1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Memorias de mis soledades (III)

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Megara900, 26 de Septiembre de 2009. Respuestas: 8 | Visitas: 917

  1. Megara900

    Megara900 Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    11 de Octubre de 2005
    Mensajes:
    3.858
    Me gusta recibidos:
    166
    La noche transcurrió y por la mañana Ricardo se retiró. Helena apenas abrió los ojos, aún pudo reconocerle a la distancia, solo agachó un poco la cabeza, no porque recordase el beso, de hecho no recordaba absolutamente nada a partir de que salió de aquel lugar, sólo tenía la pesadumbre de haber tenido que ser llevada a su casa en aquel estado, y más por Ricardo, ahora debía mitigar su enojo con él. Por su parte Ricardo le miró sólo un poco, justo antes de cruzar la puerta, Helena seguía en su letargo, el malestar provocado por el alcohol o por la desvelada de la noche anterior no parecía reflejarse en su rostro, era algo más profundo, más grave.
    Sus pensamientos aún no se desprendían de Esteban. No era precisamente que envidiara la suerte de Sonia, porque de hecho, jamás había contemplado la idea de casarse con alguien. Veía el futuro como algo tan lejano e impalpable que no tenía sentido darle importancia. Sabía también, que ese noviazgo y esa prematura boda no eran la razón absoluta de su desconsuelo, porque ya tiempo atrás había percibido esa sensación dentro de sí, sólo que la mitigaba con ideas positivas sobre lo valiosa que era su vida, pero en general, odiaba de aquellas muchachillas la inutilidad que sentía en su interior. A veces pensaba que hubiera sido mejor morir con sus padres, de esa manera no hubiera tenido que pasar toda la vida extrañándolos, hubiera sido un final más aceptable para su vida, y no vivir así, sintiéndose de antemano huérfana, vulnerable a la lástima y compasión de todos, porque no la necesitaba, para qué diablos venía alguien a ofrecerle su amistad si al final de cuentas terminaría yéndose igual que el resto, sólo dejando un hueco más en su corazón. Lo encontraba tan exasperante, tan fuera de noción y motivo. Mejor quedarse sola y ahorrarse tiempo en decepciones banales. Pero era demasiado tarde para arrepentirse ya lo quería, reconocerlo, le hacía llenarse los ojos de lágrimas, pero esta vez no era una sensación triste, en cierto modo sentía algo de calma y si, felicidad por estar amando a alguien.
    Entonces dejó la nostalgia a un lado y se levantó de su cama. Sus cabellos eran color negro muy profundo, era bastante delgada y aunque pasaba de los 20 por un poco más de dos años, la gente siempre le decía que aparentaba 16. Tenía siempre una mirada distraída. Sonia quizás tenía razones para pasarla por tonta, pero ese ensimismamiento le permitía tener una noción más avispada de todo lo que sucedía a su alrededor. Su vista no era su mejor posesión, aunque a veces era soberbia y tenía un carácter extremo en demasía, la mayor parte del tiempo caminaba con la mirada perdida, hacia el suelo, o hacia los costados, hacia cualquier cosa excepto hacia las personas. Podía mirar incluso de frente a una persona, pero no dedicaba más de dos segundos en hacerlo, era el tiempo suficiente para sustraer los detalles necesarios de su rostro, y quizás de sus manos y de su andar para no olvidarlo. Su capacidad auditiva era algo extraña, pues aunque muchas veces tuviera que leer los labios para entender lo que decían, en otras ocasiones podía reconocer claramente el sonido de unos pasos, de un respiro, de un pájaro, de un insecto. Su mejor tributo era sin duda, su olfato. Por pequeño que fuera, podía notar lo que se estuviese cocinando, si algo estaba descomponiéndose, el olor del cabello de alguien, el olor del humo, de la tierra mojada, de la ropa limpia y una infinidad de cosas más, y era tan ingenua que siempre en cuanto lo percibía lo gritaba. No importaba que el olor fuese desagradable, ella siempre reconocía todos con gracia.

