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Maria dejó de ser niña

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por guerrero verde, 8 de Septiembre de 2006. Respuestas: 0 | Visitas: 1232

  1. guerrero verde

    guerrero verde Poeta veterano en el portal.

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    El calor del verano domaba mas que sin sabores y los pocos colores de la montaña solo matizaba con e l vivido cielo de las cierra lejana. Era una tierra olvidada pero humana y en esa media errónea, desaforada, peligrosa, bella claro y también domada por sin fines de emociones encontradas.

    Maria despertó sin rezar, sobresaltada, desnuda, con el cuerpo lánguido de siempre, lleno de sudor frío al tocar del viento. El espejo rebelaba lo que sus sueños ocultaban siempre; un bulto eterno desde su nacimiento. Según el doctor, que era el padre del pueblo, tan solo era un golpe de nacimiento y la ignorancia no era pecado solo alivio a males profesados por el diablo que abate alma inocentes a la ciencia.

    La chompa clásica, oscura por más que el sol la abrace sin perdición. Los ojos cansados de un grupo que solo parlotea las contadas desgracias y sucesos temporáneos, siendo la iglesia punto de reunión para relatar realidades pintadas en fantasías. Son treinta familias y todos viejos antes de nacer dicen. Maria en medio con su negrura de tela, inmóvil pero activa, devolvía saludos con la cabeza afirmativa hasta el final de la lectura bíblica. Al salir comenta con las comadronas ideas, comenta pero ahora ellas comentan, hablan de su bulto de que ha crecido, que ya casi parece un tercer seno; firme, duro mas no muerto entre las dos mamas grises.

    Algo mas alarmada que de costumbre llora callada y secándose las lagrimas retoma la charla con una propuesta ni que ella midió. Extirparse el bulto, lo dijo con tanta seguridad que no tardo en llamar al carnicero, Edgar, para acordar una fecha y que limpie los utensilios. Sonaba tan sangriento, doloroso que se volvió un evento medico entre los pobladores y así llego el lunes.

    El lunes sangriento se decía, la plaza estaba decorada con los santos afuera y la virgen a la cabeza. En el centro de la plaza la cama y Maria de blanco con una abertura milimétrica para mostrar ese bulto tan lejano e impropio de ella. Una de las abuelas sabias la durmió con brebajes pero la primera incisión la despertó como un estruendo que retumbó hasta el mas oscuro confín de su ser.
    Al levantar la capa de carnosa del bulto el silencio domo hasta los ángeles del cielo y demonios del sacrilegio, era, era un niño, uno y tan pequeño, tan débil y lloroso, con ojos brillosos. Maria perdió el dolor, el miedo, se perdió en la escuálida figura, las voces se aislaron, era ella y este ser que era ella también, era su alegría, la parte que todos reprimían y no la quería perder, no la quería extirpar de su ser. Pero esa unión visual duro segundos y un corte de Edgar decapitó al niño, y así Maria pasó a la adultez, anciana, sin juegos, con sexo sin deseo, paso a ser parte del pequeño e inmenso pueblo…
     
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