Los movimientos de Tamara.

Tamara era capaz de mover su poco agraciada figura como nadie. EL atractivo nunca se ha encontrado en las formas, sino que en los movimientos y ella lo sabía. No importaba su piel manchada ni sus piernas y caderas lastimosamente desalineadas, mucho menos su nariz aguileña justo sobre una boca dotada de dientes agresivos y dislocados. Todo ello era meramente accesorio y no contribuían un solo ápice a restar el infinito atractivo que aquella poco convencional mujer era capaz de desplegar frente a quien quiera que se encontrase. Ya había cumplido los 47, aún se encontraba soltera y, según parecía, jamás había engendrado. Vivía sola en un inmenso departamento ubicado en el piso 21 de una central calle en medio de la urbe. Era una mujer exitosa, profesionalmente hablando. Ingeniera en dos especialidades distintas más un Phd. en ‘algoritmia de lógica difusa’, dominio fluído en tres idiomas y, solo dios sabe, cuántas cosas más. No era de extrañar que pocos eran quienes no se meaban en sus pantalones cuando ella sin mediar indicio alguno les dirigía la palabra. Su voz era fina pero impactaba por lo demandante de su tono…


No supimos si aquellas cualidades consideradas, en estos tiempos de retórica corporativista, como ‘fortalezas’ contribuyeron a que de un día para otro, Tamara desapareciese sin dejar huella alguna. Unos hablaron de suicidio, pues de seguro, a Tamara, le aquejaba una feroz depresión producto de su incompleta vida sentimental sumada a esa, sutilmente evidente falta de conexión con los demás. No lo podríamos asegurar. Al menos no, hasta que una semana más tarde, todo el personal de la empresa se enteraba que la compañía estaba total y absolutamente quebrada. Un desfalco de varios millones provocó una bancarrota insalvable. No solo sabía mover exquisitamente su propio cuerpo, además sabía mover, con no menos y si quizás más sutileza, el dinero.

Ya me parecía que Tamara no era del tipo suicida en absoluto, pero si del vengativo ¿De qué se habrá vengado, de quién?

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