Lucas 23-46

… ¿será ficticio o real?... Pues sí… aunque físicamente falleció… la historia de Samuel es real y está viva. Fue una de esas tías buenotas quien me lo presentó… Recuerdo que… por más de tres horas (entre chupitos de ron sin hielo) … Samuel y yo conversamos y al final… por respeto a tanto testimonio… solicité su permiso para narrar (de manera textual) lo que aquí usted escucha y lee… por cierto… ¿cruel? ¿implacable? ¿crudo? ¿impío? ¿sádico?... ruego me disculpen… pero… yo soy un humilde escriba… soy un gilipollas que no puede detener al tuerto viento de la puta vida que… de forma inevitable… y cuando menos usted lo imagina… desangra nuestras venas con despiadada garra… Amigos, disfruten hoy del relato Lucas 23-46… copia fiel de una jodida realidad ahora… ¡huella en proa!... navegando para usted… y más allá… entre las páginas de mi cuaderno Sentido Inverso.

Este relato está por entero dedicado al señor Samuel,

el hombre que devoró su destino.

…no me mires con tu cara de sabelotodo. Apenas nacido, Medusa me clavó los ojos. Y se puede saber… ¿dónde coño tú estabas? Para más desgracia, ahora la parte buena se deja influenciar por la mala. Dicen los médicos que es una parálisis congénita. Y tú sigues tranquilo en ese cuadro. Un Sagrado Corazón con melenita y dos dedos listos para ayudar al prójimo. Explícame, ¿por qué dentro de la caja de Pandora no se ocultó una pizca de Esperanza para mí? Apenas cumplido mis primeros tres meses de vida te llevaste a mamá. Quedé huérfano. Y me dejaste con papá y sus asquerosas borracheras. ¡De milagro estoy vivo! Coño tío, dime la verdad, ¿a quién le interesa un tullido? Menos mal que la soledad genera lastima. Y en Badajoz, en todo el barrio Gurugú, la gente lo sabe. Por eso una noche Josefa, mi vecina, me arrastró hasta su piso. Esa hembra estaba desesperada. Enseguida se quitó la blusa, el ajustador, la braga y me cobijó bajo su saya. Y parece que le gustó. Porque mi tripa con huevos no engendra, pero es inmensa y gorda. Mi tripa con huevos goza más el sexo que la política. ¡Oye pelú! Te lo voy a confesar, mi tripa con huevos es la única parte de mi cuerpo que funciona, ¿oíste bien? fun-cio-na. Por cierto, ¡de maravillas! Después de todo me alegro, pero, explícame una cosa, ¿por qué los fracasos son buenos para la fe? Meses después la pobre Josefa también se murió. Pero esta vez no me quedé solo. Desesperadas y como puñeteras locas hormigas aparecieron otras vecinas. Todas amigas de Josefa. ¡Queeé tías tan buenotas! Así pasaron años y te juro que hasta hoy jamás abrí mi puerta a las tristezas. Yo no sé… pero, por ahí dicen que el Mundo fue creado por ti en siete días. Ven acá tío, entonces, ¿por qué cojones ahora mismo tú no me arreglas? ¡Aunque sea un poquito! Mira, desde que nací hablo enredado. Apenas sí puedo moverme. Y por lo que más tú quieras, metido en ese cuadro, no me mires más con esa carita de Sagrado Corazón y de sabelotodo, con tu melenita y las dos manos listas para ayudar al prójimo. No obstante, también quiero confesarte otro dulce secreto. Anoche me estudié ese libro. Creo que le dicen la Biblia. Donde explican por qué te crucificaron. Entonces me dije, coño Samuel, tú también puedes decir tus Siete Palabras. Y así los dos están casi parejos. Y digo casi, porque desde este sillón de ruedas-- que es mi permanente cruz--cuando encomiende mi alma, voy a clamar lo mismo que tú, si, voy hacer lo mismo, pero, fíjate bien, con una condición, ¡qué nadie me ayude! ¿Me escuchas? Y lo voy a repetir dos veces, ahora no quiero ninguna ayudita, ¡coño acuérdate! Pues como las mujeres son tan majas y sabrosas, debes resucitarme con mucho cuidado, ¡sí! debes darme nueva vida, pero coño ¡déjame tal y como estoy!


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