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Melisa

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Thenad11, 12 de Julio de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 532

  1. Thenad11

    Thenad11 Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    17 de Noviembre de 2011
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    Esta anécdota o relato no-lineal, más que una divagación individual es, una bofetada a lo místico que se vuelve nuestro tiempo en cada esquina. Nunca sobran las delicadas caricias y unos horrorosos ojos, pues son la desgracia del hombre.
    Hallabame rumbo a mi morada, común, y llena de esos recuerdos a los cuales huía, caminaba a paso cortante, un paso deprisa y sin notar un solo rastro de humanidad. Concentraba mi atención en lo que, en mi criterio de delincuente literario, llamo alma o mis comunes letras.
    Me forme en un grupo de personas, pues me disponía a llegar blanco de pensamiento; sin tener que reprocharle a la memoria nada en mi lecho nocturno, cuan noche al cadáver. Ligero me fui acercando, hice un ademán y aborde el autobús. Seguido como una receta monótona, cruce hierro torcido hasta una esquina la cual solo yo sabía que no sería hostigado por ninguna infame serpiente. Cruce mi cuello hacia el asiento, tomé mis pertenencias y me derribé hacia el asiento; todo el peso del día callo en mis hombros.
    Algo me advertía como noticia matutina que algún consejo existencialista habría de pedirme en la oscuridad. Seguido de un suspiro procedí, como solía de acostumbre, leer como maniático. El asiento diestro como siempre me pertenecía en su totalidad, el reflejo de mi misantropía. Todas mis pertenencias ocupaban ese asiento todos los días pues siempre evitaban ocuparlo.
    Se acercaba la hora de la partida de dicho carrusel y yo sonreía entre literatura obscena de mi triunfo de soledad de nuevo. El autobús se movió unos metros y como un espectro paranormal, se difumino una cabellera oscura y contorneada solo por una figura esbelta, muy pequeña. Cruzó el umbral de entrada, y puesto que fue repentino obtuvo mi atención, algo que no muchos me hurtaban. Camino el mismo laberinto metálico, yo seguro de mi mismo pero agitado de conmoción aguardaba que tomara uno de los tres asiento sobrantes. No fue así acerco su figura a mi diestra y la tomo. Fue donde empezó este rol ontológico que los lectores comprenderán con su propia visión.
    Mi mente: -¿Será, que mi perturbada mente no se tomará el receso debido en este trayecto? ¿Y si me pregunta en lo que pienso? ¡salvadme de la miseria, puesto que mis temores han rodado a mi lado! Calmate, calmate, no ves que solo es una ninfa como todas, distraídas y sin gracia alguna, más que su figura. Claro como cree el leído marques las virtudes son la perdición de la hermosa.
    Ahora, de camino, aunque algo lento transitaba esta carroza se me tornaba fría como escena de morgue. Leía como alguien poco cuerdo y entre ciertas lineas me perdía en mi propio pensamiento, temía que mi inerte corazón me delatara como al ilustre en el cuento clásico. Y pasó lo que nunca predije en mis introspecciones, me quede en la oscuridad sin poder seguir anestesiando mis sentidos con sentidos clásicos. Agitaba mi cuello y peleaba con mi conciencia la cual quería drogarse con unas cuantas miradas.
    Es chistoso pues, escuchaba mi corazón seguido de otro; escuchaba un suspirar y yo solo movía mis dedos como delatando mi nerviosismo. En un instante volví mis ojos, solo mis pupilas se deleitaron con tal reflejo de venus, era el reflejo de un lago caducifólico el cual perdía sus encantos pasada la primavera. Agité mi cabeza en negativa, ella lo noto; ¿ella? ¿acaso ahora es parte de mi? ¡ni en sueños!, y seguí mi predica mental.
    -¿Acaso no son los dos volcanes más jugosos que pudiste ver? ¡Volvé!, volvé a ver una vez más, que si te condenas, con Orfeo partirás.
    Tres segundo bastaron y yo con frenesí refutaba las divinidades, perdido en mis augurios, peleando con mi subconsciencia, la batalla ontológica perdí y ese fue el inicio de la divagación soñadora. Parajes completos, reinos, dragones, cabalgatas a media noche. Pero todo ese sueño subconsciente era susurrado sin darme cuenta a mi compañera, una especie de psicorragia:
    -Llámame Melisa.
    Yo en un trance, con una gota de cobardía en mi garganta dije:
    - Disculpa ¿dijiste algo?
    -Mira soy Melisa y, no no soy ni ninfa mucho menos Eurídice. Mírame a los ojos cuando te hablo.
    -Disculpa.
    -No, mis disculpas pues si poseo veneno.
    Tomó sus cosas y bajó el autobús. Por mi parte retomé la lectura y entre cada punto susurraba una posible respuesta a su dialogo. Terminé el trayecto de mi carrusel y caminé hacía mi morada sin responderme a las pregunta, cuando llegué por fin a mí destino grité con valentía:
    -Mi nombre es ... mas nadie lo escucho, ya era tarde para hablar.
     
    #1

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