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Manual de un asesino ignorante

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Mario Francisco LG, 8 de Agosto de 2013. Respuestas: 1 | Visitas: 1042

  1. Mario Francisco LG

    Mario Francisco LG Un error en la Matrix

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    Hombre
    Manual de un asesino ignorante

    Andrés Amendizábal


    Era aún de mañana, alrededor de las diez u once. El suspiro matinal, frío y acogedor, se podía percibir en las despobladas personas, las cuales, apenas y se notaban rigorosas para salir. En el cuarto vagón, en el asiento diecisiete de adelante hacia atrás, un viejo, con total falta de disimulo, contemplaba el seno desnudo de una mujer que alimentaba a su cría. Distraída en su totalidad y absorta de la imagen bochornosa del libidinoso, tampoco podría percatarse que él, jamás había podido estar tan sereno, comportando cada impulsivo régimen nervioso que padecía desde que su memoria le daba lugar; cuando su madre lo golpeaba y lo obligaba a desnudarse, en el patio, frente a las miradas asqueadas de sus vecinos o de las personas que iban pasando por ahí.

    No desde esa fecha pues, en adelante, tenía arrastres obsesivos. Movimientos involuntarios en la mano derecha y en sus ojos, dando las razones necesarias para ser víctima de burlas.

    Aún con la escena morbosa, necesitaba más. Despreocupado de la salida del tren y aún menos preocupado por los demás, fumaba. Su cigarro se sostenía apenas, mientras él, relamía sus labios e imaginaba cada fantasía posible, con ese seno bronceado, con su pezón ennegrecido por la batalla hambrienta de esa boca sin dientes y de encías cosquilleantes.

    El aterrador sonido del silbato no sólo anunciaba la salida del tren a los pasajeros, también alertaba a otros, como a la madre, de que habían personas a su alrededor, les obligaba a observar de nuevo su entorno. La mujer, al verse fisgoneada de tal forma, sólo se limitó a devolver una mirada lo suficientemente hostil como para que el viejo, de apariencia joven, llevara una de las manos al rostro, tembloroso; pero, sonreía. Tenía un ataque en una de sus manos, obligando a arrojar el cigarro y contenerse con la otra mano.

    Se dio cuenta, al tirar su cigarro, que habían dos maletas grandes junto a sus pies. Volvió la atención a todos lados, incrédulo. Se percató, al mirar que había una sonrisa maliciosa atravesando el vidrio de su costado. Se revisó, aterrado, todas las bolsas y encontró un pasaje con el destino a donde debía de ir.

    Se peinó, peinó su enmohecido cabello y dirigió su curiosidad, otra vez, a la mujer que lo despedía con un beso. Y fue, precisamente eso, lo que le provocó tremenda erección. Se conocían, indudablemente.

    Mariano, así se llamaba el viejo; posiblemente unos cuarenta y tantos años, pero no importa. La mujer, era su prima, sólo unos cuantos años menor que él.

    Un boletero, revisaba a los pasajeros, mientras que Don Mariano, acariciaba su rostro, rozaba con sus dedos la cicatriz que corría de su oreja derecha hacia su mejilla. Fue una bofetada, un anillo en esa mano, una mujer más grande que él, había sido su madre.

    Mostró su boleto para luego recostarse como deseaba hacerlo, exhausto, todavía. El viaje sería largo, unas tres horas, minutos más, minutos menos. Acomodó su feo sombrero tapando, apenas, su rostro. Y se fue quedando dormido, apacible, descansado, recordando.

    “Ángela ya debía de haber llegado y no es así… No sé cómo saliste de la casa vestido de esta manera, hace mucho frío. Comprar alcohol barato ya no es una solución y Ángela ya debió haber llegado… y no es así.

    Estabas nervioso, te contenías, pero tus ansias comenzaban a trastornar tu voz. Fumaste casi toda tu cajetilla nueva. Te estaba excitando imaginar de cosas sobre tu prima. Mientras, cortabas cartucho del arma que te dieron, apuntaste a varias direcciones para después guardarla en tus pantalones.

    A dos cuadras, sobre el sur-poniente, un taxi se estacionó y Ángela bajó de él. Sonriéndole a las sombras, al chófer, no sabes más. Pero mueres de celos mientras, ella, violentamente se acomoda uno de sus zapatos.

