1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Manuel Acuña

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por Ivonne Estefanía, 6 de Abril de 2007. Respuestas: 8 | Visitas: 8299

  1. Ivonne Estefanía

    Ivonne Estefanía Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    10 de Agosto de 2006
    Mensajes:
    795
    Me gusta recibidos:
    7
    http://www.los-poetas.com/acuna/acbio.htm

    Médico y poeta, nació en la ciudad de Saltillo, Coahuila, el 27 de agosto de 1849. Vivió en una época en que la sociedad mexicana era dominada por una intelectualidad filosófico-positivista, además de una tendencia romántica en la poesía. Hijo de Francisco Acuña y Refugio Narro. Recibió de sus padres las primeras letras. Estudia posteriormente en el Colegio Josefino de la ciudad de Saltillo y alrededor de 1865 se trasladó a la México, donde ingresó en calidad de alumno interno al Colegio de San Ildefonso, donde estudia Matemáticas, Latín, Francés y Filosofía. Posteriormente, en enero de 1868 inicia sus estudios en la Escuela de Medicina. Fue un estudiante distinguido aunque inconstante. Cuando muere, en 1873 sólo había concluido el cuarto año de su carrera. En los primeros meses de sus estudios médicos vivía en un humilde cuarto del ex-convento de Santa Brígida, de donde se trasladó al cuarto número 13 de corredor bajo del segundo patio de la Escuela de Medicina, el mismo, que años antes habitara otro infortunado poeta mexicano, Juan Díaz Covarrubias.
    Allí se reunían muchos de los escritores jóvenes de la época, Juan de Dios Peza, Manuel M. Flores, Agustín F. cuenca, Gerardo M. Silva, Javier Santamaría, Juan B. Garza, Miguel Portilla, Vicente Morales y otros. Allí fue donde, una tarde de julio de 1872, algunos de los poetas del grupo inscribieron sobre un cráneo, como sobre un álbum, pensamientos y estrofas.
    Manuel Acuña fue un apasionado de Rosario de la Peña. Su inmenso y desenfrenado amor por ella fue la causa, o al menos la razón mejor fundamentada, de que quedara trunca su existencia cuando ya en los círculos intelectuales era reconocido su genio, su calidad como escritor y nadie dudaba de su exitoso futuro.

    ¿Qué era lo que pasaba por su mente o por su atribulado corazón aquel 6 de diciembre de 1873? Es un secreto que se llevó a la tumba luego de ingerir cianuro de potasio para cortar su existencia. El cadáver del poeta, de cuyos cerrados ojos, se dice, estuvieron brotando lágrimas según él mismo lo había anticipado:

    "como deben llorar en la última hora
    los inmóviles párpados de un muerto"

    De entre los versos de Manuel Acuña es bien conocido el "Nocturno" (dedicado justamente a su amada Rosario, que ha pasado de generación en generación como un canto al amor y al desengaño), o "Ante un Cadáver", que representa toda una reflexión acerca de la vida y la muerte desde el punto de vista de la materia misma y su transformación.
    Manuel Acuña destacó durante su juventud, pero privó a los amantes de la poesía de ver su evolución y comprobar que estaba destinado a ser uno de los grandes en las letras mexicanas.



    NOCTURNO A ROSARIO



    I

    ¡Pues bien! yo necesito
    decirte que te adoro,
    decirte que te quiero
    con todo el corazón;
    que es mucho lo que sufro,
    que es mucho lo que lloro
    que ya no puedo tanto,
    y al grito en que te imploro,
    te imploro y te hablo en nombre
    de mi última ilusión.

    II

    Yo quiero que tú sepas
    que ya hace muchos días
    estoy enfermo y pálido
    de tanto no dormir;
    que ya se han muerto todas
    las esperanzas mías,
    que están mis noches negras,
    tan negras y sombrías,
    que ya no sé ni dónde
    se alzaba el porvenir.

    III

    De noche, cuando pongo
    mis sienes en la almohada
    y hacia otros mundos quiero
    mi espíritu volver,
    camino mucho, mucho,
    y al fin de la jornada
    las formas de mi madre
    se pierden en la nada
    y tú de nuevo vuelves
    en mi alma a aparecer.

