Los monstruos de la noche

Desde una silla suspendida en el aire, sueño existir en mi pensamiento cianótico, solo resta entumecer la imagen deshidratada.

Las burbujas drizadas fecundan el dolorido extremo de los ejes, al punto de exiliar los conceptos tétricos de la no sapiencia.

Cierto desenfado de la mágica voz del tiempo, exilia a los hombres de sus normas triviales.

La puerta literalmente, estará cerrada, por si acaso, intentase el sonido enrojecer de impotencia.

Cuando allí muera la tarde, sabré que no debí girar la mirada hacia atrás, pues pude abstraerme y confirmar los murmullos del miedo.

Casi sin pensarlo, la medida del candor, sube un nivel de diafanidad suicida.

Conserva el tempo, y domestica la mirada.

Untando el brebaje en la hierba.

Pululando en las fantasías de cada quien, podremos sumar sueños a esta vida mística.

Es preciso llegar hasta la tragedia, para conservar la calma.

Y después…llegará el día en que no habrá nada de tras de sus caras vacías.

Todo fue una vil mentira.

La incomprensibilidad de esperar ese gesto contráctil, hace estremecer la omnisciente que está bajo llave.

Y la lluvia de tu alma, dejará el obituario de los muermos, para que nadie intente conectarse.

La noche vuelve veloz, y trae sus monstruos consigo.

Será la tenebrosidad de los rayos de oscurescencia, merodeando en la diafanidad y el excentricismo.