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Manual de cómo recuperar los deseos perdidos

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Jose Anibal Ortiz Lozada, 26 de Abril de 2025 a las 6:44 PM. Respuestas: 0 | Visitas: 46

  1. Jose Anibal Ortiz Lozada

    Jose Anibal Ortiz Lozada Poeta adicto al portal

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    Hombre
    Capítulo primero: El inventario de los vacíos
    Abres los cajones del alma y encuentras polvo de promesas rotas, hilos de sueños deshilachados. Es aquí, entre las grietas de lo que callaste, donde debes empezar: cuenta las ausencias como quien enumera estrellas fugaces. Anota en tinta invisible los nombres de lo que un día ardió y hoy yace bajo la escarcha del tiempo. No temas a las sombras que se aferran a las paredes: son solo el eco de lo que fuiste antes de olvidar cómo temblar.

    Capítulo segundo: La geografía del olvido
    Los deseos no mueren: se extravían. Rastrea sus huellas en los mapas celestes que dibujaste en noches de insomnio. Búscalas en los surcos de las manos, en el reflejo oblicuo del espejo al amanecer, en el susurro de las hojas cuando nombran tu nombre sin voz. Cada deseo perdido es una semilla enterrada bajo la nieve de los inviernos que acumulaste. Lleva contigo una brújula hecha de preguntas: ¿En qué rincón del viento quedó mi anhelo de volar? ¿Qué canción arrulló mis ansias de mar?

    Capítulo tercero: El ritual de las manos desnudas
    Desentierra con los dedos despojados de orgullo. No uses guantes: la tierra debe reconocer tus cicatrices. Encuentra las raíces de aquel deseo que creías marchito y riégalas con la lluvia lenta de la paciencia. Habla en lenguas antiguas, esas que solo conocen el rumor del trigo y el latido del río. Si encuentras espinas, no las arranques: son guardianas de la savia que aún late. Recuerda: lo que se revive bajo la luna llena lleva el aroma de lo eterno.

    Capítulo cuarto: La reconstrucción del fuego
    No basta con hallar las cenizas: hay que aprender a soplar sobre ellas sin miedo a quemarse. Junta los leños de las palabras no dichas, de las risas truncadas, de los besos que se convirtieron en pájaros sin rumbo. Enciende una chispa con la fricción de la memoria contra el presente. Deja que arda despacio, como el sol en el horizonte, hasta que el humo dibuje en el aire un nuevo alfabeto de posibilidades.

    Epílogo: La danza de los deseos renacidos
    Cuando al fin broten, no los domestiques. Déjalos crecer salvajes, entretejidos con la hierba y el viento. Que trepen por los muros de tu sangre, que desafíen las estaciones, que rompan los relojes. Un deseo recuperado es un dios pequeño que habita en tus venas. Y si alguna noche vuelven a perderse, repite este manual como un mantra, como un canto de ballena en la oscuridad: la vida es un océano, y los deseos, olas que siempre regresan.
     
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