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Memorias esquizofrénicas

Tema en 'Prosa: Obra maestra' comenzado por Rochi Goyeneche, 21 de Febrero de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 833

  1. Rochi Goyeneche

    Rochi Goyeneche Poeta recién llegado

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    20 de Febrero de 2016
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    Mujer
    Eh de reflejar en esta historia, mis mas oscuros pensamientos. Si bien mio no es el intento de estremecerlos, ojala mi concepto pueda ser leído, cambiante de los ojos del lector.

    Me gustaría llamarla Celeste, pero la historia se narra por si sola, como si tuviera vida propia y desvariando de las filosofias de vida ¿Quien dice, que es la vida y que cosas la poseen?. Ella tenia vida, o por lo menos para Jano, descansara en su conciencia hasta que se retuerzan en sus cenizas.

    El día que la conoció, el cielo, gris como la suela gastada de un zapato, sumía a Jano en una inmensa duda que se repetía, una y otra vez en su cabeza ¿Debería mudarse?

    La empleada de bienes raíces, lo llevo hacia una propiedad localizada en la horqueta en la calle Guemes. Impresionante propiedad, cuatro pisos y un altillo. El techo re definido colonialmente y sus paredes, que conformando una opinión detallista, estaban viejas y desgastadas acompañadas de una desgarradora pintura bordo, de las que prácticamente se puede sentir el olor a vino tinto a distancia.

    Inmerso en un mundo de sensaciones que esa casa le traía, agarro el expediente de la propiedad y la recorrió de punta a punta. Quedo maravillado, casi seguro de que esa misma tarde gris de septiembre, firmaría con aquella insoportable empleada de bienes raíces, era de esas mujeres que le arrancarías la falsa sonrisa con sus propias manos.

    El altillo era el único cuarto que le faltaba, no le llamaba tanto la atención, pero pensó que si la iría a comprar, tenia que ser perfecto ante sus ojos, cada uno de los rincones de esa tétrica pero llamativa casa que para el en su mente, ya era prácticamente suya.

    Subió una alta escalera, de viejos y rechinantes peldaños, arrastrando nubes de polvo y tierra a sus pies, dejando en sus brillantes zapatos de ejecutivo una delgada capa de ácaros impregnados y de olor y textura grasa.

    Al llegar a la cima, no pudo evitar toser, ya que las partículas de polvo, que bailaban espasticamente en el aire se impregnaban en su garganta causándole el mas molesto cosquilleo.

    Se sorprendió al ver solo un pequeño ventanal octogonal que desprendía finos hilos de luz tenue y apacible. Camino hacia el centro con actitud. Nose si lo que hundió el suelo bajo su pie fue su fuerza al caminar o el destino decidido de esta historia, pero lo hizo. Dificultosamente saco el pie, desgarrando de manera ligera su pantalón y la piel de su talón.

    Sus pensamientos retumbaban en su mente, cuando algo lo distrajo. Bajo su torpe incidente con la madera, un libro de tapa dura color madera...No decía nada en su cubierta, simplemente un sucio color mao. Se agacho sutilmente para recogerlo. Su grado de delicadeza fue suficiente para que dejara caer otra cosa aun mas abajo, un objeto metálico, que pudo deducir al escuchar el sonido contra la madera. No lo vio. se concentro solo en el libro.

    Dejo caer su cuerpo sobre un viejo baúl negro, con el libro sobre su regazo. Lo tomo con sus dos manos y soplo en el, dejando volar el polvo añejo que dificultaba su vicio. Lo abrió y comenzó a leer. Letra por letra, dejando que su intriga lo dominara hasta el final...

    Esta historia, es lo único que me queda, sea buena o sea mala, de mi orgullo no se alimenta. Sin embargo, y repito, es lo único que me queda...

    Escribir y escribir, seguir fracturando cada hueso de mis dedos, seguir desgastando mi piel hasta que la sangre se seque y solo quede el apagado ardor de mi carne viva en cada letra de mi maquina de escribir. Viví así, moriré así, otros murieron...