    Ahora, estaba allí, a un paso de salir de su habitación. Si, se resignaba a perder lo que pudiese haber sido el amor de Esteban. Sujetaba el broche de la puerta cuando asumió que aún teniendo diez mil novias o ninguna, Esteban jamás iba a amarle.
    Jugaba simultáneamente, para si misma, el papel de salvador y de verdugo. A veces se torturaba con pensamientos de tristeza y otras tantas, ella sola se levantaba, pero ya no le importaba. Por primera vez en su vida, decidió abandonarse a la mera voluntad del destino.
    Salió junto a Cedric y pasearon un rato por el campo. Disfrutaba estar mucho con él, en especial porque sabía compartir su silencio. No era como las personas del mundo, que siempre estaban haciendo preguntas, o tratando de mantener conversaciones inútiles, si a veces, un momento de calma es más reconfortante que todo eso.
    Desde el día en que conoció a Ricardo, no había vuelto a poner un pie en el espacio de entrenamiento. No tenía ganas de ver a Esteban, y mucho menos a Ricardo. Transcurrieron algunas semanas, y de vez en cuando Esteban le saludaba cuando iba a dejar a Sonia de regreso a su casa. Algunos días, Esteban fue directamente con Helena, de alguna forma, extrañaba su compañía en el campo y también junto a él. Se sentaba en el sofá, le contaba las cosas con tantas sonrisas y con sus manos junto a las de ella, parecía que deseaba transmitirle esa emoción estaba viviendo. Esteban también era único hijo, siempre había visto a Helena como una hermana entrañable, incluso le consideraba más madura y sabia qué él, por eso le gustaba escuchar sus palabras. Helena se conmovió de verle tan entusiasmado como un niño que todo mal sentimiento hacia él o hacia Sonia se disipó. Le informó los detalles de su viaje, en incluso le pidió ver por Sonia y finalmente se despidió.
    Los padres de Esteban manejaban inversiones en distintos estados sobre tierras, que después vendían. Esteban apenas comenzaba a hacerse cargo del negocio. Ricardo también se desenvolvía en este rubro, es por eso que ya se conocían de hace tiempo. Esteban se parecía mucho a su madre, una mujer de cabellos claros y rizados, con una sonrisa siempre en la boca. Por otro lado, Ricardo tenía un aspecto un poco más anglosajón. Era un hombre alto y formal. Su piel era color blanca grisácea y sus ojos azules, aunque difíciles de apreciar, la mayor parte del tiempo parecían negros.
    A Ricardo nunca le hacía falta acompañante en las fiestas, y en realidad siempre asistía a donde lo invitasen, pero hablaba poco y solía alejarse de la multitud, cosa que molestaba a sus acompañantes. Su padre tenía un carácter recio, y lo había instruido estrictamente para que fuera así por el mundo, pero él actuaba algunas veces por costumbre, y otras muy contadas, por instinto.
    En el tiempo que Esteban permaneció de viaje, Helena se dedicó a sus caballos. Sólo fue un día al campo de Esteban a recoger las cosas que había dejado allí, Ricardo lo supervisaba durante su ausencia. Extrañamente, algo que le había gustado tanto antes, ya no le interesaba. Quizás creyó que jamás la iban a dejar probarse con otros contrincantes que no fueran los de nivel 1, además, el hastío que le dejó su última contienda con Ricardo le resultaba realmente perturbador, había quedado inconclusa, y nunca iba a poder saber si pudo haberle ganado. Pensaba también, que si de antemano los otros practicantes sabían que ella era mujer, lo único que harían era dejarse perder para no hacerle sentir mal. Como muchas otras veces, desearía haber sido hombre, lo encontraba más fácil y divertido para ella. En la salida del lugar se topó con Ricardo. Ambos se observaron fríamente durante unos segundos, no tenían nada que decirse, porque de hecho, Esteban era el único motivo que los unía.
    -¿Cómo has seguido?- preguntó Ricardo.
    -Todo está perfecto – respondió Helena, con sus peculiares aires de soberbia.
    -Me alegra. ¿No piensas volver a venir por aquí o por qué te llevas tus cosas?
    -No lo sé por ahora, tal vez después, deseo ocuparme en otras cosas.
    -Bueno, creo que te debía una disculpa por lo de la otra tarde.
    -En efecto la debes, pero supongo que lo pasaré por alto en vista de que me llevaste a casa cuando no estaba en mis cinco sentidos.
    -Ah, así que lo recuerdas – Ricardo se tornó un poco nervioso.
    -Claro, recuerdo que estuviste sermoneando un par de cosas y robaste un vino de mi padre, no se qué le harías, después me quedé dormida y no supe de tu paradero, supuse que regresaste por donde viniste, fue lo mejor- .
