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Mi amigo, el silencio

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por danie, 23 de Mayo de 2014. Respuestas: 2 | Visitas: 845

  1. danie

    danie solo un pensamiento...

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    ¿Cómo es posible que escuche al silencio? Me pregunto mientras tengo los ojos clavados en el teléfono…
    Ese teléfono que tantas tardes me tuvo atado a un cuarto enviciado de silencio. Nunca sonó su timbre, nunca hubo una llamada equivocada que me haga levantar de la silla y me traiga un poco de vaga esperanza.
    Nunca llamó ella como me prometió que lo iba hacer.
    Me acuerdo muy bien de eso, una mañana de abril , ella, me dijo: "en la tarde, quédate junto al teléfono, así para mañana o pasado arreglamos una cita. Si mañana no te llamo, te llamaré pasado, pero quédate junto al teléfono, yo te llamo".

    Todas las tardes, el teléfono estuvo siempre completamente mudo, pero yo seguí pegado a él, como un niño que con afán quería su juguete,
    y mientras lo miraba fijo podía oír el silencio, podía oír su melodía muda que paulatinamente me iba cautivando, me seducía con sus acordes de mudez y quietud.

    Mientras esperaba esa llamada que nunca llegaba, yo podía oír el silencio, no solo podía oírlo sino que hasta podía platicar con él.
    El silencio no empezó a hablarme desde la primera tarde. Al principio mis tardes eran monótonas, sumamente aburridas, era un martirio estar pegado al teléfono completamente mudo y yo solo pensado en esa supuesta llamada que nunca llegaba, ni siquiera me levantaba para ir al toilet por miedo a que sonara y yo no alcanzara a contestar…
    Pero con el paso de las tardes, todo cambió, como si el silencio hubiese tomado confianza con mi presencia y asomó sus primeras luces de serenidad para mi mente.

    Cada tarde que pasaba, el silencio se soltaba cada vez más, hasta volverse un peculiar amigo bastante confianzudo. Muchas veces me cantaba canciones viejas de mi niñez, canciones para mi mente adulta ya olvidadas, pero que me traían recuerdos cálidos de los mimos que mi madre me daba. Otras veces, cuando yo no quería oír canciones, solamente dialogábamos de lo que yo quería hablar, no de las cosas vanas o de la filosofía barata de cómo vivir, no era el típico psicólogo que te oía con cara de bobo, y a los dos minutos le preguntabas algo sobre el tema, y respondía: "pero eso…, no me lo dijiste".
    -¡Sí, te lo dije, es qué no me oíste…!
    Bueno, en fin, el silencio siempre me oía, incluso puedo decir que él es el mejor psicoanalista que tuve.
    También me daba consejos y posibles soluciones a mis problemas cotidianos.
    Creo que de él fue la idea de que tenga un perrito para que me haga compañía, era una fiel mascota que me dio muchos momentos de alegría, pero traía un dilema muy grande; sus ladridos en la tarde ahuyentaban al silencio, tuve que terminar regalándolo a un amigo.

    Cuando no quería dialogar ni tampoco oír más canciones, me contaba fábulas de caballeros y dragones, esos cuentos siempre me encantaron de niño, y cuando estaba cansado de las mismas fábulas usaba toda su creatividad para narrarme cuentos de terror (creo que el mismo Edgar Allan Poe no llegaba ni a los talones de su inventiva). Siempre me gustaron los cuentos de terror, es que en mi adolescencia se destapó esa devoción por la literatura gótica; cómo lo supo el silencio, en verdad no lo sé, ya que nunca se lo conté, pero una tarde me dijo: "¿quieres qué te cuente un cuento de terror?" ¡ Bueno, sorpréndeme!, le dije, y en verdad me sorprendió con sus relatos detectivescos y siniestros.

    Otras tardes solamente jugábamos al ajedrez. ¡Era increíble, no le podía ganar! El no movía por si solo los trebejos (cómo lo podría hacer si no tenía manos tangibles para hacerlo), pero cuando era su turno, él me decía qué pieza yo le tenía que mover , y así lo hacía. Lo del ajedrez fueron muy pocas tardes, ya que pronto me cansé de no poder ganarle.

    Hoy estoy en mi habitación acompañado por mi viejo compañero de tardes: el silencio, mirando fijamente al teléfono que como es de habitual, no suena, y hoy me pregunto; ¿cómo es posible que escuche al silencio? ¿Cómo es posible que pueda dialogar con él? ¿Cómo es posible que me diera tantas tardes tan entretenidas? En verdad, eso no importa, aunque lo tengo acá al lado mío, no le quiero preguntar. No quiero romper el misticismo que nos une con una gran amistad.

