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LucÍa

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por el pez bizco, 26 de Octubre de 2010. Respuestas: 8 | Visitas: 823

  1. el pez bizco

    el pez bizco Poeta recién llegado

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    Yo tenía siete años y más de siete millones de preguntas con las que poner a prueba la paciencia de mi padre: “¿Quién es el dueño de las estrellas?”. Estábamos tumbados sobre el césped, en la casa de la sierra, observando el cielo de la noche. Yo tenía la cabeza recostada en su barriga. De su pecho brotó una leve risa estertórea y me acarició el cabello. “Las estrellas no tienen dueño, Santi”. Claro, son pequeñas y dan poca luz, seguramente nadie las quiere. “¿Las farolas tienen dueño?”. “Si, hijo, las farolas son del alcalde”. ¡Ves!, como las farolas son grandes y dan mucha luz, tienen un dueño importante, pensé.
    Las veladas de verano en compañía de papá eran pedagógicas, amenas y, sobre todo, felices.
    Mi madre, en cambio, opinaba que eran una pérdida de tiempo: “ahí están, perdiendo el tiempo”, le decía a mi abuela en el transcurso de una de las frecuentes y largas conversaciones telefónicas que mantenían. Yo trataba de desentrañar el misterio de porqué, a mi madre, algo tan interesante como observar las estrellas, le parecía una pérdida de tiempo y una pérdida tiempo tan flagrante como hablar por teléfono con mi abuela, le resultaba tan interesante.
    Ser niño es más fácil que ser mayor, pero entonces yo no lo sabía y creo que Lucía, el ser con la mirada envuelta en los ojos azules más cautivadores que jamás he conocido, tampoco.
    Lucía era una perrita cocker spaniel que me habían regalado el día de mi cumpleaños. Tenía la capacidad de conseguir cualquier cosa fijando sus pupilas en las mías.
    Aquella noche quería jugar y, tras varios saltos que resultaron tan acrobáticos como infructuosos, decidió hipnotizarme. Yo seguía recostado en la barriga de papá, recibiendo explicaciones sobre la relatividad de la cercanía de Alfa Centauro, pero la mirada de Lucía era insuperable y más cuando la acompañaba de leves gimoteos y calculados cambios en el ángulo de inclinación de la cabeza.
    “Papá, Lucía me está mirando”. “¡Lucía! no seas pesada…” dijo papá. Mi padre seguía hablando, y mantenía un brazo y un dedo estirados apuntando en dirección a la estrella: “…lo mejor de todo, Santi, es que, probablemente, en Centauro exista algún planeta como La Tierra y, en este momento….”, en ese momento Lucía me tenía boquiabierto, como no conseguía papá con sus explicaciones, a las que hacía varios minutos no prestaba atención, “…. un padre extraterrestre, le esté diciendo a su hijo extraterrestre….”. “Papá me voy a jugar con Lucía”. Las palabras, se descolgaron de mi boca risueña sin intención. Me incorporé sobre la barriga de mi padre con la agilidad que mis siete años me concedían y salí corriendo por la cancilla del jardín, perseguido por la perra y por la voz en grito de papá que no se resignaba a dejar su frase sin terminar: “…lo mismo que yo te estoy diciendo a ti. ¡¡ Laura, este niño cada día pasa más de mi!!”
    Yo era el niño más feliz del universo, la luna y las estrellas son testigos.
    Papá, cansado de hablar de estrellas para nadie, se quedó dormido en la hierba.
    La noche repartía magia sobre el pueblo. Todos los lugares por los que íbamos pasando parecían estar bajo el influjo de un hechizo: la taberna de Arturo, donde los hombres borrachos cantaban como los ángeles y jugaban al julepe como el demonio; las eras llenas de trigo seco y de otras semillas cabezonas y colilargas que obligaban a sus dueños a comportarse como chimpancés – y que me perdonen los chimpancés- ; el camino que conducía a la charca, amenizado por un millón de grillos negros que solo se sabían una canción. Pero si había algún sitio mágico para mi, mágico de verdad, ese lugar era la charca. Dos hectáreas de agua pantanosa, donde los juncos crecían verdes. De día me parecía un lugar hermoso. Pero por la noche, cuando las ranas cantaban a la luz de las estrellas y la luna se reflejaba en el agua remansada, ¡ay! entonces, las brujas y los duendes me atrapaban y, lejos de darme miedo, perdía el respeto a la oscuridad, soñaba despierto que era el rey de los pantanos y jugaba con Lucía hasta la hora de volver a casa.
    “Vamos Lucía, otra piedra, ¡corre, cógela!”. Lucía se lo pasaba en grande y volaba detrás de los proyectiles cargados de parábola que mi brazo le lanzaba.
    Uno de los cantos se desvió y fue a caer en el agua. La perra no se lo pensó y se metió en el lodazal.
    “¡No, Lucía, no!, ¡déjala!, ¡no te metas en la charca!”.No me obedeció. Traté de alcanzarla, pero mis piernas se hundieron en el barro hasta las rodillas y contemplé, impotente, como la perra saltaba adentrándose más y más en busca de la piedra. “¡Por favor Lucía sal!, ¡déjala, sal, Lucía!”. Al cabo de pocos segundos la había perdido de vista entre la maleza que sobresalía del agua y sólo llegaban hasta mí los jadeos de una respiración profusa. “Lucía, bonita, deja la piedra, ¡ven!”. Algo le ocurrió, los jadeos se transformaron en gemidos , “¡vamos, Lucía, sal de ahí!” después, silencio.
    “¿Lucía?, ¿Lucía?”, “¡vamos, perrita!, ¡sal!”. Necesitaba ayuda y, con siete años, la busqué en lo que más familiar me resultaba, pedí ayuda a las estrellas: “¿Podéis ver a Lucía?”, no me contestaron. “Os he preguntado que si ¿podéis ver a Lucía?”, grité con todas mis fuerzas, “traidoras”.
    No se cuanto tiempo estuve llorando en el borde de la charca, supongo que el suficiente para que mi padre se preocupase y fuese a buscarme.
    - ¿Qué haces ahí, Santi?, ¿y Lucía?
    - ¡Papá! -Salté para abrazarme a su cuello y le conté lo sucedido.
    - Tranquilo, hombre, se habrá quedado dormida entre los juncos, vuelve a casa que yo la busco.
    - Papá, yo creo que se ha ahogado.
    - Que no, hombre. Vuelve a casa y acuéstate, ya verás como Lucía está bien.