    [SIZE=3]Al escuchar esto Ricardo se tranquilizó un poco, pensaba que Helena hubiera juzgado a su parecer aquel beso como una falta de respeto de su parte. No lo recordaba, pero algo, por muy pequeño, había cambiado en los dos. Ricardo dejó escapar una sonrisa un poco irónica en respuesta a las palabras de Helena.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Pero aún queda algo pendiente- pronunció Helena. Ricardo, que ya parecía estar un poco más aliviado, regreso a esa especie de tensión que sintió desde el primer momento en que la conoció.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Ah, si?¿Qué cosa es?[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Por qué no aceptaste continuar nuestro combate?[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Pensé que ya lo habías olvidado. Bueno, como te dije la primera vez, no podría pelear con una mujer. Es un arte para defender y proteger, además no son las mismas condiciones, tu eres una mujer, por más fuerte y hábil que seas, o por más que tu desees golpearme no podría responderte, la naturaleza nos hizo a los hombres más fuertes, precisamente, para ahorrarles ese trabajo a las mujeres. Podría lastimarte y no deseo tal cosa. Me llamó la atención en un principio tu agilidad para esquivar a esos practicantes, por eso entré a luchar contigo, no presentí en ningún momento que hubiese algo extraño en ti. El tiempo que estuvimos frente a frente, fue una demostración mutua de habilidades, lo hiciste muy bien, porque de hecho, eres muy buena para esto, pero caíste cuando nuestros puños se enfrentaron, y no deseo ser altanero, ni mucho menos pero dame tu mano y mira- Ricardo colocó su brazo junto al de Helena. Mientras el suyo era un brazo fuerte el de ella apenas era un pedazo de hueso. Helena permaneció en silencio, le costaba reconocer cuando alguien más tenía la razón y al fin respondió.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Puede ser, pero también pude haberte ganado y por eso no quisiste continuar. Ricardo no contestó nada, sólo sintió que su enorme charla había sido inútil y dejó salir otra de sus sonrisas extrañas.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Bueno, nunca lo sabremos – pronunció Helena con un tono indolente, antes de dar media vuelta y marcharse.[/SIZE]
    [SIZE=3][FONT=Calibri]Por la tarde, Ricardo regresó a su hogar y se dedicó a conocer parte de sus tierras. Casi al final, había un pequeño arroyuelo que cruzaba los campos. Distinguió a lo lejos un caballo blanco bebiendo agua del arroyuelo. Pensó que tal vez se encontraba extraviado. Al acercarse reconoció a una persona durmiendo al pie de un árbol. Cedric comenzó a hacer ruido en cuanto Ricardo se acercaba y Helena despertó. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Así que este es tu lugar de siestas preferido?-preguntó Ricardo con una sonrisa burlona.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Si, bueno, desde que los vecinos hacen tanto ruido, pero en fin, no tengo por qué darte detalles. Ricardo comenzó a reírse un poco, aún no sabía si Helena en realidad era demasiado cruda o tenía buen sentido del humor.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Le diré a las muchachas que no sean tan ruidosas. Pero, dime, por qué vienes a dormir aquí, es un poco peligroso, sobre todo dormirte casi a la orilla del agua. ¿Sabes nadar?[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Hablas justo como Alonso, claro, nunca le hago caso. No sé nadar, bueno no soy un pez para tener que saberlo. Sólo soy un animal de tierra.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Tu caballo es muy hermoso.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Lo sé, yo lo crié desde pequeño, somos grandes amigos.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Yo tengo sólo un par de caballos, uno de ellos se encuentra enfermo y muy débil.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Alonso podría ayudarte a revisarlo, pero no sé si venga hoy o mañana.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿No podrías ir tu?[/SIZE]
    [SIZE=3][FONT=Calibri]-Bueno, está bien, pero sólo iré por tu caballo. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]Por la tarde, Helena acudió con sus vecinos, con más desagrado que gusto. Tuvo que dejar a Cedric en su casa, y sin él se sentía poco más inútil y vulnerable. Llevaba tan sólo un pequeño maletín con algunas cuantas cosas y medicinas para revisar al caballo de Ricardo. Caminó hacia la casa e hizo un pequeño ruido en la puerta, pero nadie respondió. Se sintió reconfortada por un momento, después de todo, si nadie estaba se iría más pronto de lo que esperaba.[/SIZE]