    Helena, dulce Helena, así es como mi padre me llamaba, "dulce", adjetivo para nada en verdad, no me quejo. Siempre yo fui la inútil, tras terminar el secundario, me dedique los 4 años siguientes a escribir y mantenerme de mis padres. Cuando se trataba de Julia, todo sonaba como la vida sobre un lecho de rosas. Rubia, alta, ojos claros como sus pensamientos y con la inteligencia subdesarrollada que por supuesto, acompañaba su titulo de abogada.. Helena...baja, morocha, un fracaso. Quisiera saber si hay algo peor.

    Todo cambio después de la muerte de mama, ya no escuchaba sus quejas, sus gritos y preferencias hacia Julia, simplemente silencio...

    "El silencio" con solo pronunciar esa palabra, una llamara de sentimientos brotaban de mi pecho con la velocidad en la que una persona puede caer al vació mismo. Los momentos de silencio abundaban en mi vida aunque no tenga recuerdo alguno de haberlos vivido, sabia que habían estado allí. Momentos en los que intentaba recordar y simplemente una laguna mental acechaba cada neurona de mi cerebro transformándolo en un silencio pasajero que apaciguaba mi angustia provocada por el efecto de la amencia.

    Empezaron a medicarme...a aislarme del resto de las personas. Ya lo hacia en verdad, tal vez esta fue la verdadera razón del tratamiento que seguía. Me negaba a tomar mis medicaciones, comenzó mi padre a diluirmelas en el te que tomaba desde los 7 años. Siempre tenia el mismo sabor, a Risperdal de 4 mg, ácido, olfativamente vomitivo.

    Después de todo eso, estaba lo suficientemente deprimida y drogada como para dejar que me los den normalmente.

    Mi mente se torna una densa niebla al momento de recordar los dos siguientes meses de mi vida. Consideraba mis libros, mis sedantes mas fuertes. Prefería quedarme un mes encerrada leyendo, encerrando mis historias en una obsecion bajo llave, que me inyectasen una doble dosis de morfina intravenosa. Desde los 5 años dejaba entrar las fantasías de las paginas en mi cuerpo y alma. Sentía que mi ser se iba en un largo viaje, únicamente de ida...

    El retorno de mi padre del trabajo, aquella noche de septiembre, marco un principio y un final en mi triste vida.

    Mi corazón latía como una bomba de agua , sentía mi sangre hirviendo, fluir por cada una de mis venas como si quisiera salir de mi cuerpo y ahogarme. Mis manos pegajosas de la transpiración temblaban de incertidumbre y temor a la respuesta de la que seria mi pregunta. Lo espere en su cuarto, me senté en su cama y sentí el olor viejo de la colonia dispersa en el aire.

    Prendí la luz desde la cama, creí que se asustaría si me encontraba en la oscuridad arrinconada. No entendía porque solía asustarse en mi presencia.

    Al momento que abrió la puerta, sus ojos, inyectados de sangre, se clavaron en los míos, que a diferencia, estaban empastillados y lagrimosos.

    Tuvimos una conversación tranquila pero perturbadora a la vez. No recuerdo todo en ella, pero logro distinguir en mis recuerdos, el momento en el que le pedí que me bajara la dosis de mi medicación. Ni siquiera sabia la verdadera razón por la cual me la habían administrado tan estructuradamente. Suponía que era por deprecion, ya que luego de la muerte de mama, me dedicada a aislarme y dejaba correr mis lagrimas al mismo tiempo que la yema de mis dedos daban vuelta la pagina de mil y un libros. ¿Irónico no? La ayuda a mi supuesta deprecion empeoraba la misma.

    Nunca me queje, nunca fui una chica de palabras como Julia, siempre tomaba mas acciones. Mi hermana solía fastidiarme con estas...

