1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Los zapaticos de rosa de José Martí (Poema declamado)

Tema en 'Biblioteca de Poetas consagrados en verso libre' comenzado por I.M.S.T., 28 de Mayo de 2020. Respuestas: 0 | Visitas: 878

  1. I.M.S.T.

    I.M.S.T. Avanza siempre desde el respeto

    Se incorporó:
    1 de Marzo de 2013
    Mensajes:
    359
    Me gusta recibidos:
    142


    Hay sol bueno y mar de espuma,
    y arena fina, y Pilar
    quiere salir a estrenar
    su sombrerito de pluma.

    -«¡Vaya la niña divina!»
    dice el padre, y le da un beso.
    -«Vaya mi pájaro preso
    a buscarme arena fina».

    -«Yo voy con mi niña hermosa»,
    le dijo la madre buena.
    -«¡No te manches en la arena
    los zapaticos de rosa!».

    Fueron las dos al jardín
    por la calle del laurel,
    la madre cogió un clavel
    y Pilar cogió un jazmín.

    Ella va de todo juego,
    con aro, y balde y paleta;
    el balde es color violeta;
    el aro es color de fuego.
    Vienen a verlas pasar,
    nadie quiere verlas ir,
    la madre se echa a reír,
    y un viejo se echa a llorar.

    El aire fresco despeina
    a Pilar, que viene y va
    muy oronda: -«¡Di, mamá!
    ¿Tú sabes qué cosa es reina?»

    Y por si vuelven de noche
    de la orilla de la mar,
    para la madre y Pilar
    manda luego el padre el coche.

    Está la playa muy linda;
    todo el mundo está en la playa;
    Lleva espejuelos el aya
    de la francesa Florinda.

    Está Alberto, el militar
    que salió en la procesión
    con tricornio y con bastón,
    echando un bote a la mar.

    ¡Y qué mala, Magdalena
    con tantas cintas y lazos,
    a la muñeca sin brazos
    enterrándola en la arena!

    Conversan allá en las sillas,
    sentadas con los señores,
    las señoras, como flores,
    debajo de las sombrillas.

    Pero está con estos modos
    tan serio, muy triste el mar;
    lo alegre es allá, al doblar,
    en la barranca de todos.

    Dicen que suenan las olas
    mejor allá en la barranca,
    y que la arena es muy blanca
    donde están las niñas solas.

    Pilar corre a su mamá:
    -«¡Mamá, yo voy a ser buena;
    déjame ir sola a la arena;
    allá, tú me ves, allá!»

    -«¡Esta niña caprichosa!
    No hay tarde que no me enojes:
    anda, pero no te mojes
    los zapaticos de rosa».

    Le llega a los pies la espuma,
    gritan alegres las dos;
    y se va, diciendo adiós,
    la del sombrero de pluma.

    ¡Se va allá, donde ¡muy lejos!
    las aguas son más salobres,
    donde se sientan los pobres,
    donde se sientan los viejos!

    Se fue la niña a jugar,
    la espuma blanca bajó,
    y pasó el tiempo, y pasó
    un águila por el mar.

    Y cuando el sol se ponía
    detrás de un monte dorado,
    un sombrerito callado
    por las arenas venía.

    Trabaja mucho, trabaja,
    para andar: ¿qué es lo que tiene
    Pilar que anda así, que viene
    con la cabecita baja?

    Bien sabe la madre hermosa
    por qué le cuesta el andar:
    -«¿Y los zapatos, Pilar,
    los zapaticos de rosa?»

    «¡Ah, loca! ¿en dónde estarán?
    ¡Di dónde Pilar!» -«Señora»,
    dice una mujer que llora:
    «¡están conmigo, aquí están!»

    «Yo tengo una niña enferma
    que llora en el cuarto oscuro
    y la traigo al aire puro,
    a ver el sol, y a que duerma».

    «Anoche soñó, soñó
    con el cielo, y oyó un canto,
    me dio miedo, me dio espanto,
    y la traje, y se durmió».

    «Con sus dos brazos menudos
    estaba como abrasando;
    y yo mirando, mirando
    sus piececitos desnudos».

    «Me llegó al cuerpo la espuma.
    Alcé los ojos y vi
    esta niña frente a mí
    con su sombrero de pluma».

    -«¡Se parece a los retratos
    tu niña!-dijo: -¿Es de cera?
    ¿quiere jugar? ¡si quisiera!...
    ¿y por qué está sin zapatos?»

    «Mira, ¡la mano le abrasa,
    y tiene los pies tan fríos!
    ¡oh, toma, toma los míos,
    yo tengo más en mi casa!»

    «No sé bien, señora hermosa,
    lo que sucedió después;
    ¡Le vi a mi hijita en los pies
    los zapaticos de rosa!»

    Se vio sacar los pañuelos
    a una rusa y a una inglesa;
    el aya de la francesa
    se quitó los espejuelos.

    Abrió la madre los brazos,
    se echó Pilar en su pecho,
    y sacó el traje deshecho,
    sin adornos y sin lazos.

    Todo lo quiere saber
    de la enferma la señora:
    ¡No quiere saber que llora
    de pobreza una mujer!

    -«¡Sí, Pilar, dáselo! ¡y eso
    también! ¡tu manta! ¡tu anillo!»
    Y ella le dio su bolsillo,
    le dio el clavel, le dio un beso.

    Vuelven calladas de noche
    a su casa del jardín;
    y Pilar va en el cojín
    de la derecha del coche.

    Y dice una mariposa
    que vio desde su rosal
    guardados en un cristal
    los zapaticos de rosa.
     
    #1

Comparte esta página