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Luna roja, Marte enojado

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Jorge Liberato, 28 de Agosto de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 1859

  1. Jorge Liberato

    Jorge Liberato Poeta recién llegado

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    20 de Julio de 2010
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    De día; temprano de mañana parecía, tan normal. De noche, llegó con asomos de libertad y transcurrió con esbozo de sangre. Su fachada se pintó de sangre; su blanco se tiñó de rojo. Tenía la voz tan curtida cuando empezó a leerse y de pronto se le borró la sonrisa. Su cara más fuerte emergió tras las 7, se blandió como siempre, pero como nunca esta vez creo haberla presenciado. “Algo grave está ocurriendo, yo no sé que puede ser”. Me pregunté y me cuestioné, “¿Dónde más es que yo he visto, tal enojo en su rostro?”. No menoscabo la ocurrencia, no como tantos necios y ciegos. No dejo que continúe sin antes haberme dado una respuesta. Cerca de casa decido mirarle, pues temo nunca más volver de este modo a apreciarle. Roja, como Marte; ¿Marte eres tú? Me cuestiono y los cuestiono a ellos, los que no ven. Los que miran sin ver, como si fuese todo natural, común y corriente. Ya no es blanco gris omnipotente; ahora es rojo anaranjado como piel chamuscada. ¿Por qué, díganme por qué? Una adivina a la que citara un día antes dijo me: “Habrá un gran movimiento por el que se liberaran las energías oscuras que el hombre le ha engendrado a la Tierra” y entonces tras lo dicho: “Verás las señales y todo ello lo escribirás”. Selló lo predicho: “No temerás a tus enemigos, pues ese día ellos temerán la sentencia que sobre ellos recaba” y enfurecida continuó “No les temerás pues tienes en tus manos la labor de contarlo, eres protegido de Dios, protegido mulato de sangre rojiza como la de ellos…” Me sentí bendecido, pero no más a salvo. Recuerdo entonces esa tarde, ver las calles sin mucho cambio. Al día siguiente comenzaron los predichos. Primero; el llanto del perro. Este perro no era del hortelano. Sus ladridos eran entrecortados, y este cánido era mío conocido. Tan extraño pareció me, que temí fuera esa misma noche la tormenta. Como piel chamuscada ella estaba. Y el perro la sintió. Y yo, la vi. Le tomé una imagen a ella, con mi padre al lado. Me miró imponente sobre el firmamento. De noche, con esbozo de sangre. Pasó la noche sin remedio, como siempre pero no igual que siempre. Quedé perplejo y quedé adormecido. Parecía que su poder me estaba afectando. Luego, los pájaros sobre los cables de teléfono; aglomerados el día de la tormenta. Estos como adivina, saben leer los “tufos eléctricos”; los que artificialmente forman la tormenta. También, el clima frío cambiante. Los vientos que se fuerzan lacerando la piel desnuda. Las nubes que despejan el ralo cielo. Los mares resoplando y meciéndose. Y todo que se ladea sin razón. Entonces llega la hora. Unos días luego o unos días más tarde. Quizá unos meses, o quizá nunca; se mece la tierra y hay un gran movimiento. Tan grande, pero tan grande; que los mares se salen de sus cuencas y los aires despojan a las aves de sus refugios, y acaban de paso con los hombres nuevos. Con muchos libres que lo fueran por siempre; como estrellas solitarias en el cielo despejado. Ahora atormentados, por luna roja que fue presagio. Todo esto, que pasa o no.
     
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    Última modificación: 29 de Agosto de 2010

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