    IV

    Comprendo que tus besos
    jamás han de ser míos,
    comprendo que en tus ojos
    no me he de ver jamás,
    y te amo y en mis locos
    y ardientes desvaríos
    bendigo tus desdenes,
    adoro tus devíos,
    y en vez de amarte menos,
    te quiero mucho más.

    V

    A veces pienso en darte
    mi eterna despedida,
    borrarte en mis recuerdos
    y hundirte en mi pasión;
    mas si es en vano todo
    y el alma no te olvida,
    ¿qué quieres tú que yo haga
    pedazo de mi vida?
    ¿qué quieres tú que yo haga
    con este corazón?

    VI

    Y luego que ya estaba
    concluido tu santuario,
    la lámpara encendida,
    tu velo en el altar;
    el sol de la mañana
    detrás del campanario,
    chispeando las antorchas,
    humeando el incensario,
    y abierta allá a lo lejos
    la puerta del hogar...

    VII

    ¡Qué hermoso hubiera sido
    vivir bajo aquel techo,
    los dos unidos siempre
    y amándonos los dos:
    tú siempre enamorada,
    yo siempre satisfecho,
    los dos una sola alma,
    los dos un solo pecho,
    y en medio de nosotros
    mi madre como un Dios!

    VIII

    ¡Figúrate qué hermosas
    las horas de esa vida!
    ¡Qué dulce y bello el viaje
    por una tierra así!
    Y yo soñaba en eso,
    mi santa prometida;
    y al delirar en ello
    con el alma, estremecida,
    pensaba yo en ser bueno
    por ti, nomás por ti.

    IX

    ¡Bien sabe Dios que ése era
    mi más hermoso sueño,
    mi afán y mi esperanza,
    mi dicha y mi placer;
    bien sabe Dios que en nada
    cifraba yo mi empeño,
    sino en amarte mucho
    bajo el hogar risueño
    que me envolvió en sus besos
    cuando me vió nacer!

    X

    ¡Esa era mi esperanza...
    mas ya que a sus fulgores
    se opone el hondo abismo
    que existe entre los dos,
    ¡adiós por la vez última,
    amor de mis amores:
    la luz de mis tinieblas,
    la esencia de mis flores;
    mi lira de poeta,
    mi juventud, adiós!






    ANTE UN CADÁVER


    ¡Y bien! aquí estás ya... sobre la plancha
    donde el gran horizonte de la ciencia
    la extensión de sus límites ensancha.

    Aquí donde la rígida experiencia
    viene a dictar las leyes superiores
    a que está sometida la existencia.

    Aquí donde derrama sus fulgores
    ese astro a cuya luz desaparece
    la distinción de esclavos y señores.

    Aquí donde la fábula enmudece
    y la voz de los hechos se levanta
    y la superstición se desvanece.

    Aquí donde la ciencia se adelanta
    a leer la solución de ese problema
    cuyo solo enunciado nos espanta:

    ella, que tiene la razón por lema,
    y que en tus labios escuchar ansía
    la augusta voz de la verdad suprema.

    Aquí estás ya... tras de la lucha impía
    en que romper al cabo conseguiste
    la cárcel que al dolor te retenía.

    La luz de tus pupilas ya no existe,
    tu máquina vital descansa inerte
    y a cumplir con su objeto se resiste.

    ¡Miseria y nada más¡ dirán al verte
    los que creen que el imperio de la vida
    acaba donde empieza el de la muerte.

    Y suponiendo tu misión cumplida,
    se acercarán a ti, y en su mirada
    te mandarán la eterna despedida.

    Pero, ¡no!... tu misión no está acabada:
    que ni es la nada el punto en que nacemos
    ni el punto en que morimos es la nada.

    Círculo es la existencia, y mal hacemos
    cuando al querer medirla le asignamos
    la cuna y el sepulcro por extremos.

    La madre es sólo molde en que tomamos
    nuestra forma, la forma pasajera
    con que la ingrata vida atravesamos.

    Pero ni es esa forma la primera
    que nuestro ser reviste, ni tampoco
    será su última forma cuando muera.

