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Mi amigo el cazador

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por SOLCIEGO, 9 de Diciembre de 2022. Respuestas: 0 | Visitas: 389

  1. SOLCIEGO

    SOLCIEGO Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    1 de Noviembre de 2022
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    Género:
    Hombre
    No sé cuándo comenzó,
    pero de un día para otro
    era el escudero de mi amigo, una gran persona.
    Camine junto a él, lo recuerdo,
    por supuesto que sí.

    Después de pasar el Calo, un potrero exótico, llegamos al Cardonal,
    una planicie atiborrada de cactus esbeltos, realmente un paisaje impresionante,
    unos minutos después arribamos a la Huerta de Hierba,
    La Huerta de Hierba sin embargo era una pequeña pradera
    con pasto natural de hierba de coneja,
    conocida por este nombre que era un apetitoso manjar para las liebres que moraban y pernoctaban la zona.
    Este lugar estaba cercado con estantillos de madera
    y bien cerrada con ramas secas de urupaguas
    que sellaban perfectamente la palizada;

    Mucho más hacia el este estaba Antuni,
    esta última si tenía una casa habitada por los descendientes de un Sr.- conocido como Agapito,
    nombre extraño, que viene de los nativos originarios de la zona.

    En mi periplo, aquel hermoso paisaje lo respiraba, disfrutándolo palmo a palmo al andar de mis pasos.

    Descubrí entonces una vegetación exótica y sin igual: pringamozas, araña gato, casiguas, caimitos, tecos, mayas, creo que estos silvestres arbustos son originarios de estos parajes, no los he visto ni el leído de ellos en otras partes del mundo, además, Chucho Martínez decía que en esos montes había algunos depredadores como: Guiritos, Zorros, Cunaguaros y hasta gatos de monte, estuve pendiente pero no vi nada parecido.

    En aquellos paisajes solitarios, andaba armado con mi tiratira y seguía en silencio a quien sería mi futuro compadre.

    Después de la Huerta de Hierba, territorio de los Irausquín, salimos a una pica que nombraban la mensura, era la división de los territorios feudales entre los Osorio y los Irausquín, dicen que los Osorio tenían más de 10 fincas caprinas cada una con su terciante con más de 3000 cabezas en total.

    Bueno pero esta historia es otra,

    Justo al paso por la mensura,
    mi amigo se detuvo y yo lo adelante sin darme cuenta,
    cuando entre en razón, mire hacia atrás
    y vi su dedo índice apuntando al cielo posado sobre su boca y su nariz,
    signo inequívoco de silencio,
    detuve mi andar, mi compañero entonces montó la escopeta,
    movió el cañón hacia un lado del camino,
    inclinó la cabeza buscando su objetivo…
    contuve la respiración… y un» páá» rompió el silencio del momento
    despertando de pronto el monte aletargado al calor de la media tarde
    y asustando los pájaros que cruzaban el cielo sin saber que pasaba.

    Después del sonido seco, sobrevino un efímero silencio,
    tiempo suficiente para reaccionar al evento.
    Corrí entonces en dirección al punto del disparo
    y le traje a mi compañero su primera presa.
    Le hice las patas a la liebre para poder cargarla y continuamos la marcha.
    Esta fue la primera y la última presa, no hubo más suerte ese día.

    Ya casi cayendo el sol
    nos detuvimos en una cañada entre Villa Linda y Guarú-guaro,
    bajo un frondoso Curarí en flor,
    tan frondoso que parecía que estábamos bajo un manto dorado,
    entre pinceladas verdes de sus escasas hojas y el amarillo intenso de sus flores,
    justo por donde se colaban finísimos haces de luz que impactaban el suelo
    adornado de amarillentas flores casi secas,
    haciendo del lugar un paraíso indescriptible de ensueño.

    Allí mi amigo miró las ramas del Curarí
    y seleccionó tres tallos perfectamente rectos
    como de diez cuartas cada uno,
    los cortó y quitándole las hojas y las flores
    se los tercio en el hombro y seguimos camino a casa,

    De mi parte ni un Chuchuve pude librar, ese día.​
     
    #1

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