Mi ángel

Sola, sin vida, sin rumbo. Esa era mi forma de caminar, de buscar, de ver el mundo. Un mundo vacío, sin sentido y sin aroma. Sin sonrisa. Y te me apareciste de la nada. Yo al principio no lograba entender qué tipo de ángel había caído frente a mí, el bello ángel dispuesto a amar y ser amado, porque a fin de cuentas este es el mayor propósito de la vida. Tú me lo dijiste hace algún tiempo. "Amar para ser amado", fueron las palabras que surgieron de tus labios rosados, en ese momento teñidos de carmín. Cuando tú te apareciste en mi camino, ni siquiera pude distinguirte, pero tenía un hermoso presentimiento de todo aquello. Y entonces, sucedió.
Sucedió que las ansias de levantar el vuelo, que el hermoso aroma-que yo no sabía que era tuyo- me embriagaba, que el cielo que había sido testigo de una vida sin rumbo, de pronto me hicieron levantar el rostro y verte, verte a ti, al ángel, al bellísimo ángel que había llegado frente a mí y ahora me sonreía, me extendía los brazos, y abría su corazón para mi.

¡Qué miedo, y qué dicha sentí al saber que yo podría amarte!

Y cuando descubrí que por mi sonreías, que por mí luchabas, que por mi mirabas el cielo y escuchabas a la tierra, al viento suspirar, no pude hacer nada más que intentar sostenerte entre mis brazos, besar tus labios, tenerte aquí, a mi lado, cuidarte, protegerte, ser tu escudo, ser...quien tú deseases que yo fuera. Pero fui cobarde.
Nunca me atreví a besar tus labios. Nunca me atreví a mirarte a los ojos y decirte que te amo, y decirte lo que tú me haces sentir de frente.

Fui cobarde, y fui tonta.


Y hoy, mi corazón se hizo añicos. Hoy he llorado, he insultado a tantos santos se me pusieron en la mente, he pateado a tantas entidades, supersticiones y conjuros mi gente, mi patria sabe.

Dijiste que te irías.

Que parecía la decisión más adecuada para aquellos que te rodean. Porque tú, mi ángel, aún eres tan joven...
Dijiste que partirías.

Y esta tonta, esta cobarde, anhelando mirar la dicha en tus ojos, esa sonrisa que ilumina palacios, que ilumina al mismísimo sol, sólo se ha quedado de pie, llorando, agitando la mano mirándote partir, porque no puede hacer nada. Y a pesar del dolor que siento, y de una carta que me parece de lo más simple y más soso, sólo quiero decirte lo único que sabe gritar mi corazón, y lo que pueden decir cada una de mis lágrimas, lágrimas que desconocía, porque vienen de lo más hondo del alma, ahí donde cala el dolor cuando la persona que amas con el alma dice adiós...

Te amo...