    Tú, sin aliento ya, dentro de poco
    volverás a la tierra y a su seno,
    que es de la vida universal el foco.

    Y allí, a la vida en apariencia ajeno,
    el poder de la lluvia y del verano
    fecundará de gérmenes tu cieno.

    Y al ascender de la raíz al grano,
    irás del vegetal a ser testigo
    en el laboratorio soberano;

    tal vez, para volver cambiado en trigo
    al triste hogar donde la triste esposa
    sin encontrar un pan sueña contigo.

    En tanto que las grietas de tu fosa
    verán alzarse de su fondo abierto
    la larva convertida en mariposa,

    que en los ensayos de su vuelo incierto
    irá al lecho infeliz de tus amores
    a llevarte tus ósculos de muerto.

    Y en medio de esos cambios interiores
    tu cráneo, lleno de una nueva vida
    en vez de pensamientos dará flores:

    en cuyo cáliz brillará escondida
    la lágrima, tal vez con que tu amada
    acompañó el adiós de tu partida.

    La tumba es el final de la jornada
    porque en la tumba es donde queda muerta
    la llama en nuestro espíritu encerrada.

    Pero en esa mansión, a cuya puerta
    se extingue nuestro aliento, hay otro aliento
    que de nuevo a la vida nos despierta.

    Allí acaban la fuerza y el talento,
    allí acaban los goces y los males
    allí acaban la fe y el sentimiento:

    allí acaban los lazos terrenales,
    y mezclados el sabio y el idiota,
    se hunden en la región de los iguales.

    Pero allí donde el ánimo se agota
    y perece la máquina, allí mismo
    el ser que muere es otro ser que brota.

    El poderoso y fecundante abismo
    del antiguo organismo se apodera,
    y forma y hace de él otro organismo.


    Abandona a la historia justiciera
    un nombre sin cuidarse, indiferente,
    de que ese nombre se eternice o muera.

    Él recoge la masa únicamente
    y cambiando las formas y el objeto,
    se encarga de que viva eternamente.

    La tumba sólo guarda un esqueleto;
    mas la vida en su bóveda mortuoria
    prosigue alimentándose en secreto.

    Que al fin de esta existencia transitoria
    a la que tanto nuestro afán se adhiere,
    la materia, inmortal como la gloria,
    cambia de formas; pero nunca muere.






    ADIÓS


    Después de que el destino
    me ha hundido en las congojas
    del árbol que se muere
    crujiendo de dolor,
    truncando una por una
    las flores y las hojas
    que al beso de los cielos
    brotaron de mi amor.

    Después de que mis ramas
    se han roto bajo el peso
    de tanta y tanta nieve
    cayendo sin cesar,
    y que mi ardiente savia
    se ha helado con el beso
    que el ángel del invierno
    me dio al atravesar.

    Después... es necesario
    que tú también te alejes
    en pos de otras florestas
    y de otro cielo en pos;
    que te alces de tu nido,
    que te alces y me dejes
    sin escuchar mis ruegos
    y sin decirme adiós.

    Yo estaba solo y triste
    cuando la noche te hizo
    plegar las blancas alas
    para acogerte a mí,
    entonces mi ramaje
    doliente y enfermizo
    brotó sus flores todas
    tan solo para ti.

    En ellas te hice el nido
    risueño en que dormías
    de amor y de ventura
    temblando en su vaivén,
    y en él te hallaban siempre
    las noches y los días
    feliz con mi cariño
    y amándote también...

    ¡Ah! nunca en mis delirios
    creí que fuera eterno
    el sol de aquellas horas
    de encanto y frenesí;
    pero jamás tampoco
    que el soplo del invierno
    llegara entre tus cantos,
    y hallándote tú aquí...

    Es fuerza que te alejes...
    rompiéndome en astillas;
    ya siento entre mis ramas
    crujir el huracán,
    y heladas y temblando
    mis hojas amarillas
    se arrancan y vacilan
    y vuelan y se van...

    Adiós, paloma blanca
    que huyendo de la nieve
    te vas a otras regiones
    y dejas tu árbol fiel;
    mañana que termine
    mi vida oscura y breve
    ya sólo tus recuerdos
    palpitarán sobre el.

