Manifiesto para los que aún piensan (aunque duela)

—o cómo sobrevivir en un mundo que aplaude a los idiotas mientras quema las bibliotecas—

Nos declaramos culpables.
Culpables de pensar con calma en un mundo de prisa.
De usar puntos y comas cuando la mayoría solo escupe emojis.
De dudar, comparar, cuestionar... mientras allá afuera, los idiotas desfilan como profetas de cartón, patrocinados por marcas de ropa que no entienden ni la talla del alma.

Aquí estamos:
sobreviviendo entre hashtags, tragándonos opiniones masticadas por otros, nadando en océanos de banalidades que nos prometen felicidad en 30 segundos o menos.
Somos los raros que aún escriben sin buscar “likes”, que aún leen sin tutoriales, que aún escuchan sin interrumpir.

Nos rebelamos contra el reinado del ruido.
Contra el dogma del trending topic,
contra el culto al selfie,
contra los sermones de los que no saben pero opinan igual (porque el silencio, dicen, no genera contenido).

Nos oponemos a la glorificación del imbécil encantador, del experto en nada, del académico del chisme.
Rechazamos la dictadura del entretenimiento vacío, el populismo de la ignorancia, y la idolatría del que grita más fuerte aunque diga menos.

Elegimos el margen, la pausa, el pensamiento lento.
Elegimos equivocarnos, pero por cuenta propia.
Elegimos la ironía como arma, la lucidez como refugio, y la risa como trinchera.

Porque estamos aquí, sí,
donde las masas idolatran a los idiotas…
pero nosotros seguimos escribiendo.
No por esperanza, sino por terquedad.
Porque si el mundo va a arder en estupidez,
que al menos lo haga con buena prosa.

 

Un manifiesto enormemente lúcido que apoyo en su totalidad. Saludos.