    [SIZE=3][FONT=Calibri]Después dio unos cuantos pasos por detrás de la casa. Distinguió algún ruido a lo lejos, y una caballeriza, que por supuesto, tendría que ver tan sólo para confirmar que las suyas eran mejores. Se acercó hacia el lugar y allí estaba Ricardo. Parecía tener una compañía bastante problemática, por una parte, un caballo salvaje revoloteaba y relinchaba en un establo conjunto mientras Ricardo trataba de alimentar a un caballo que se encontraba sobre la paja. En cuanto se percató de la presencia de Helena, la recibió con una sonrisa pequeña, llena de preocupación. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Qué le pasa al caballo? –preguntó Helena.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-No lo se con precisión, lleva una semana así, ha perdido el apetito y por consecuencia ha adelgazado mucho su peso, ya ni siquiera se levanta.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Le has cambiado su alimento?[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-No, es el mismo de siempre, el que comen también el resto de los caballos, aunque las últimas veces que le obligué a comer lo devolvió.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]Helena se acercó al animal. Comenzó a revisarle la boca, parecía reseca y deshidratada. El caballo tenía un aspecto adormilado, intentó hacerlo pararse pero parecía tener un fuerte dolor en su estómago. Le dio un poco de agua con sal, que el animal con mucho esfuerzo tomó. Enseguida comenzó a revisar su piel, en la cual encontró pequeñas señas de piquetes o mordeduras, lo cual atrajo considerablemente la atención de Helena. Las marcas tenían un poco de sangre. Después inspeccionó las orejas del animal, en ellas había unos pequeños animalitos, hinchados y de color morado, y bien adheridos a la delicada piel del caballo. Helena los sustrajo con unas pinzas y los guardó en un bote.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Supongo que has llevado a pasear al caballo a otros pastos.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Si, hace algunas semanas lo llevé, era un lugar con mucho pasto seco.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Bueno, allí debió haber adquirido estos parásitos. Se reproducen rápidamente, por lo general viven en la hierba, pero al encontrar el individuo apropiado, se convierten en sanguinarios.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Quieres decir que se alimentan de la sangre?[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Así es, bueno es un poco peor, dado que al moverse de un organismo a otro transmiten infecciones y enfermedades, debilitan al animal por la pérdida de sangre. Tu caballo presenta todos los síntomas. Por lo pronto, tendrás que darle un buen baño a este y al resto de tus caballos, quitarle cualquier tipo de parásito que veas. Debes darle algún tipo de rehidratante, si no tienes más, pues agua con sal, pero podrías pedirle algo a tu médico. También hay que hacer que el animal coma y mantenerle alejado por lo pronto del resto de los caballos.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]Helena recogió sus cosas y dejó el frasco con los insectos en un lado del establo.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Bueno, supongo que esto te pertence. ¿Y ese caballo salvaje de donde lo has traído?[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Me lo ha regalado uno de los trabajadores, al parecer, lo capturó pastando en unas tierras cercanas.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Y qué piensas hacer con él?[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Tendré que hacerlo manso, una vez que se calme un poco.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Bueno, en cuanto regrese Alonso le diré que venga a verte para ver como sigue tu caballo y por si no has domado tu otro caballo, que es lo más seguro, él podría hacerlo.[/SIZE]
    [SIZE=3][FONT=Calibri]Ricardo no sabía con exactitud cómo comportarse ante el siempre agresivo carácter de Helena, por una parte le causaba cierto enojo, que de ninguna manera iba a hacer notable, pero por otro lado le hacía escapar una que otra extraña sonrisa. Con una especie de mirada retadora se acercó al caballo, que cada vez parecía más enfurecido. Le tomó un poco la cabeza con sus manos, despeinándolos, el caballo enloqueció y alcanzó a echar hacia afuera un poco de alimento que tenía en la boca, con todo y sus fluidos. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Creo que me agrada mucho este caballo- recitó Helena antes de reírse un poco por lo sucedido.[/SIZE]
