Mi diario.- El pequeño cantaor

El pequeño cantaor

¡Qué bien canta!

¡Qué bonito!

Todas las mañanas, su dulce voz nos despertaba sabíamos que era la hora de salir el sol y comenzá el día con su alegría

Era pequeñito y risueño con sus pantalones recosidos y sus zapatos de cuatro números más grandes que sus pequeños pies.

Los que pasaban algunas monedas le echaban y él con una mueca, lo agradecía, pero nadie se paraba a escucharlo.

Hoy no lo he visto y lo he echado de menos y me he levantado más tarde.

¿Qué le habrá pasado?

¿No se a quien preguntar?

Que injusta es la vida para aquel que se tiene que valer con su propia soledad, esperando siempre la limosna de los demás o el rechazo.

Cuando salga, recorreré las calles y a los demás mendigos les preguntaré, pues quisiera de alguna manera ayudarle, no sé cuál, pero lo intentaré.

Techuaym (mío)

 

Hola Fabiola, buen día.
Hace ya bastantes años, yendo de viaje paré en Mérida a desayunar y en la plaza, había un niño limpiabotas que mientras trabajaba cantaba fandangos con un arte impresionante.
Tu relato me lo ha traído a la memoria. Gracias por esta historia, con sabor humano y por escribir tan bien.
Me siento un privilegiado, pues parece que escribiese para mí.
Un besazo.

 

Buenas tardes grandisiiiiiiiiiiimo
Es cierto en todas las ciudades hay algún mendigo cantando y cuando son niños, llaman más la atención.
Gracias por tu hermoso comentario.
Un besazoooooooooooooooooo