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Madre sierra.

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Mª Amparo Garrigós Cerdán, 29 de Enero de 2010. Respuestas: 1 | Visitas: 711

  1. Mª Amparo Garrigós Cerdán

    Mª Amparo Garrigós Cerdán Poeta recién llegado

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    El dramático tempo de la existencia avanza al ritmo de un diapasón inexorable. Entre el antes y el ahora, el abismo de los años ha ido desgarrando la carne húmeda con sus dientes de pedernal, pura alevosía. Era un universo en constante mutación lo que habitábamos sin apenas sospecharlo: transcurría en nosotros mientras traspasábamos los umbrales de los tiempos con los ojos vendados. Pareciera que ya nada es igual y, sin embargo, algo entre lo mudable casi intacto permanece.
    Temblorosos amaneceres coronan suaves colinas de frentes altivas donde el rocío se posa complacido sobre la estepa soñolienta. Levanta los ojos al cielo el jilguero madrugador pregonando las bendiciones del nuevo día y a su voz de pico responden otras tantas, polifonía insólita de improvisado pentagrama que emerge de la espesura. Agarrados a la tierra suspiran los majestuosos pinos, ríen brezos ruborosos rozando la tímida ajedrea, el morado espliego compite con el bálsamo del romero mientras el tomillo, a rastras, humilde se desdice de todas las soberbias. Como espadas blandidas por el más compasivo de los dioses, se yerguen en las ramblas las rosadas adelfas, punzantes aliagas se abrazan a la base de los palmitos, sacude el enebro su polvoriento talle y el lentisco se ensancha orgulloso besando los troncos de las carrascas.
    Sierra de Enguera, ubérrima sierra madre bajo cuya piel verde tatuada con todos los colores del Arco Iris, se desliza el agua como si sangre fuese que discurriera en torrente generoso, para emerger después en el valle embebiendo las huertas con su espeso limo. Como raras perlas centenarias, aferradas a la firmeza de tu cuello, las pardas campiñas de recios olivos prometen año tras año savia nueva, oro vestido de púrpura que cruje en la almazara feliz del invierno.Y en la recatada primavera otoñal, de tus entrañas aflora la sal de la Tierra en inesperada erupción, poniendo en nuestra boca la leche de tus pechos encarnada en frutos variopintos de delicioso sabor.
    Al borde de la loma, a la hora del ocaso, extasiada vaga el alma henchida de belleza de quien te siente origen, parturienta infatigable, y te sabe fin, refugio último de sus despojos. El mañana de nuestra carne se sabe a salvo en tu regazo y entonces, mana la fuente de la felicidad en el morado atardecer estremecido, que precipita de los labios la palabra al lecho resignado del papel pretendiendo poesía.
    Sierra de Enguera, naturaleza virgen en desafío constante a nuestra torva fugacidad, el tiempo camina de rodillas por los senderos cariacontecido por tu pertinaz supervivencia. Pasado, presente y futuro no tienen fechas en tu calendario, porque no existe el calendario en el fluir de las cosas cuasieternas. Unos iremos, otros vendrán a contemplar tu impertérrita quietud de siglos sólo amenazada por la desidia de quien, huérfano de ti, te acosa con la saña de los incendios o las dentelladas de la especulación. Sin embargo, ahí seguirás con tu aterciopelada bandera al viento para provocar la emoción sublime del que te vive en el crepúsculo acariciando con la mirada tu tierra preñada de vida.
    Habrá en el mundo playas de arenas blancas y aguas transparentes, altas montañas nevadas de inefable hermosura, extensos prados verdes rematados con flores bordeando los caminos, lagos inmensos, volcanes mudos, soleadas islas en manso océano...Y yo seguiré como ahora siempre pensando lo mismo: que no cambio un palmo de mi sierra por el mayor de los paraísos, tan hecho está este corazón al salvaje barro rojo con que fue esculpido.
    Dentro de poco callará el jilguero arrebujándose en un rincón de su nido, las ranas croarán rodeando las charcas, levantará el vuelo el mochuelo disputando la presa a la lechuza. Las hiedras que tapizan las paredes de los barrancos, darán las buenas noches a los olmos y los madroños. Saldrá el hosco jabalí con su hembra a procurar el sustento de sus crías. La jara entornará los párpados mientras las esparteras emplumadas desnudan la brisa. La genista, enamorada de los rayos de la luna, elevará hacia el cielo ramilletes de flores amarillas. Y es ya seguro, esta preciosa noche tibia, que otro día de gloria nos aguarda a la vuelta de la esquina.
     
    #1
  2. ROSA

    ROSA Invitado

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