    Entiendes, hasta ese punto tu motivación, por qué estabas haciéndolo todo. Aun así, volviste a preguntarlo cuando ella se acercó a ti.

    - ¿C… cómo me convenciste, Á…Án…gela?

    Y ella, no dijo nada, te tomó por encima del pantalón, te tomó de tu miembro viril, lo acarició primero suave y luego violentamente; se acercó más y te besó suave, muy quedamente. Y te susurró:

    - Y porque también odias a mi marido, como yo.

    Subieron al edificio, no estaba abandonado como parecía estarlo por fuera, había ciertos inquilinos; pero, en el quinto piso, algunas de las paredes habían sido derribadas, creando una especie de salón de juegos, con salas privadas donde algunos podían conservar su anonimato.

    Seguías fumando, mientras ella, no desperdiciaba momento alguno para repetirte paso por paso las instrucciones. No podías defraudarla. Había pocos jugadores, ya era tarde. Ángela se quedó coqueteando con los celadores, entraron por separado. Apenas y te revisaron. La iluminación era muy corta sobre los pasillos, pero muy intensa dentro de cada cuarto. Había prostitutas y licor por doquier. Tú serías feliz viniendo acá. Te recordabas que debías de volver un día de estos.

    Te detuviste en la sala del corredor superior, a dos vueltas y media del lugar de entrada, en la sala de juegos siete. Sacaste el pasamontañas de tu bolsa trasera. Escuchabas la voz de Ángela, apenas y susurrando, una alucinación, suspiraste. Te deseó suerte, era todo lo que necesitabas saber.

    Estabas nervioso, tus manos te sudaban, pero debías de hacerlo. Te golpeaste la cabeza cuatro veces, tratando de recordar cada término de ella. Así te lo ordenó tu prima. Se abrió la puerta, alguien estaba saliendo, no lo recuerdas. Lo golpeaste con el mango de tu arma. Corriste a ponerte tu pasamontañas. Ahí viste a su esposo y, en sus piernas, a una hermosa prostituta con un tatuaje sobre su espalda. En la mesa, había mucho dinero, había fichas de colores, cigarros, alcohol, cartas.

    No caminaste mucho, y de dos disparos sobre su pecho, cayó desplomado tartamudeando tu nombre. Los demás, rodeándote cautelosos y erguidos de miedo, preguntaban anonadados sobre el por qué. Uno de ellos se orinó sobre sus pantalones.

    Tras los disparos y unos diez minutos después, Ángela entraba con un par de maletas cafés. Tú, sosegado mirando el cuerpo desmayado de la prostituta, casi desnuda. Ya no había nadie más en ese cuarto, sólo ella, el esposo agonizando, la prostituta desmayada y tú.

    Puso en tus manos un cuchillo filoso mientras te quitaba la pistola de tu mano, mientras vigilaba la ventana. Le dijiste que no era necesario hacerlo, pero te abofeteó tan fuerte que te sangró terriblemente los labios. Apuntó el arma hacia el balbuceante rostro del hombre y sobre su sien, disparó, salpicando por todas partes.”

    Un fuerte silbido hizo que Don Mariano se despertara, casi adolorido. Seguía cansado, pero continuó bajando. Fue el último en bajar y nadie se percató de su esfuerzo por levantar las maletas. Tampoco repararon el rastro minúsculo de sangre que goteaba cada vez un poco más.

    Había un carro esperando, estacionado, casi abandonado cerca de la estación de trenes. Subió ambas maletas y, aunque con esfuerzo, encendió el vehículo.

    Fueron hacia el lago, uno que su mamá, junto a sus tías, proponía visitar como ritual de la familia. Lago donde experimentaba con su prima, esa niña que manoseaba y que le controlaba y viceversa. Debía de apurarse para arrojar las maletas. Aún había mucho por limpiar, aún había mucho por aprender con Ángela. Y ella, aún tenía a muchas más personas que odiaba y él, muchas fantasías sexuales que intercambiar por favores.
     
    #1
    A MARIAN GONZALES y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. MARIANNE

    MARIANNE MARIAN GONZALES - CORAZÓN DE LOBA

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    vaya, favores comprados y complacidos, no creo que todas las fantasías sean perfectas, pero todo tiene su valor, recordé el otro manual que escribió hace tiempo, quizá este es un poco más largo y contundente, pero contenta de leerle, grato como siempre, saludos Andy
     
    #2

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