    Retomando la conversación con mi padre, accedió, aunque la condición fue peor que lo pedido. Mi hermana vendría a vivir un tiempo a casa, y tendría que "controlarme"

    ¿Controlarme? ¿De que? era ridículo...

    La noche siguiente, piso la vieja madera de casa, tres minutos mas tarde de que el reloj marcara las 9 de la noche. Tenia dos grandes valijas encueradas y finamente tapizadas. Llevaba una bolsa de plástico de supermercado. Genial ¿Iríamos a comer en familia a caso?

    Lo hicimos, Julia desempaco y para las 11 la "familia feliz" cenaba bajo la fría luz del candelabro de cristal que mi madre había comprado antes de morir.

    Puro silencio hasta que a Julia se le ilumino el rostro. La vi reflejada desde la otra punta de la mesa

    -¿Y Ele? ¿Como te sentís sin tu medicación ahora? Te extrañe estos meses que no llamaste a la oficina.

    -Bien, mejor que antes.

    Mentí. Estaba ansiosa y taquicardica. Mis impulsos manejaban mi accionar desde que me sacaron los medicamentos. Pero por lo menos, no ingería algo sin saber porque.

    Terminamos de cenar alrededor de las 12:30. Papa se fue a dormir, y yo subí a mi habitación. Julia...nose.

    Ordene alguno de mis libros que yacían en el piso y salí a cepillarme los dientes. Abrí la canilla y deje que el agua helada corra con libre albedrío. Sumergí primero mis manos y cerré mis ojos. Me relajaba y refrescaba. Me sentía limpia, era el único momento de paz en mi vida.

    Se abre la puerta de un golpe seco. Entorne la mirada de una manera fastidiosa. Era obvio...

    -Gracias por tocar.- Susurre molesta

    -Solo vine a decirte, que esta vez, espero que hagas las cosas como te las digo, mientras papa no este, estoy a cargo. Sabes muy bien donde tendrías que estar en este momento y que Papa y yo siempre te protegeremos, pero solo te pido que pongas por lo menos un granito de voluntad propia, buenas noches Helena.

    Se dio media vuelta y se fue dejando un rastro de tetrisidad a su alrededor. Aveces no sabia de que estaba hablando...Julia estaba loca, desvariaba mentalmente, loca, claramente enferma, loca.

    Esa noche me costo dormir, como nunca antes. No podía hacerlo, con ella del otro lado de la pared, acostada en la cama de la habitación junto a la mía. Retome el sueño alrededor de las 5 de la mañana, cuando la sensación de sus ojos clavados en mi nuca, seso por un instante.

    El día siguiente fue una tortura, a donde yo iba, ella estaba. Sus ojos, invisibles como el aire, se fijaban y atravesaban cada movimiento que involucrara mi persona. No lo entendía, mi familia no estaba mentalmente sana.

    Esa noche no pude cerrar los ojos, nisiquiera fui capaz de mantener un parpadeo. Sentía como si me los hubieran cocido con hijo y aguja con el autentico objetivo de no cerrarlos.

    Mantenía mi mirada fija en el gris y empinado techo cuando derrepente, la ventana se abre de una agresiva ráfaga de aire, haciendo vibrar el delicado vidrio del único ventanal ,construido en mi habitación. Me pare luego del impacto, para cerrarlo, pero al asomarme, vi algo poco agradable, inclusive después de todo lo que paso, pensar en ello me provoca nauseas. Desde aquel pequeño ventanal grueso y octogonal, podía reconocer perfectamente, una silueta proveniente de las sombras, cuyas manos mantenía ocupada, arrastrando un cadáver hacia un contenedor de basura reciclable.

    Yo conocía ese cadáver, esa cara, en ese momento pálida y sin vida, recobrara todo su color y brillo en mis recuerdos. Mama...

    No podía ser, frote mis ojos unas tres veces, la oscura silueta continuaba su trabajito. Me mira, me apuñala con la mirada. Aunque claramente debí haber gritado, mi instinto suicida me llevo a correr hacia la figura homicida. Quería ver si era verdad, necesitaba ver si era verdad. Quería que mis ojos me engañaran.

