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Manzanar

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Beache, 15 de Octubre de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 240

  1. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    MANZANAR

    Más allá de los cielos azules, que pueden teñirse celestes o grises; donde pinta el horizonte sus confines de negro perpetuo; donde los astros construyen sus rutas para orbitar las estrellas por mientras existan; donde los asteroides se han reunido para viajar hermanados por el firmamento y se persiguen, se alcanzan, se destruyen o adicionan para construir nuevas entidades; existe uno que, por ser casi insignificante en comparación a los otros, ni siquiera tiene nombre propio.

    Y los científicos expusieron su punto de vista: “Tampoco podríamos poner un nombre propio a cada piedra que exista a la orilla del río”.

    Pero, este asteroide tiene un sueño:

    Desde los tiempos inmemoriales, a través de los siglos y millares de siglos de correr por el espacio y la inmensidad de kilómetros que ha completado a velocidades asombrosas, ha sabido mantenerlo inalterado:

    “Permitir en él la existencia de vida”

    Bastaría que fuese la forma más simple o diminuta, aceptaría que fuese la forma de vida más vil y despreciable. Pero, su sueño es y ha sido que en su superficie pudiera darse el ansiado soplo que origina la vida.

    Y en el continuo transcurrir de los tiempos, ha sido un perpetuo prepararse para apropiarse de las aptitudes que son indispensables y necesarias.

    Cada vez que la ocasión lo hubiese requerido, él desviaba su ruta para poder obtener el objetivo deseado. Por ejemplo, se detenía en el camino de otros para que, ante su golpe poderoso pudiese eliminar las aristas más salientes de sus contornos. Y cada golpe debía ser lo suficientemente fuerte para producir el fraccionamiento, pero, a la vez, lo suficientemente suave para que las porciones resultantes pudieran mantenerse apagadas a su cuerpo. O, se desviaba de su ruta, cada vez que podía encontrar porciones de materia volando a la deriva, con el fin de retenerla e incorporarlas a su propio ser. Y así fue cambiando de ser una piedra gris-claro de cuerpo arrugado y deforme hasta llegar a una esférica bastante redondeada, como la que en algún tiempo llegó a tener.

    Y entonces, cambió su objetivo, pero su sueño no.

    Ahora, los desvíos eran para tratar de apropiarse de las pequeñas gotas de lluvia que podían desplazarse por espacios que le permitieran verlas. Sin importarle retrasarse o transformarse en el más lento de todos aquellos que viajaban con él. Y el agua se fue acumulando sobre su superficie y llegó a obtener importancia. Pequeños cauces y raudales comenzaron a aparecer y se fueron reuniendo hasta formar ríos. Y labraron sus cuencas, cincelaron el paisaje, fueron y volvieron por diferentes regiones de nuestro asteroide.

    Y cuando hubo agua suficiente, casi diría, en abundancia, su vista se agudizó para encontrar partículas o porciones de polvo que podían venir desde el espacio sideral. Y con la ayuda del agua, el movimiento de rotación y especialmente su gran voluntad, el polvo se fue adhiriendo a su contorno y fijándose allí.

    Transcurrieron los siglos, nuestro asteroide había cambiado su aspecto y se había vuelto mucho más reposado y responsable. Debía cuidar su carga valiosa y mantenerla junto a sí. Y un día, sin que se pudiera precisar cuándo, una pequeña semilla llegó y fue a establecerse sobre una pequeña porción de polvo, ya convertida en tierra. Y tampoco nunca se sabrá de qué forma llegó: Tal vez vino trasportada por alguna ave que cruzo perdida sin saber a dónde ir. O surgió por la acción de una fuerza milagrosa generada en energías del orden nucleico en una amalgamada mezcla de ribo y desoxi.

    Lo cierto es que la semilla llegó allí y germinó.

    Y eso fue sólo el inicio de algo maravilloso.

    Era, quizá, la más humilde de las hierbas que habitan el mundo: Una simple mata de chépica, que todos desean arrancar de los lugares en que se digna existir. Una da las plantas de hojas más delgadas, indigeribles y poco alimenticias que pueblan los campos. Pero que sabía cómo reproducirse mediante la propagación de sus propias raíces. Y la planta generó champa y fue cubriendo de a poco los contornos adyacentes. Y las raíces horadaron la roca, generando orificios, creando arena y, mucho más, tierra. Y cuando una parte de la hierba se marchitó, se generó un compost de gran calidad que permitió acelerar el crecimiento vegetal existente.

