos abrazados queriendo reventar este dolor a gritos
    y despertar de esta pesadilla en que nuestras vidas se habían convertido.

    Recogimos en nuestras manos sus destrozos
    y armamos el cortejo fúnebre de dolor y llanto
    y fue tanto el dolor y tanto el quebranto,
    que el mismo Dios de los cielos se estremeció de espanto.
    “No hay luz que alumbre ya mi vida ni sombra que la apague más;
    es piedra dura el alma herida que no se quebrara jamás.”
    Este pensamiento lo llevo siempre presente, en mi calvario..

    Saben...... no todo fue tan malo;
    de esa universidad del horror
    recibimos un titulo ¿saben cual fue?
    el de DESPLAZADOS, si, desplazados del campo;
    la nueva romería del cortejo de nuestras tristezas;
    cuatro caminantes por el sendero de nuestras vidas
    llevando a cuestas nuestras maletas, nuestras penas.

    Llegamos a la capital como Dios nos ayudo
    buscando al político y sus promesas;
    de un techo, un trabajo y un programa de salud muy bueno,
    lo que solucionaría nuestros problemas;
    yo en el fondo sabia que casi toda esa palabrería era pura miseria;
    y como lo pensé, el político nunca apareció;
    quedando botados en esa gran ciudad,
    como basura que sé deshecha.

    Estuvimos en coliseos, en un hogar de paso,
    en las estaciones de policía, en los directorios politiqueros;
    hasta nos reunieron en un estadio, a los desplazados;
    quedando de este acordeón de miseria
    un agua de panela, un pan viejo, unos trapos harapientos
    y promesas, promesas y más promesas.

    Nuestro dormitorio: un parque, una calle ajena;
    con cobijas de cartón, y un olor que apesta.
    El calor con juego de leña;
    y la comida las sobras en una caneca vieja.
    Este era el entorno que compartíamos con los perros de la calle
    y los tristemente llamados desechables;
    todos caminando por la misma senda.

    Pero no todo estaba perdido
    con el tiempo pudimos dormir y comer con algo de dignidad.;
    la dignidad que nos dio la Diana con su nuevo trabajo;
    no de pordiosera, no de sirvienta ni dentrodera;
    sino de PUTA Callejera; vendiendo su cuerpo a cualquiera;
    el trabajo más viejo del mundo,
    ese que mata el cuerpo, desgarra el alma y acaba la existencia.

    Y del Pedrito, que les cuento,
    a sus 17 con un costal al hombro, un andar de viejo
    y en sus ojos el vaho de la marihuana y el pegante
    lo estaban consumiendo;
    no aguanto las penas y prefirió aislarse en sus pensamientos.

    Ah! Y de mi mujer, la Juana;
    su cuerpo no pudo soportar el hambre y el frío,
    el martirio de las penas y pico en tuberculosis;
    una amargura mas a su existencia, a mi existencia.

    Entonces con esta rabia que me reventaba el pecho;
    quise cambiar de un solo golpe este camino maltrecho;
    cobrándole a esta sociedad el maltrato salvaje y despiadado
    que a mi familia había deshecho
    y nos había convertido en parias olvidados;
    asi, me uní a una banda de atracadores, de hombres malsanos.

    En los ajetreos de mi nuevo trabajo,
    conté con tan mala suerte, que acabe con dos tiros en el pecho;
    y en la sala de emergencias de un hospital
    viajaba por un laberinto oscuro
    dizque por donde viajan los muertos.

    Acercándome a gran velocidad hacia el final del túnel
    Percibí la gran paz y armonía
    que reinaba en la luz del paraíso supremo
    asi como una voz que me decía:
    “Detente, No es tu hora, No estas muerto;
    debes de volver y cumplir la encomienda del espíritu eterno.”

    No saben cuanto desasosiego en este espíritu,
    Que un grito se me escapo hacia lo lejos:
    ¿Cómo quieres, DIOS, que vuelva a recorrer ese infierno?
    ¿Cómo quieres, DIOS, que vuelva a una patria
    donde los desplazados somos parias,
    donde se nos roban los sueños con promesas de politiqueros;
    o con armas aquellos que se creen nuestros dioses, nuestros dueños,
    matan nuestros niños, nuestras familias,
    nuestras esperanzas de hombres buenos?
    ¿Cómo quieres, DIOS, que vuelva a una tierra
    donde los que reclaman justicia
    por armas y drogas la negocian;
    donde la vida te la quitan porque no aplaudes una infamia,
    donde la vida te la quitan porque hablas o porque callas,
    donde no podemos sembrar los frutos de nuestra tierra
    porque las balas nos espantan?
    Dios arráncame este dolor del corazón
    y dadme tu paz, como lo promete tu palabra.

    Y en el inmenso cielo se sintió un gran silencio de dolor;
    era el llanto de DIOS, porque el hombre no había comprendido
    el paraíso que él le había regalado, la tierra
    y la vida que él había puesto en sus manos;
    para multiplicarla, para conservarla, para quererla.


    JEL EL PENSADOR.[/I]
     
    #1

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