    Baje las escaleras, descalza y con un camisón fijo de seda. La noche era fría y no se disimulaba mi piel de gallina. Al abrir la puerta y salir, pase a ser una victima del gélido viento que mojaba mi pálida piel.

    La puerta se cerro tras de mi, no había nada ni nadie. Lo único factible de lo que vi, fue el contenedor de basura, justo adelante mio, ante mis narices, emanaba terror. Camine hacia el, cada paso que daba era una mano estrujando mis intestinos o por lo menos, eso sentía yo. Abrí el contenedor esperando no ver mas que la cascara de una banana en putrefacción pero no...lo que me encontré perdurara en mis recuerdos mas íntimos hasta el día en que mi alma se desvanezca de este mundo. El cuerpo de mi padre, postrado sin vida y desnudo. Blanco y frió como hielo picado. Impregnado de trozos de vidrios en las venas de los brazos y del cuello. Golpeado de la cabeza a los pies e hinchado como un globo a punto de estallar.

    Mi corazón comenzó a acelerarse, mis nauseas tomaron poder de mi cuerpo y mis ojos se inyectaron de lagrimas e impotencia. Corrí hacia la casa, clavándome fragmentos de vidrios en la planta del pie a medida que avanzaba. Cuando llegue a la puerta, esta estaba abierta ¿La había dejado cerrada? no le di importancia, entre y la cerré tras de mi.

    Escuche pisadas, sentía que mi corazón atravezaria mi carne y mis huesos e iba a salir disparado.

    Un mechón rubio se asomo a una esquina y paso de un lado a otro hasta llegar al salón principal de manera rápida y disimulada. Pensé en mi hermana y la seguí. era gracioso, mi "instinto suicida" me delataba en cualquier situación.

    Seguí el ruido de las pisadas hasta mi habitación. Escuchaba los suspiros agitados de Julia al correr por la escalera. ¿Porque corría?

    Llegue a mi habitación y entre...nada. ¿Acaso era un chiste de mal gusto? Pensé que tal vez estaba alucinando.

    Un grito desgarrador estaba a punto de desprenderse de mis cuerdas vocales cuando me gano el sonido proveniente de mi baúl de libros de cuero negro. Ahora ¿porque demonios estaba la traba de ese baúl abierta?

    Me agache ante este y cautelosamente lo abrí, dejando que su rechinido sea el ultimo sonido antes de la desesperación en persona. termine de abrir la tapa por completo. En su interior...el cuerpo de julia descansaba sin vida, con las puntas de su dorada cabellera teñidas de rojo, goteando su contenido en el interior del baúl. En su cuello el retratado delineado de la seca y rápida cortada seguía emanando sangre de manera perfecta y simétrica.

    Cerré el baúl. Yo soy lo que soy ¿no? ya no puedo ocultar quien soy y engañarme a mi misma, simplemente no escribiré mas.

    Helena Irnen 1982

    Jano con sus manos temblorosas, dio vuelta la pagina dejando una huella de frió y seco sudor. El resto del libro estaba en blanco.

    Lo cerro de golpe con un hueco en el corazón y se paro para dejar el libro en su lugar. Cada movimiento que hiciera en ese lugar, en ese momento le provocaba angustia.

    Al momento de dejar el libro en el agujero que había hecho en el piso, puso ver el objeto que había caído anteriormente. Una navaja antigua de acero oxidado glaseada en sangre seca y polvorienta.

    Se alejo de un salto y se sentó precipitadamente para recuperar el poco aliento que le quedaba. Duro dos segundos hasta que recapacito en donde estaba sentado...Se paro, con sus piernas y manos prácticamente convulsionando de los temblores que le provocaba pensar en ello. Clavo su vista en el viejo baúl encuerado donde había estado leyendo el libro escrito por la ultima dueña de la propiedad de la calle Guemes.
     
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