    [SIZE=3][FONT=Calibri]Ricardo, resignado, comenzó a limpiarse la camisa, que ahora tenía tonos verdes y marrones. Sintió algo de asco y decidió quitársela. Bajo ella, tenía otra camiseta más corta y sin mangas, que dejaba a la vista su cuerpo de hombre joven. Helena estaba justo frente a él. No se sorprendió del hecho, dado que gran parte de su vida había visto hombres sin camisa, en sus caballerizas y en los campos de Esteban, pero de alguna forma no pudo evitar mirarlo y la situación le pareció incómoda. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri]El caballo continuaba haciendo ruido, y de pronto comenzaron a escucharse ruidos violentos de otros animales, hasta este punto desconocidos para Helena. Se trataba de un perro negro, de gran tamaño que se acercaba hasta donde estaba el caballo. Helena jamás había visto en su vida un animal así, pero le pareció peligroso, por su forma ágil de correr y sobre todo por sus mandíbulas afiladas. Helena cruzó con rapidez hacia el otro lado del establo. El perro se acercó a Ricardo y lo recibió amigablemente. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-No te asustes- dijo Ricardo- son mis perros.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¿Tus perros?-respondió Helena desconcertada, mientras retrocedía para alejarse de lugar donde estaba aquel animal. De pronto topó con algo y cayó hacia atrás. Casi en su cara estaba otro de esos animales gruñéndole ferozmente. Como pudo, se incorporó de nuevo y echó a correr por el campo.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-¡No, espera, no corras! –gritaba Ricardo sin respuesta al ver que su perro la perseguía, por el simple instinto de perseguir algo. Ni Helena ni el perro responderían a sus llamados, así que también echó a correr tras de ellos.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]El arroyuelo que cruzaba las tierras de Helena también pasaba por el hogar de Ricardo, sólo que en este lado se encontraba la parte más alta, parecía casi un acantilado. Helena corrió hasta donde se encontró en el límite del arroyo, no había más salida que saltar y morir ahogada o quedarse allí a esperar que llegase aquel animal y la devorase viva, y por supuesto, escogió lo primero.[/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]Su caída fue rápida. No sintió miedo sino hasta entrar en contacto con el agua. Cerró los ojos. En cuanto sintió que se hundía extendió los brazos tratando de nadar pero fue inútil. El arroyo era más hondo de lo que jamás hubiera imaginado. Abrió los ojos y todo era demasiado oscuro , trago algo de agua y estaba a punto de agotar el oxígeno que quedaba en sus pulmones cuando sintió que algo la estiró hacia arriba. Sin duda, era Ricardo que había acudido en su auxilio. En cuanto sintió el aire de nuevo tomó una fuerte bocanada de aire. Su corazón latía agitadamente y sin premeditaciones se aferró con fuerza a los brazos de Ricardo. En cuanto recobró un poco la cordura se sintió apenada por el simple contacto y dependencia que tenía en esos momentos con Ricardo, se soltó un poco, pero él la volvió a sujetar justo cuando comenzaba de nuevo a hundirse. En esos momentos, lo único que deseaba Helena era salir de esa situación. Ricardo tenía un fuerte gesto de preocupación, pero no dijo nada, tan sólo estrechó su mejilla contra su frente. Estaban tan cerca, que Helena pudo sentir también el ritmo del agitado corazón de Ricardo, que finalmente la puso fuera del agua. Aún estaban allí los perros.[/SIZE]
    [SIZE=3][FONT=Calibri]-Ven, mira no te harán daño. En efecto, lo único que deseaba el perro era que acariciara su cabeza, Helena soltó una sonrisa nerviosa. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]-Espera aquí, iré por un saco para que no tengas frío-dijo Ricardo, mientras se dirigía al interior de su hogar. En cuanto regresó, Helena se había ido.[/SIZE]
    [SIZE=3][FONT=Calibri]El sólo hecho de que alguien tuviera cuidados o miramientos con ella, la hacía sentir vulnerable, débil, y en deuda con esa persona, por eso no aceptaba nunca favores, y mucho menos los pedía. La vida la había hecho demasiado independiente. Ricardo hubiera deseado acompañarle a su casa, pero comprendió que era mejor así. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3]El resto de la tarde Helena permaneció divagando en su habitación. A lo lejos, aún se escuchaban los relinchidos del caballo de Ricardo, que intentaba amansarlo. Podía verlo desde la ventana de su habitación. Sabía que de no ser porque le había salvado la vida esa tarde le hubiera parecido ruidoso y molesto de sobremanera. Pero al fin de cuentas, debía de hacer a un lado ese inútil sentimentalismo, pues dado que si no hubiera estado ayudándolo, no hubiera arriesgado su vida. Por otro lado, considerando la ocasión en que la llevó a casa, ella se sentía tan segura de haber podido llegar sola que no tenía nada por qué estarle agradecida.[/SIZE][/FONT][/font][/FONT][/font][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/font][/font][/FONT][/font][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/font][/FONT][/font][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/font][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT]
     
