Mi dicha

~ · ~ · ~ · ~



Mi dicha



Estaba allí, junto a la lámpara,
en la mesa que era la puerta de la escapada
al reino de los oníricos deseos,
pasto de la utopía tras tanta pobreza de amor
en las manos huecas, la voz poética desentrenada,
el nombre propio olvidado de no escuchar nombrarlo,
la noche, el universo, la metáfora apropiada:
“Algunos rastros de luz...
un desembocar en el más oscuro vacío”.

Estaba allí, una mirada bajo una lámpara,
una mirada oscurecida por una luz artificial,
como estrellas bajo una lámpara inmensa.

La distancia creció a cada sorbo de cerveza.
Lloros hubiera querido si pudiese caer más bajo.
Volver sin un recuerdo a casa, a las almohadas,
es desnudarse ante el invierno, abrigarse ante el verano.

Oteo los campos sembrados del bello almendro,
aún el frío invernal ronda sus reinados que acobardan al andantino
y humedece los horizontes para mejor deslice de las nubes al alejarse.

La ciudad trae los errores cometidos en el baile con el amor,
que le pisaste, que se quejó, que te dejó por otro más diestro,
ridículo, en medio de la pista.
El campo trae los aciertos, sin embargo.
Allí el baile es sin ataduras,
manteniendo la distancia justa,
nada se involucra, nada apremia,
sólo serenidad y aire puro,
meditas inevitablemente,
dejas de pensar y nada atormenta,
no hay escarnios ni ofensas...
por no haber, no hay ni risas,
¡estás bailando con la vida!.

Flor ~ Valencia, a 2 de marzo de 2oo5