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Maria y Milton

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Jose Anibal Ortiz Lozada, 10 de Octubre de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 103

  1. Jose Anibal Ortiz Lozada

    Jose Anibal Ortiz Lozada Poeta adicto al portal

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    Hombre
    Milton y María nacieron del mismo viento, hermanos de furia y fuego, pero el tiempo los separó. María, con el corazón roto, dejó a Milton. No fue un adiós cualquiera, fue la despedida de alguien que había descubierto la traición escondida entre suspiros y tormentas. Milton, arrogante y ciego, había traicionado no solo a María, sino al pacto que los unía a ambos a los cielos y a la tierra.

    María, en su desdicha, decidió irse al trópico, donde los cielos son tan azules que duelen, donde la humedad se pega a la piel como una caricia furiosa. Allí, su furia creció, moldeándose en silencio, acumulando cada pedazo de dolor que Milton le había dejado. Cada nube negra que se formaba en el horizonte era un reflejo de su corazón herido. Y entonces, estalló. Fue en el Caribe donde decidió que la única manera de sanar era destruirlo todo. María se desató, un huracán como nunca antes se había visto, arrasando con ciudades, con montañas, con el aire mismo. Su furia no tenía límites, porque tampoco los tenía su desamor.

    Milton, mientras tanto, se quedaba quieto, atormentado por el eco del vacío que María había dejado. Se quedó, años enteros, aguantando la tormenta interna de haberla perdido. Al principio, trató de ignorar el peso de su culpa, de seguir girando por el mundo como si nada hubiera pasado. Pero todo lo que encontraba era el rastro de la furia de María. Se daba cuenta de que la había destruido y que, en su venganza, ella se había llevado consigo algo de él.

    El tiempo pasó, y Milton no pudo más. Su propio dolor, contenido y reprimido, se volvió insoportable. Fue entonces cuando el cielo se oscureció a su alrededor, y Milton, ya incapaz de sostenerse, se desató como la tormenta que siempre había llevado dentro. Estalló con una furia ciega, dirigida a todo lo que encontraba. No había dirección, solo caos. Sus vientos eran gritos de dolor que nadie entendía, era la furia de un ser que había perdido todo y que ahora buscaba arrasar con el mundo, como María lo había hecho antes.

    Pero no era venganza, era desesperación. Un grito al vacío por lo que nunca supo cuidar, por lo que había perdido en su ceguera. Milton y María, dos huracanes, dos almas destrozadas por el viento, condenados a girar sin encontrarse jamás, dejando a su paso un rastro de destrucción que no era otra cosa que el eco de su amor roto.
     
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    A luna roja le gusta esto.

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