    Pero de pronto el silencio me dice: "¡adiós!" No como me lo decía habitualmente en todas las anteriores tardes. Él jamás usaba concretamente la palabra adiós, él siempre me decía hasta mañana o nos vemos mañana, y yo entonces me levantaba de mi silla, dejaba de mirar al teléfono y me iba a dormir tranquilo pensando en que mañana iba nuevamente a disfrutar de su compañía. Pero ahora me dijo fría y despectivamente adiós, al segundo, su voz que tanta serenidad me trajo, se desvanece y no oigo más su presencia, solo escucho un ring que sacude mi cabeza.



    ¡El teléfono suena! ¡Ring... ring... riiiiiing!
    El silencio ya no está acá conmigo, tres fuertes timbres logran espantar al silencio. Tres, cuatro, cinco, seis…, suena y suena el molesto teléfono, con cada vibrante ring el silencio se aleja más…y más de mi lado.
    Trepidando me acerco al teléfono, agarro el cable y lo arranco.
    Ya está, no hay ningún ring más, pero el silencio que tenía antes ya partió de mi habitación.

    Desesperado lo busco por todo el cuarto pero no está.
    Inmediatamente caigo en una aflicción que me acongoja todo el cuerpo y postrado de rodillas con mis suplicas exclamo…
    ¡Vuelve silencio!¡Por favor, vuelve! ¡Ya nada te interrumpirá jamás!
    ¡Mi condicional amigo, vuelve por favor a darme tu perdurable y franca amistad!
     
    #1
    Última modificación: 23 de Mayo de 2014
  2. Ro.Bass

    Ro.Bass Guau-Guau

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    ¿Cómo es posible que escuchara /che/ al silencio? Me pregunto mientras tengo los ojos clavados en el teléfono…
    Ese teléfono que tantas tardes me tuvo atado a un cuarto enviciado de silencio. Nunca sonó su timbre, nunca hubo una llamada equivocada que me haga levantar de la silla y me traiga un poco de vaga esperanza.
    Nunca llamó ella como me prometió que lo iba a hacer.
    Me acuerdo muy bien de eso, una mañana de abril, ella, me dijo: “en la tarde, quédate junto al teléfono, así para mañana o pasado arreglamos una cita. Si mañana no te llamo, te llamaré pasado, pero quédate junto al teléfono, yo te llamo”.

    Todas las tardes, el teléfono estuvo siempre completamente mudo, pero yo seguí pegado a él, como un niño que con afán quería su juguete, y mientras lo miraba fijo podía oír el silencio, podía oír su melodía muda que paulatinamente me iba cautivando, me seducía con sus acordes de mudez y quietud.

    Mientras esperaba esa llamada que nunca llegaba, yo podía oír el silencio, no solo podía oírlo, sino que hasta podía platicar con él.
    El silencio no empezó a hablarme desde la primera tarde. Al principio mis tardes eran monótonas, sumamente aburridas, era un martirio estar pegado al teléfono completamente mudo y yo solo pensado en esa supuesta llamada que nunca llegaba, ni siquiera me levantaba para ir al toilet por miedo que sonara y yo no alcanzara a contestar…
    Pero con el paso de las tardes, todo cambió, como si el silencio hubiese tomado confianza con mi presencia y asomó sus primeras luces de serenidad para mi mente. /revisa sintaxis/
    ----(hice cambio del punto y aparte)

    Cada tarde que pasaba, el silencio se iba soltando /se soltaba/ cada vez más, hasta volverse un peculiar amigo bastante confianzudo. Muchas veces me cantaba canciones viejas de mi niñez, canciones para mi mente adulta ya olvidadas, pero que me traían recuerdos cálidos de los mimos que mi madre me daba. Otras veces, cuando yo no quería oír canciones, solamente (dialogábamos) hablábamos de lo que yo quería (hablar), no de las cosas vanas o de la filosofía barata de cómo vivir, no era el típico psicólogo que te oía con cara de bobo, y a los dos minutos le preguntabas algo sobre el tema, y respondía: “pero eso…, no me lo dijiste”.
    (Alt+0151) —¡Sí, te lo dije, es qué no me oíste…!
    Bueno, en fin, el silencio siempre me oía, incluso puedo decir que él es el mejor psicoanalista que tuve. También me daba consejos y posibles soluciones a mis problemas cotidianos.
    Creo que de él fue la idea de que tenga un perrito para que me haga compañía, era una fiel mascota que me dio muchos momentos de alegría, pero traía un dilema muy grande; sus ladridos en la tarde ahuyentaban al silencio, tuve que terminar regalándolo a un amigo.

