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Maleficio (terror)

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Évano, 2 de Diciembre de 2012. Respuestas: 6 | Visitas: 1086

  1. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Maleficio


    De la bruma que oprime el fondo del angosto valle surge una columna de humo grisáceo. No deja ver, la densa niebla, la cabaña de monte, ni su chimenea, ni al hombre sentado enfrente del fuego. Es de mediana edad, de figura pálida, demacrada, sucia y sudorosa. No percibe sensación alguna del exterior. No oye el ruido de la lluvia al caer sobre las hojas, ni el olor de la humedad de la tierra verde mojándose. Isaías está intentando conectar con el mundo de las tinieblas.

    Arden los leños de roble en la vieja chimenea de la casa del bosque. Llamaradas rojizas y amarillas surgen de la madera quemada, hasta llegar a los ojos, ensangrentados y lagrimosos, de un Isaías acurrucado en una manta pestilente. Su mirada enloquecida no se separa ni un instante del fuego. Recoge, engulle su cuerpo, un sofá de piel caliente.

    Estira el brazo para coger un candil de la repisa de la chimenea. Está recubierto de cenizas. Lo vacía en el sucio suelo de tablas. Hace mucho tiempo que no lo utiliza. Huele a hollín, y a maldad. Lo observa detenidamente. Lo acaricia mientras va invocando a las fuerzas de la oscuridad, a las del más allá, a las que vienen del mundo de las tinieblas.

    "Venid a mí fuerzas ocultas, venid a mí sombras malditas, entrad por mis ojos, recorred mis venas, acaparad mi corazón, mi cuerpo y mi alma. Yo os invoco , os mando y ordeno que me ocupéis" -exclama una y otra vez, teniendo asido el viejo candil con las dos manos, y en la mirada, el transfondo de la negra y fúnebre chimenea.

    Su cada vez más ardiente cuerpo tiembla y suda, empapando la ropa interior. El aire de la habitación parece oscurecer, enfriarse, diríase que se puede masticar para vomitarlo luego.

    Hinchados lo ojos se quieren evadir de las cuencas para viajar al fuego del infierno. El cabello pegado en la frente. El rostro ardiendo. Apunto de explotar las venas que lo recorren.

    Le inundan arcadas. Sigue tiritando, sudando un frío que parece emanar desde el mismo centro de su alma.

    Su boca se llena de saliva mezclada con pus y sangre. La escupe en el candil. Este parece latir de ansia y emoción por ser el recipiente de estos excrementos.
    Saca un papel del pecho pegajoso. Hay un nombre escrito con sangre. Lo trocea en pequeñas partes y lo mezcla en el candil con la pus rosácea mientras relee una y otra vez el nombre que hay escrito en él. Continúa invocando a las fuerzas oscuras.

    "Venid fuerzas del otro mundo. Juzgad ahora a Julia Almagro Franco. Venid, venid a mí, y de mí a este candil y juzgad, juzgad ahora y no a su muerte a Julia Almagro Franco. ¡Oh fuerzas y almas que vagáis por las sombras eternas, por la oscuridad absoluta, por los límites de la vida y la muerte, en la frontera del infierno!, venid, y si no es justo lo que pido, que el castigo sea para mí. Os doy dos cuerpos, dos almas, venid y juzgad, y llevaros con vosotros..."

    Horas y horas invocando, sudando, delirando. Se ha meado en el sillón donde permanece desde la noche anterior, sin comer, sin beber, como un poseso de los infiernos. Ni el más loco de los locos hubiera quedado tranquilo ante tal visión.

    Cuando cree que ha evocado lo suficiente a las fuerzas oscuras y removido lo suficiente los trocitos rotos del nombre de Julia Almagro Franco con las pus rosácea, ensangrentada, vacía la cera de una vela negra sobre el candil, como si fuera la losa que entierra en un nicho a su maleficio.

    Exhausto se duerme sobre sus propios excrementos.
     
     
     
    No sabía el tiempo que había dormido. Salió atolondrado y desnudo de la cabaña. Se tiró de cabeza al río. Se aseó detenidamente con el jabón y champú más caro, como correspondía a su clase. Fue a su vehículo de gama alta que estaba aparcado junto a la solitaria cabaña de monte que poseía y se vistió con su rica vestimenta.