    Cuando mi padre regresó a casa, clgaba de sus brazos el cadáver de Lucía. Yo estaba dormido y mi madre, a la que había informado de lo sucedido a mi vuelta de la charca, esperaba en la cocina la peor de las noticias.
    - ¿Qué ha ocurrido Santi? –le preguntó a mi padre.
    - ¿No lo ves? ¿Cómo se lo decimos mañana al niño?
    - ¿Qué se ha muerto su perra? Mañana nadie le va a decir eso al niño.
    Mi madre, la que no comprendía lo maravilloso que era perder el tiempo mirando estrellas, la distante y fría en tantas ocasiones, la que prefería hablar por teléfono con una vieja en vez de jugar conmigo, mi madre, había urdido un plan.
    Al día siguiente, mamá y yo, nos fuimos a Madrid a visitar a la abuela que, repentinamente, se había puesto enferma. Lucía se había quedado en casa de Arturo, el cantinero. “Hay que limpiarle bien todo el barro, Santi. Es imposible meterla en el coche con toda esa mugre encima, ¡nos lo pondría todo perdido!” –me dijo mamá muy seria. “¡JO QUE FASTIDIO! Aunque después del susto que me ha dado…, creí que estaba muerta”. A papá lo habían llamado del trabajo y visitó directamente la tienda de animales. Compró una cocker spaniel con la mirada envuelta en los ojos más azules y cautivadores que jamás he conocido. Regresó al pueblo y la dejó al cuidado de Arturo, el cantinero brujo que hacía cantar a los borrachos , con instrucciones precisas para generar determinados comportamientos en Lucía. “Tú acostúmbrala a comer chupachús y guarradas de esas. Ah! y tírale muchas piedras”-le pidió mi padre. “No te preocupes hombre, Santiaguín no va a notar la diferencia”.
    Cuando al cabo de tres meses regresamos al pueblo, Lucía, no me hacía ni caso. Era más amiga de Arturo que mía. ¡Maldita perra!
    “Bueno hombre”, decía papá, “necesita tiempo. Son muchos meses y Arturo la ha cuidado muy bien”. “¡Ya!, pero es una traidora, hace como que no me conoce”. “Dale tiempo, dale tiempo”. En su pausado hablar, papá, desdoblaba sus consejos.
    Ser niño, es más fácil que ser mayor. Pero entonces… yo no lo sabía.
     