    Cuando no quería dialogar ni tampoco oír más canciones, me contaba fábulas de caballeros y dragones, esos cuentos siempre me encantaron de niño, y cuando estaba cansado de las mismas fábulas usaba toda su creatividad para narrarme cuentos de terror,1 (creo que el mismo Edgar Allan Poe no llegaba ni a los talones de su inventiva). Siempre me gustaron los cuentos de terror, es que en mi adolescencia se destapó esa devoción por la literatura gótica; cómo lo supo el silencio, en verdad no lo sé, ya que nunca se lo conté, pero una tarde me dijo: “¿quieres qué te cuente un cuento de terror?” ¡Bueno, sorpréndeme!, le dije, y en verdad me sorprendió con sus relatos detectivescos y siniestros.

    Otras tardes solamente jugábamos al ajedrez. ¡Era increíble, no le podía ganar! El no movía por si solo los trebejos, (cómo lo podría hacer si no tenía manos tangibles para hacerlo), pero cuando era su turno, él me decía qué pieza yo le tenía que mover, y así lo hacía. Lo del ajedrez fueron muy pocas tardes, ya que pronto me cansé de no poder ganarle.

    Hoy estoy en mi habitación acompañado por mi viejo compañero de tardes: el silencio, mirando fijamente al teléfono que como es de habitual, no suena, y hoy me pregunto; ¿cómo es posible que escuchara al silencio? ¿Cómo es posible que pueda dialogar con él? ¿Cómo es posible que me diera tantas tardes tan entretenidas? En verdad, eso no importa, aunque lo tengo acá al lado mío, no le quiero preguntar. No quiero romper el misticismo que nos une con una gran amistad.

    Pero de pronto el silencio me dice: “¡adiós!” No como me lo decía habitualmente en todas las anteriores tardes. Él jamás usaba concretamente la palabra adiós, él siempre me decía hasta mañana o nos vemos mañana, y yo entonces me levantaba de mi silla, dejaba de mirar al teléfono y me iba a dormir tranquilo pensando en que mañana iba nuevamente a disfrutar de su compañía. Pero ahora me dijo fría y despectivamente adiós, al segundo, su voz que tanta serenidad me trajo, se desvanece y no oigo más su presencia, solo escucho un ring que sacude mi cabeza.

    ¡El teléfono suena! ¡Ring!¡Ring!¡Riiiiiing! 2
    El silencio ya no está acá conmigo, tres fuertes timbres logran espantar al silencio. Tres, cuatro, cinco, seis…, suena y suena el molesto teléfono, con cada vibrante ring el silencio se aleja más…y más de mi lado.
    Trepidando me acerco al teléfono, agarro el cable y lo arranco.
    Ya está, no hay ningún ring más, pero el silencio que tenía antes ya partió de mi habitación.

    Desesperado lo busco por todo el cuarto pero no está.
    Inmediatamente caigo en una aflicción que me acongoja todo el cuerpo y postrado de rodillas con mis suplicas exclamo:
    —¡Vuelve silencio!¡Por favor, vuelve! ¡Ya nada te interrumpirá jamás! ¡Mi condicional amigo, vuelve por favor a darme tu perdurable y franca amistad!




    .............................................

    1) Los signos de puntuación correspondientes al período en el que va inserto el texto entre paréntesis se colocan siempre después del paréntesis de cierre.


    2) No puedo afirmar que escritos así estén mal, sólo agrego que las onomatopeyas formadas por repetición, se escriben normalmente con comas, y también pueden unirse con guión si se trata de una sucesión unitaria y continua:
    ja, ja, ja
    tic, tac, tic, tac
    chas-chas-chas
    ta-ta-ta-ta

    Cuando se unen con guión, cada elemento también es independiente a efectos de acentuación: blablablá / bla-bla-bla

    También se pueden usar los puntos suspensivos para un largo espacio de tiempo entre sonidos: crash... crash... crash...

    Mas pudiera que esté bien igual así, aunque ahora no recuerdo nada que me diga que sí…


    -------------

    A mí también me gusta pasar tiempo con Silencio y Soledad...


    Besos!
     
    #2
    Última modificación: 23 de Mayo de 2014
  3. lahistoria

    lahistoria Poeta adicto al portal

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    como quisiera tener un amigo así
     
    #3

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