    Fumaba un Cohíbas mientras subía la serpenteante carretera del valle. Abajo, en el fondo de las montañas, iba quedando la lúgubre y sucia cabaña, las cenizas de roble, las hojas de mandrágora y el estragón quemado en la chimenea; el sillón sudado y meado, y el candil colgando de un gancho oxidado con su tapa de ataúd de cera negra, ocultando lo enterrado en él.


    Al llegar a su lujosa casa de la ciudad los sirvientes y su mujer le dieron la bienvenida.

    -¿Qué tal por Madrid cariño? ¿Salieron bien los negocios? -le preguntó su mujer mientras le besaba la boca con una lujuria extraordinaria, a pesar de los más de veinte años casados que llevaban.

    -Por mi parte puse e hice todo lo que pude, ahora queda esperar a que se decida -le contestó calmadamente, sin explicar el negocio ni quién tenía que decidirse. Como siempre su mujer no preguntaría nada más, simplemente porque ella tenía todos los caprichos que quería, lo demás era problema de su amado esposo.

    -¿Sabes cariño?, me ha llamado Héctor para decirme que han ingresado a su mujer en el Hospital -le contaba mientras entraban en la lujosa vivienda.

    -¿Qué le ocurre a Julia? ¿Se sabe qué tiene? -contestó con un aire de falsa preocupación.

    -Me parece que es grave. El doctor le ha dicho a Héctor que es leucemia. No he querido preguntarle nada más, estaba muy afectado -continuaba explicándole mientras iba a la cocina para prepararle un sabroso vermouth.

    -Cuando quieras vamos a verla -contestó mientras se sentaba en su espléndido sofá de piel.

    Acariciaba, como si de una mujer viva fuera, la piel de su querido sofá. Eran partes de sus "mujeres", las presas de sus conjuros malditos. Julia Almagro Franco, después de ser enterrada y desenterrada, entraría a formar parte de su querido conjunto, quizá un bonito cojín a juego para poner los pies mientras se calentaba en su chimenea limpia y nueva de ciudad.

    -Es una pena lo de Julia, con lo joven y bella que es... -le decía a su mujer mientras tomaba el delicioso vermouth.

    -Sí, es una pena. Más de una vez le dije que no trabajara tanto, que disfrutara un poco más de la vida. Siempre estaba metida en esa dichosa empresa -le hablaba la mujer acariciándole el cabello, de pie, a su lado.

    -¿Era una editorial?, ¿ verdad cariño? -le preguntó haciéndose el olvidadizo-. ¡Qué lástima! Había pensado proponerle que me publicara un libro... Ahora va a ser imposible -acariciaba la pierna de su esposa.

    -Bueno, puedes llevarlo a otra editorial. O si quieres lo haré yo, porque si no a lo mejor pierdes esa ilusión que te ha dado por publicar alguna vez un libro.

    -Gracias cariño, pero creo que lo haré yo, me ha gustado ese mundillo.

    En su flamante chimenea de ciudad cuelga un candil precioso. En él está ardiendo constantemente una cinta de papel perfumada con esencia de rosas y azúcar moreno, con su nombre y el de su mujer escritos con tinta de fresas. Siempre la tiene encendida. Ha dado órdenes que nadie la toque. Siempre está limpia y aseada, y su luz, parece atraer el alma de su hechizada esposa.




    El nombre es ficticio.
     
    #1
    Última modificación: 28 de Febrero de 2013
  2. Dennisse

    Dennisse Invitado

    recordé que de niña se hablaba mucho de eso creí que era solo fantasía, quizá lo sea,
    abrazos a la distancia Denn
     
    #2
  3. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Es fantasía Dennisse, es fantasía, o eso espero, porque si no lo tendríamos mal jajajajajjaja. Gracias por pasar por esta locura de relato. Se la saluda.
     
    #3
  4. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    Esa magia no me gusta... tu forma de escribir esta narración si aunque me dio algo de miedito, jeje, te dejo un abrazo multiplicado!!
     
    #4
  5. tyngui

    tyngui Poeta que considera el portal su segunda casa

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    excelente trama, que atrapa hasta el final, olfateando el maleficio.
    te felicito
     
    #5
  6. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    No sabe, señora Ethel, cuánto siento haberla asustado jajaja.


    Gracias por pasar

    y un montón de saludos afectuosos.
     
    #6
  7. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias por pasar, señor Tinguy, y por su amable comentario.

    Se le saluda.
     
    #7

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