Melancolía de pedregal. (De Cartas a Nadie)

No sé donde estas a pesar de que te busco, a pesar de que mido las orientaciones de lo que revuelvo cada día en metros de intenciones y medidas que me cansan. Me agotan los centímetros en que me calculo cada día y en cada día que me armo de valor para buscarte. Es ésta medida suma acumulada y solución sin sentir. Son perros negros y rabiosos que se arman y se juntan sobre lo perdido de mis pasos. Es lo imposible de los calendarios que no tienen días; no existen fechas en cada lámina que pasa, al cambio me muero cada minuto sobre las horas que acontecen después de recordarte.

Hay ahí estímulo de esperarte. Respiraciones paradas en las estaciones del tránsito que me duran como maldición de huesos acumulados. De sensaciones que me respiran los días como platos de comida ausente. De fiestas y guarniciones que ya no entiendo. Va el tren a la mitad de su sonido al paso violento de los rieles de mis días y sin embargo un sonido de traqueteo queda depositado en mis oídos después de irse como lamentos sobre un arco iris que me deja rabiosos colores.


Ahora iré a las injuriadas costumbres de mis sabanas. Allí dormiré sobre tristes aconteceres y al darme vuelta en medio de la duermevela buscaré tu cuerpo que acariciaré en la distancia. Solo encontraré ausencia y olas de un mar que se sepulta en la propia y áspera intención de abrazarte. Así seré jinete sin nombre montando el corcel de los recuerdos.