    Es fuerza que te alejes
    del cántico y del nido
    tú sabes bien la historia
    paloma que te vas...
    El nido es el recuerdo
    y el cántico el olvido,
    el árbol es el siempre
    y el ave es el jamás.

    Adiós mientras que puedes
    oír bajo este cielo
    el último ¡ay! del himno
    cantado por los dos...
    Te vas y ya levantas
    el ímpetu y el vuelo,
    te vas y ya me dejas,
    ¡paloma, adiós, adiós!
     
    #1
  2. Ivonne Estefanía

    Ivonne Estefanía Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    10 de Agosto de 2006
    Mensajes:
    795
    Me gusta recibidos:
    7
    A todos los poetas que pasen por este tema:
    Los invito a que lean un poco de la poesía de un gran poeta mexicano.
    Manuel Acuña es un poeta al que admiro, tanto en la forma de expresar
    los sentimientos como en el modo en que los plasma en sus poemas.
    Por este motivo quise dedicarle un espacio y publiqué tres de mis poemas
    favoritos del mismo autor.
    Espero que les gusten.
     
    #2
  3. Manuel Acuña es uno de mis poetas favoritos muchas gracias por haber aportado sus poemas.

    Besitos de fresa,
     
    #3
  4. Roy Dávatoc

    Roy Dávatoc Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    17 de Marzo de 2007
    Mensajes:
    330
    Me gusta recibidos:
    3
    Sin duda una joya para coleccionar. Gracias por hacerme saber de su existencia. Saludos.
     
    #4
  5. Ivonne Estefanía

    Ivonne Estefanía Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    10 de Agosto de 2006
    Mensajes:
    795
    Me gusta recibidos:
    7
    Gracias a los poetas que han pasado por este tema
    y a los que han dejado sus comentarios...
    Conocer la vida de un poeta y un poco de su obra, creo que es una grata
    experiencia, ya que podemos conocer más la poesía.
     
    #5
  6. Gustavo Mistral

    Gustavo Mistral Poeta reconocido en el portal.

    Se incorporó:
    28 de Abril de 2006
    Mensajes:
    868
    Me gusta recibidos:
    23
    Manuel Acuña representó una "institución" muy grande dentro de la poesía mexicana, y aún más: traspasó fronteras con su poesía romántica, sensible, apasionada.

    México ha dado luz a grandes poetas, pero definitivamente ninguno tan grande como Manuel Acuña o Juan de Dios Peza, dos inevitables en la lectura de todo romántico. Me animaría hasta decir que fueron el inicio de la corriente neoromanticista que alcancó su mayor expresión con el cubano José Ángel Buesa.

    Y su nocturno... como olvidarlo si fue uno de los primeros poemas que leí y me cautivó. Esos alejandrinos disfrazados de heptasílabos... por ello la poesía de Acuña es de obligatoria lectura para quién se precie de adorar a los alejandrinos como ritmo sutil, cálido y propio del romance.

    Gracias Ivonne, por traernos un retrato de Manuel Acuña... hacía falta.
    Un abrazo
     
    #6
  7. Ivonne Estefanía

    Ivonne Estefanía Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    10 de Agosto de 2006
    Mensajes:
    795
    Me gusta recibidos:
    7
    Estoy de acuerdo con todo lo que dice Gustavo: Manuel Acuña fue un gran
    poeta. Precisamente por ello, decidí tomarlo como mi ídolo. Me encantan
    todos sus versos.
     
    #7
  8. Faby

    Faby Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    11 de Julio de 2007
    Mensajes:
    688
    Me gusta recibidos:
    20
    Nocturno es uno de mis poemas favoritos, lo declamé muchas veces pues es uno de los que más siento, es hermoso.

    Saludos.
     
    #8
  9. Ivonne Estefanía

    Ivonne Estefanía Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    10 de Agosto de 2006
    Mensajes:
    795
    Me gusta recibidos:
    7
    Yo opino lo mismo Faby, es un poema sumamente hermoso, muy lindo.
     
    #9

Comparte esta página