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Masacre en el patio trasero

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por rasec anevar, 12 de Mayo de 2009. Respuestas: 1 | Visitas: 750

  1. rasec anevar

    rasec anevar Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    26 de Marzo de 2009
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    Fue una mañana normal en estos meses de ocio. Me tomaba la taza de café con leche rutinaria y con actitud distraída, recién salido de mi limbo de sueños, mirando fijamente a la nada, sin ni una pestañada y con la mente en blanco. Concentrado en el sabor dulce amargo de mi taza y del fuego recién encendido en esa media mañana aburrida.


    Un ruido de gallinas histéricas, afligidas; un aletear de alas desesperado fue lo que me sacò de mi trance. Porque en mi casa, no criamos aves, con suerte un perro olvidado que vive en el solitario patio trasero; un pastor alemán desproporcionado el bruto, y feroz como un dinosaurio encerrado.


    Volviendo a las gallinas me acordè que la vecina si las tenia, un par de castellanas bien cluecas que paseaban distraídas frente a las narices del perro, pero que en esa mañana se habían arrimado decididas a saltar el cerco, la frontera de palos alercinos donde estaba, para ellas, la diferencia entre morir mutiladas por un perro malhumorado, o morir dignamente; rebosadas en una cazuela, vìctimas ausentes de una receta añeja y prehistórica; navegando sus cuerpos descuartizados en su pequeño mar hirviente, acompañadas de papas zapallos y otras verduras; desplumadas de alma, pero inconcientes de dolor.


    Entonces el perro desquiciado matò a la primera gallina de un solo tarascón, que dejò un crujido de huesos frágiles en el aire y una huella de sangre tibia evaporándose sobre la hierba. Así que celebramos un funeral rápido, casi instantáneo. Apurados improvisamos un sarcófago; un piyama de madera, como se dice, pero que en este caso fue un ataúd de bolsa plástica de supermercado y que sepultamos sin llantos, ni rezos, ni extremaunción en el tarro de la basura, antes que la vecina notara su ausencia.
    La segunda victima, corrió mejor y peor suerte, ya que en su intento desesperado por escapar de las fauces del asesino, quedò atascada de su ala izquierda en el hocico del perro, este la zamarreó sin compasión, de izquierda a derecha, quedando una lluvia de plumas castellanas que caían lentamente, como nieve, sobre el lomo del desquiciado mastìn. Semimuerta quedò, agonizante y con cara de caldo para el almuerzo la pobre. Se la quitamos al perro como pudimos; y la asilamos tiernamente en la cocina a esperar que pase a mejor vida.
    Limpiamos como pudimos los rastros del cruel crimen, volviéndonos cómplices de nuestro fiero guardiàn y de aquella masacre, pero con el apuro de que la vecina no se diera cuenta, nos pasamos por alto los cargos de conciencia.
    Volví a mi mesa, donde quedò mi taza de café con leche algo fría, y que al volver a probar invocò sabores a sangre y plumas mojadas. Me parè y la vertí en el desague, paciente en la espera de aquel caldo de gallina virgen que se cocía a fuego lento, total la pobre, como esa mañana, había muerto y seria un desperdicio haberla sepultado junto a su compañera en la basura, además no creo que se arme una guerra entre vecinos, por un par de gallinas que según ellos, nunca conocimos.
     
    #1
    Última modificación: 13 de Mayo de 2009
  2. rasec anevar

    rasec anevar Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    26 de Marzo de 2009
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    Saludos Mustaine, gracias por pasar.
    ya corregido (...menos mi conciencia)
     
    #2

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