    #1
    Última modificación: 27 de Octubre de 2010
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  2. sanchopanza

    sanchopanza Invitado

    Precioso amigo, simplemente preciosa narración. Yo no lo sabía que narrabas tan bien y ha sido todo un placer. Saludos amigo. te dejo estrellas y te debo reputación. cuando la tenga. O sea mañana.

    P.D: Suelo equivocarme poco y cuando leí tus versos supuse que eras bueno. Volví a no equivocarme.
     
    #2
    Última modificación por un moderador: 26 de Octubre de 2010
  3. MP

    MP Tempus fugit Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

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    Qué historia tan triste y tan bonita y qué fantástica la ingenuidad de los niños. Me ha gustado mucho, casi tanto como tu gesto.

    SALUDOS
    JULIA
     
    #3
  4. Francisco Lechuga Mejia

    Francisco Lechuga Mejia Poeta que no puede vivir sin el portal

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    sniff que buena prosa.....

    salu2
     
    #4
  5. el pez bizco

    el pez bizco Poeta recién llegado

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    ...gracias amigos...
     
    #5
  6. sanchopanza

    sanchopanza Invitado

    Vengo a dejar lo prometido y también, porqué no decirlo, atraído por tu fabuloso avatar. Soy piscis, entenderás por ello mi atracción, no fatal, sino de amistad, pues bien macho que soy, de puro macho que soy, el otro día entré en casa gritando a mi mujer y le dije: ¿ QUIEN MANDA AQUÏ? me respondió :YO. entonces le dije : pues mándame otra vez al bar. Saludos amigo.
     
    #6
  7. el pez bizco

    el pez bizco Poeta recién llegado

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    Coño Sancho! ¿Cómo nos pareceremos tanto. Yo también soy puro macho,..que digo macho: ¡¡REMACHO!! Y como a ti, mi mujer también me grita. Debe pensar que así me acojona y lo único que consigue es que yo grite aún más alto que ella.

    El otro día, por ejemplo, me dice gritando: "¡¡¡Tira a fregar los platos!!!. Y yo, gritando mucho más fuerte que ella le contesté: ¡¡¡¡ CUANDO ACABE DE PLANCHAR !!!.

    Gracias por la reputa ción.

    (Este chiste de los gritos lo saqué de un monólogo de Goyo Jiménez. Hay que ser legal y no apropiarse de las ideas de los demás)
     
    #7
  8. panch

    panch Invitado

    Faltaba yo por felicitarte amigo. Saludos. Como te dije te dejé repu. Lo de las pajillas pueden ser virtuales jajajjajajj como dice Torrente, pero sin mariconeos. Que es broma.*************************
     
    #8
  9. el pez bizco

    el pez bizco Poeta recién llegado

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    joder, y desdoblas tu personalidad jajajajaj, lo tuyo es digno de cervantes pintado por dalí ajajajajajajaja

    gracias amigo.
     
    #9

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