1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Maldita manzana

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Jose Anibal Ortiz Lozada, 5 de Diciembre de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 74

  1. Jose Anibal Ortiz Lozada

    Jose Anibal Ortiz Lozada Poeta adicto al portal

    Se incorporó:
    6 de Mayo de 2024
    Mensajes:
    1.077
    Me gusta recibidos:
    1.487
    Género:
    Hombre
    La encontré un martes cualquiera, entre el tumulto de lo inevitable, bajo un cielo que parecía deshacerse en partículas de sol. Ella estaba ahí, con una manzana en la mano, roja y brillante como un desafío. No sé si fue el temblor en sus dedos o la manera en que sus ojos parecían decir "ven", pero supe, desde el primer instante, que todo cambiaría.

    No era una manzana cualquiera. Era la manzana. Su manzana. Nuestra condena.

    —¿Quieres un mordisco? —dijo, y su voz era un hilo de miel que me ataba.

    Yo, Adán sin paraíso, me acerqué sin pensar. Bueno, sí pensé, pero esas cosas se piensan con el cuerpo, no con la cabeza. Supe que estaba mal, que todo lo que nos habían enseñado sobre obedecer, sobre no cruzar líneas, sobre el peso de las consecuencias, era cierto. Pero ¿cómo decirle que no a unos labios que prometían mundos nuevos?

    —No deberíamos… —murmuré. Pero ni yo me lo creía.

    —¿Deberíamos qué? —replicó ella, riendo, con esa risa que tenía algo de caos y un poco de eternidad.

    Mordí la manzana, porque era lo único que podía hacer. Mordí la manzana y sentí que todo se detenía por un segundo. Ella me miró, como si supiera algo que yo no sabía, y supe que nunca volveríamos a ser los mismos.

    De pronto, el jardín que era nuestro se convirtió en otra cosa. Ya no había caminos fáciles ni flores sin espinas. Había dudas, deseos, una vorágine de certezas que se caían a pedazos. Pero estaba ella, y eso bastaba.

    —¿Y ahora? —pregunté, con el jugo de la manzana aún en los labios.

    —Ahora vivimos. —Su respuesta era simple, pero cargada con todo lo que el mundo podía ofrecernos: amor, dolor, exilio.

    Caminamos juntos, expulsados del paraíso, con la manzana como único testigo. No nos miramos atrás porque sabíamos que no había vuelta. Y sin embargo, en algún rincón del cosmos, Dios sonreía. Porque, aunque nos había castigado, sabía que habíamos elegido. Y elegir, amar a pesar del castigo, era la verdadera creación.

    La manzana, ahora olvidada en la hierba, brillaba como un recuerdo de lo que perdimos, pero también de lo que ganamos: el amor que se elige, aun cuando duele, aun cuando es maldito.
     
    #1
    A luna roja le gusta esto.

Comparte esta página