Los perros de la guerra

Los perros de la guerra

Están afuera los perros de la guerra,
ladran a su espejismo dentro del agua,
estos se retuercen en la desesperación
y se asustan hasta de su propia sombra,
son parte del hambre que me reclama,
del deseo que nos daña porque no se cumple,
de la mueca lasciva de la imperfección
y de los pasos indelebles del viento.
Los perros roen los huesos ya sin carne
con sus afiladas dentelladas insaciables,
beben de los charcos ensangrentados
donde el otoño tomó para si las hojas,
estos aullaron de pena a las estrellas
con la sinfonía de sus voces roncas,
y persiguieron a la luna tras los arbustos,
mas tras ellos los feligreses ciegos
se descuelgan en un ascensor de plata
y quedan suspendidos en los hombros
de unas insignificantes hormigas.
Oigo como ladran los perros de la guerra
al impas imbécil que les hirió el alma,
como lamen sus heridas con su parsimonia,
son sabedores de que el tiempo les lleva ventaja
y se devanan los sesos con insistencia
mientras sus dientes ya desgastados
oprimen los delirios de su corazón…
¡El tiempo no es parte sino causa!
Debo ser aquel perro que perdió la guerra,
ese animal esquelético y sin entrañas,
un pajizo mechón de hierba postiza
devorado por los dientes del otoño,
pero sé que la luna no quiso despertarse
entre las blancas sabanas de mi cama,
y sé que no quiso ser parte de mi mañana,
ni ser un ángel en las grietas de mi alma…


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Tu pluma plasma el dolor de los sincasa, muy emotivo.
Saludos.