Matilde

A la luz de esta oscuridad puedo escribirte Matilde, aquí el recuerdo no duele y el aire es un poco más cuerdo. Me he vuelto un gato en este barrio, mendigando en basureros algún resto para alimentar el alma, si pones atención puedes escucharme maullar, pero tu ¿Para qué ponerme atención? ¿Para qué escucharme maullar? Si cuando intentas hacerlo te hieres con las voces de tu conciencia, maldita la suerte de nosotros querida, tan gastados del corazón, casi transparentes del sentimiento, no hay color que decore el arcoíris que nos arropa, quizá en otro tiempo, con menos cicatrices ¿Te imaginas? Una habitación, dos cuerpos y mil noches, sacarte de la lista de Cupido, invertir a futuro en tu compañía, cambiar mi libertad por tus alas, prestarle al chico apagado del espejo una pequeña sonrisa.

Soy un perdedor por vocación, eso lo sabes y aún así me confiaste un poco del calendario para malgastar el rato en promesas que no irían a ninguna parte, Matilde; mi Matilde, la que despertaba llorando de madrugada para rogarme que no la soltara jamás, Matilde; mi Matilde, la que no suelto.​