    #1
  2. Isabel Miranda de Robles

    Isabel Miranda de Robles Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    6 de Abril de 2009
    Mensajes:
    7.881
    Me gusta recibidos:
    418
    Género:
    Mujer
    Me ha gustado mucho tu historia y el personaje de Helena, lastima que se sienta tan vulnerable y debil en la vida; pero la entiendo. Lo bueno de ella es que supo revertir sus debilidades en independencia y autosuficiencia. Aunque la verdad, nunca esta demas simplemente dejarnos querer, con todas sus consecuencias. Un gusto leerte, realmente lo he disfrutado. Sincereamente: ISABEL
     
    #2
  3. Megara900

    Megara900 Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    11 de Octubre de 2005
    Mensajes:
    3.858
    Me gusta recibidos:
    166
    mil gracias isabel por visitarme, un besote para vos ^^
     
    #3
  4. rodrigotoro

    rodrigotoro Poeta adicto al portal

    Se incorporó:
    21 de Julio de 2009
    Mensajes:
    1.743
    Me gusta recibidos:
    63
    Seguimos conociendo la personalidad de Helena. sin duda muy compleja, y sumamente atormentada por su pasado. pero me quedo esperando que Ricardo logre articular la manera de llegar a su corazón y arrebatarla de los brazos de la Soledad.
    tu historia sigue siendo muy lograda e interesante. me vuelvo a sacar el sombrero ante tu estilo narrativo: inmejorable......Rodrigo.
     
    #4
  5. Megara900

    Megara900 Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    11 de Octubre de 2005
    Mensajes:
    3.858
    Me gusta recibidos:
    166
    rodrigo mil gracias por leerme como siempre un gran abrazo para vos ^^
     
    #5
  6. Eugenio

    Eugenio Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    17 de Abril de 2007
    Mensajes:
    3.263
    Me gusta recibidos:
    107
    Ufff, este si ha sido largo, pero parece que las cosas toman otro rumbo.

    Seguimos en la lectura.

    Un beso

    Eugenio
     
    #6
  7. Megara900

    Megara900 Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    11 de Octubre de 2005
    Mensajes:
    3.858
    Me gusta recibidos:
    166
    Si, ha sido bastante largo perdón por enfrascarte tanto amigo jeje espero te guste el próximo, un beso.
     
    #7
  8. David Valdés Estrada

    David Valdés Estrada Fantasma sin número

    Se incorporó:
    18 de Septiembre de 2007
    Mensajes:
    1.825
    Me gusta recibidos:
    47
    Algo tarde, pero he vuelto a la calidad de suave lluvia que tiene tu prosa. Siempre, o bueno, casi siempre, la buena prosa femenina tiene esa peculiaridad de (citando el nombre de una obra de Tenesee Williams) "Hablar como la lluvia; destejerse sin prisas, con un tacto demasiado cercano al corazón, y un poquito lejos de la violencia, la voracidad, o la celeridad con la que se mueven las palabras de los hombres. Esa es sin duda una de tus virtudes. Ahora bien, de pronto, creo que comenzar a birndar detalles de los personajes, hasta la tercera entrega, es ya algo tardío, puesto que si bien, llegas a complementar, el bosquejo que hasta esta etapa del recorrido he hecho, de tus personajes, hacerlo hasta este momento, no sé, lo siento como a destiempo pues. Pero sin duda comienza a gustarme demasiado el hecho de que Ricardo y Helena delaten personalidades tan afines y tan encontradas, como para en algún momento del relato, unirlos en una noche de pasión y violento deseo. Por mí podríamos mandar a Esteban a freír plátanos machos y a vender camotes con su carrito chiflador ahora mismo.

    Otra cosa que se me escapa, es tu conocimiento y amor por los caballos, a mí simplemente se me hacen animales mágicos. Si te encuentras un percherón extraviado, me lo guardas, vale?
     
    #8
  9. Megara900

    Megara900 Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    11 de Octubre de 2005
    Mensajes:
    3.858
    Me gusta recibidos:
    166
    Muchas gracias por decir eso de la prosa David jeje me encanta verte de verde. Me ha dado mucha risa lo que quieres a Esteban pues a mi también me encanta la idea jejej y si me encantan los caballos aunque nunca haya tenido uno y pues te guardaré uno que sea fantástico, gracias querido amigo por todo, te quiero mucho.
     
    #9

Comparte esta página