    Y las hojas se desarrollaron de tal modo que parecieron lechugas. Tan ricas y nutritivas como las mejores de su especie. O espinacas o acelgas y otras así.

    Y sus raíces se desarrollaron de tal forma que comenzaron a parecer bulbos. O cebollas, chalotas, rabanitos y así.

    Y las semillas, polinizadas siempre por la fuerza del viento, fueron poco a poco aumentando su tamaño hasta llegar a ser granos comestibles. Así como el trigo, el centeno o la cebada.

    Y sucedió que, como suele suceder en los cuentos o en los sueños, un joven matrimonio llegó allí un día cualquiera. Tenía que estar el ser humano para que pudiese darse cuenta de todo y dar cuenta de ello. Sólo es el ser humano el único capaz de percatarse de las existencias que pueden ocurrir en todas las dimensiones del universo entero. Una tarde asteroidizaron con su pequeña nave espacial suavemente sobre la superficie lisa y plana y decidieron pasar allí la noche para poder observar el lugar y tomar nota de todo y contarlo a las personas que habitaban el planeta de donde provenían. Con tanta mala suerte que, al día siguiente cuando decidieron emprender el regreso, la nave simplemente nunca más partió.

    Cien veces lo intentaron y cien veces fracasaron.

    Incluso más aún. Es que cuando llegaron a 70 dejaron de contar, perdieron la cuenta o estimaron que ya contar había dejado de ser importante.

    Así que fue una involuntaria decisión crear su hogar allí.

    Y la hierba mullida fue su cama. Y su techo, su pared, su puerta e incluso su mesa.

    Y al revisar el armario donde guardaban sus víveres, encontraron que aparte de las conservas que duraron algunos días, solamente tenían una manzana y un tomate.

    Quedó escrito en las crónicas de los sucesos históricos del asteroide estas cuestiones de importancia capital:

    -El asteroide pasó a llamarse “Manzanar” porque era un mundo donde sólo existían manzanos. Manzanos para fruta, para leña, para sombra o para hermosearlo todo al exigente gusto humano

    -El matrimonio tuvo en total seis hijos y todos ellos vivieron toda su vida allí.

    - Y cada uno de ellos vivió miles de años pues nadie se enfermaba ni mucho menos se moría así tan fácil. Por el simple hecho que no existían bichos que generaran las enfermedades o que picaran provocando fuertes dolores.

    - Los descendientes nunca supieron cuál era el real significado de la palabra dolor. Sólo podían imaginarse por las historias que sus padres les contaban.

    - Y sólo se alimentaban de frutas y verduras. Y algunos bulbos comestibles que nunca dejaron de ser muy, pero muy saludables.

    -Sobre una pequeña planicie adornada de bellas flores de color amarillento, así como las flores del tomate, se encuentran siete tumbas y ocho cruces. Todas hechas de madera de manzano. Cada una de las cruces tiene tallado el nombre de cada persona que seguramente fueron la familia que allí vivió. Las siete tumbas se perciben gracias al tamaño y la altitud que alcanza la tierra al albergar cada cuerpo. Sobre la octava cruz, se encontraron los huesos de un ser humano ordenadamente como un esqueleto completo.

    Seguramente son los huesos del último sobreviviente, que decidió quedarse allí a esperar su muerte. Frente a la cruz cuyo nombre él mismo había gravado. O tal vez las cruces fueron gravadas con mucha anterioridad y se pusieron allí, en ese lugar sagrado, para que cada uno pudiera visitar en vida el lugar donde sus huesos descansarían cuando pudieron comprender que la muerte existe y que a todos les tocaría vivirla algún día. Como sintiendo la necesidad de mantenerse unidos para siempre a las únicas personas que en su vida conoció. Lo terrible hubiese sido decidir sepultarse en vida para poder quedar cobijado igual que los demás.


    Bertoldo Herrera Gitterman

    23 08 22
     
    #1

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